Bohigas en el Olimpo

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Vista de la apertura al mar de Barcelona, proyectada por Bohigas

¡Qué fácil es complacer y quedar bien cuando no se tienen responsabilidades! O fiscalizar el trabajo de los demás desde la cómoda tribuna de la oposición o la gestión. Largamente envidiado por su vida plena y enorme capacidad de trabajo, Oriol Bohigas no dejó de decir y de escribir lo que pensaba, sobre todo aquello que conocía y le interesaba. Alguien me explicó que, por la noche, se podía ver siempre la luz encendida del comedor de su casa en la Plaça Reial, porque devoraba libros hasta la madrugada. Por eso me gusta tanto leerlo; porque sus textos dicen cosas originales y muy argumentadas y están llenos de referencias que le permiten situar sus ideas en todo tipo de corrientes y pensadores de la cosa urbana.

Releyendo sus dietarios, me lo imagino viendo la final de la Champions del Barça de Guardiola contra el Manchester United, ahora hace diez años. Dice que había invitado a Kenneth Frampton (otro coloso de la arquitectura moderna), y que le tuvieron que enseñar las normas del partido, porque no había visto nunca ninguno. De Frampton, Bohigas dice que “escribe muy bien y muy claro y no hace chiribitas aparentemente filosóficas para disimular incomprensiones e incoherencias”. Qué gran elogio, aplicable a Bohigas, también. Tenía una excelente base teórica, y construyó barrios y edificios que han mejorado la vida de miles de personas. Trabajando como una bestia, y asumiendo todo tipo de riesgos. Pero es que Bohigas, además de la arquitectura y el urbanismo, tenía inquietudes para otras muchas cosas.

Gae Aulenti, Oriol Bohigas, Antoni Llena –con un gato–, una mujer no identificada y Beth Galí, en la casa de la arquitecta italiana de Gubbio, en los 90

La singularidad de la Vila Olímpica

Como hoy se escribirán centenares de glosas sobre su figura, yo solo recomendaré que todos los que le queráis rendir homenaje paseéis por la Vila Olímpica de Barcelona. Construida sobre el antiguo barrio industrial de Icària, la Vila Olímpica ha madurado excepcionalmente bien, en solo treinta años de existencia. Un barrio jovencísimo para una ciudad milenaria como Barcelona, pero que no parece pasado de moda, ni una ruptura respecto al paisaje barcelonés tradicional. Un barrio que declina bien la lengua clásica del Eixample, pero que lo sofistica y le aporta algunos espacios poéticos, sin gestos retóricos. La nueva ordenación encapsula jardines, plazas, comunidades y paseos que superan la monotonía de las calles, cruces y jardines interiores de manzana del Eixample del siglo XIX. Y las proporciones y conexiones entre todos estos espacios abiertos subordinan y condicionan la arquitectura de los nuevos bloques, que, como se abren ante el mar o jardines generosos, tienen grandes ventanales, terrazas, balcones o galerías.

Es de los pocos trozos de la Barcelona del siglo XX donde se vive mejor que en el Eixample del XIX. Proyectada con una densidad alta, la Vila Olímpica convirtió una periferia en un barrio muy atractivo capaz de competir con los suburbios que proliferaban por toda la metrópoli. Un proyecto para hacer crecer la ciudad dentro de la ciudad con nuevas viviendas y actividad económica sin consumir espacios verdes, pensado para perdurar más allá de los Juegos. Y un ejercicio profesional valiente, porque sobre los esquemas de MBM acabaron trabajando otros muchos arquitectos con criterio propio. La Vila Olímpica demuestra que innovar puede salir bien, y que la autoría pasa a segundo término cuando la ciudad se la hacen suya los recién llegados. ¡La han caminado arquitectos de todo el mundo antes de proyectar nuevos barrios! Ojalá la Sagrera o la Marina del Prat Vermell tengan espacios públicos y casas del nivel de la Vila Olímpica.

Hoy Barcelona está de luto porque se ha ido un hombre que ha creado escuela. En la Politècnica, donde dirigió la Facultat d'Arquitectura; en el Ayuntamiento de Barcelona, donde propuso una manera más colaborativa de trabajar; en el Ateneu Barcelonès, y en tantos otros lugares donde contribuyó. La singularidad de Bohigas respecto a otros coetáneos es que, además, ha sido un escritor prolífico. Estoy segura de que esto lo ha ayudado a construir mejor, porque escribiendo se priorizan las ideas, se elimina lo superfluo, y se depura porque tiene que pasar el filtro de centenares de lectores que no admitirían malabarismos o engaños. Los proyectos urbanos, si se explican, se piensan y se diseñan mejor. Siempre he pensado que si MBM (el despacho de arquitectura que lideraba con Josep Martorell y David Mackay) hubiera sido europeo o americano, hoy tendría una estructura de centenares de personas y desde Barcelona dirigirían proyectos urbanos de todo el mundo. Pero nadie es profeta en su tierra, y a él tampoco le debía de interesar.

Hoy, al Olimpo, asciende un nuevo clásico. Y se lo pasarán bien, porque Bohigas, además del mejor embajador de la arquitectura catalana desde Cadaqués hasta Hades, ha sido un personaje humano, sensible e inteligente. Larga vida a todos los que, como Oriol Bohigas, son porque hacen.

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