Literatura

Colm Tóibín: "Una buena novela es como la mejor prensa del corazón: habla de sexo, dinero y secretos"

Escritor. Publica 'El mago'

Colm tÓibÍn “En una novela, los milagros no quedan bien”
25/06/2022
8 min

BarcelonaAl irlandés Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955) lo acompaña una curiosidad omnívora desde hace décadas. Solo así se entiende que sus novelas y cuentos puedan adentrarse, con resultados deslumbrantes, en personajes tan diferentes como Henry James (The Master, 2004), la Virgen María (El testamento de María, 2012), una joven emigrante irlandesa que se marcha a Estados Unidos (Brooklyn, 2009) y las mitológicas Electra y Clitemnestra (La casa de los nombres, 2017).

El último reto que se ha marcado es convertir en novela la vida de Thomas Mann (1875-1955), uno de los tótems literarios de la primera mitad del siglo XX. En vez de construir un relato hagiográfico alrededor del autor alemán, Tóibín opta por aproximarse a su cotidianidad. Detrás del padre de seis hijos y el marido que prácticamente no sale de casa se esconde un hombre que prueba de refrenar su deseo sexual hacia los hombres.

Tóibín estará en Barcelona la semana que viene. Conversará con Jordi Puntí sobre su nuevo libro en el CCCB (miércoles 29 de junio) y hará una conferencia en el Palau de la Música sobre su relación con la música clásica (jueves 30 de junio). Conoce muy bien la ciudad y la realidad catalana: vivió entre 1975 y 1978, experiencia que motivó Homenaje a Barcelona (1990), y pasa parte del verano en el Pirineo, donde tiene una casa. El escritor irlandés atiende al ARA desde Los Ángeles, ciudad donde vive parte del año y que está conectada con Thomas Mann: vivió entre 1942 y 1952.

El mago ha aparecido ahora, pero trabaja desde hace mucho tiempo.

— Sí. Es un libro por el cual me he ido preparando durante años. A veces me daba miedo. Otras me daba pereza.

¿Por qué?

— Porque no me podía centrar solo en un periodo de la vida de Mann, uno que fuera o bien muy dramático o que estuviera vacío de acontecimientos. A Mann no dejan de pasarle cosas desde joven. Su vida es una montaña rusa hasta que muere. Tenía que explicarla entera, una estrategia totalmente diferente de la que había usado en The Master, donde me centraba solo en cinco años de la vida de Henry James.

En El mago hay suicidios, adicciones, exilios y represión sexual. Es, quizás, la novela más trepidante de todas las que ha escrito.

— Que sea un libro que pasa en otra época no implica que el ritmo tenga que ser reposado. Uno de los retos era ver cómo podía escribir los diálogos de una familia alemana de hace más de un siglo. Se me ocurrió hacerlos hablar en intervenciones muy cortas, como en la narrativa de Ernest Hemingway. Esto da al libro un toque extrañamente contemporáneo.

La novela pasa de puntillas por grandes acontecimientos en la vida de Mann, como por ejemplo el anuncio del premio Nobel.

— Quería rehuir los clichés y las escenas aburridas. Mi objetivo era poder llegar a hacer creer al lector que está dentro de aquella mente tan compleja.

Diría que lo consigue. En las escenas donde, de joven, Thomas intima con chicos, podemos llegar a sentir que estamos en aquella misma habitación.

— Escribir sobre Thomas Mann era un reto, porque sobre algunos momentos de su vida hay mucha información y sobre otros, en cambio, hay muy poca. Katia Mann, su mujer, tiene un libro autobiográfico, Ungeschriebenen memoiren [Memorias no escritas, 1974], donde explica una estancia en Venecia en la que su marido quedó fascinado por un chico joven, que después sería el chico que desea Aschenbach en La muerte en Venecia. Este material también quería que saliera en la novela.

A veces leemos detalles tan íntimos de la familia que puede parecer un artículo de una revista del corazón.

— En la novela hay los dos extremos. Por un lado, aparecen grandes hechos como la Primera Guerra Mundial, el ascenso de Hitler, el Holocausto y la Guerra Fría. Por el otro, está la intimidad y los chismes, que forman parte de los mecanismos narrativos. Una buena novela es como la mejor prensa del corazón: habla de sexo, dinero y secretos. ¿No es la vida secreta de las personas lo que nos interesa poder conocer y leer?

En alguna ocasión ha dicho también que la novela "es la mejor forma de arte para indagar en lo que se piensa y en lo que se dice, y mostrar la diferencia entre una cosa y la otra". Mann es ideal, en este sentido.

— Fue un hombre casero con una vida erótica secreta. Y esto no queda muy reflejado en sus libros, tienes que acudir a los papeles personales... Todavía hay estudiosos de Mann que dejan de lado su sexualidad cuando escriben sobre ella. Pasó gran parte de la vida reprimiéndola. Esto me parece tan importante de explicar como si hubiera vivido el sexo de una manera más abierta.

Fueron dos de sus hijos, Erika y Klaus, los que lo bautizaron como mago.

— Se referían a él como Z, inicial de zauberer, mago en alemán, y lo hacían en parte como homenaje, pero también para reírse de él. La magia está presente en parte de su literatura, además. En el Doktor Faustus [1947], en La montaña mágica [1924] y a la nouvelle Mario y el mago [1930]. Curiosamente, en público él no tenía mucha magia ni carisma.

De pequeño, Thomas Mann tenía claro que quería ser escritor. A su padre, que era comerciante, no le hacía mucha gracia.

— La muerte de su padre cuando tenía 15 años, en 1891, fue un impacto muy grande para el joven Thomas. Dejó de ser el pequeño príncipe de Lübeck. Para Thomas, lo que representó esta muerte fue peor que el ascenso de Hitler al poder en 1933.

Era el hermano grande, Heinrich, quien tenía que ser el escritor de la familia.

— Hay una rivalidad entre los dos que no acaba nunca. Durante mucho tiempo, Heinrich fue el hermano dominante, pero Thomas lo tuvo que acabar ayudando, cuando estaban en Estados Unidos. Heinrich triunfó gracias a su compromiso político durante la Primera Guerra Mundial.

Thomas Mann

Thomas, en cambio, siempre tuvo problemas debido a su ideología camaleónica: se lo tildó de fascista, pero más adelante también de comunista.

— Esta fluidez lo acerca a nuestro presente. Durante las primeras décadas del siglo XX, Mann fue mucho derechas, pero más adelante, a medida que se acercaba la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en demócrata. No fue una figura estable, no se lo puede encasillar, cuesta describirlo.

A pesar de que siempre estaba en casa, era un padre ausente.

— Fue un fantasma en su propia vida durante mucho tiempo. Era el centro de la familia, pero a la vez también era como si no existiera. Se pasaba el día encerrado en su estudio, escribiendo, y cuando salía e iba a ver sus hijos solo era capaz de ver el ruido que hacían.

Cuando Katia se marchó al sanatorio de Davos para recuperarse de la tuberculosis –estancia que inspiraría La montaña mágica–, él se quedó con sus hijos. Escribía cartas a su mujer donde le explicaba cómo estaban cambiando. Y ella le respondía: "Son exactamente como siempre, lo que pasa es que por primera vez te fijas".

— Hay que tener en cuenta que la paternidad, a principios del siglo XX, era muy diferente de ahora. El hombre tenía una relación muy diferente con los hijos. No los abrazaba ni tenía contacto físico. Y no les explicaba cuentos antes de ir a dormir.

¿Cuáles son los tres libros imprescindibles de Mann?

Los Buddenbrook –publicado en 1901, cuando tenía 26 años–, La muerte en Venecia [1912] y Doktor Faustus [1947]. Pero me temo que tengo que añadir dos más.

¿La montaña mágica?

— Sí. Y Confesiones del estafador Félix Krull. Es la última novela que publicó. Trabajó en él entre 1952 y 1954, cuando se acercaba a los 80 años. Acababa de volver a Europa después de los años en Estados Unidos y retomó una narración que había escrito cuarenta años atrás. El personaje tiene algunos elementos autobiográficos. Parece que nos explique que, en vez de un mago, en realidad Thomas era un estafador, un farsante.

Era un inventor de historias.

— Un novelista como Mann no te lo puedes creer nunca. Pero no solo como creador, sino tampoco sus ideas políticas, y tampoco te lo puedes creer como marido ni como padre.

Katia Mann y sus seis hijos

Seis miembros icónicos de la familia Mann

1.
Júlia da Silva Bruhns
Julia da Silva Bruhns, mare de Thomas Mann

La madre de Thomas Mann había nacido en Brasil y, después de casarse con Thomas Johann Heinrich Mann, comerciante de grano y senador, se instaló en Lübeck. "Ella siempre fue percibida como diferente, en una ciudad como Lübeck –recuerda Tóibín–. Para ella también fue un gran cambio. Durante la investigación para el libro fui a la casa donde Júlia había nacido, un lugar rodeado de agua y con un cielo claro... Me ayudó a entender mejor al personaje". De entre las páginas más emotivas de El mago están las que dedica a la muerte de la madre del escritor.

2.
Heinrich Mann
Heinrich Mann

Nacido en 1871, cuatro años antes de que Thomas Mann, Heinrich fue el primogénito de la familia. Después de la muerte del padre y decidido a convertirse en escritor, se trasladó a Múnich con su madre. Thomas se quedó en Lübeck, primero estudiando y después trabajando en las oficinas de una aseguradora antiincendios. En lugar de hacer lo que le pedían, Thomas escribía relatos en los libros de cuentas de la empresa.

3.
Katia Pringsheim
Katia Pringsheim

Hija de una pudiente familia de origen judío, Katia Pringsheim abandonó los estudios de física y matemáticas para casarse con Thomas Mann cuando tenía 21 años. La pareja se instaló en Múnich y tuvieron seis hijos. Katia fue siempre la primera lectora de los relatos y novelas de Mann. La montaña mágica, inspirada en su estancia en el sanatorio por tuberculosis de Davos, le hacía reír, tanto que su hijo Golo creía que era una novela de humor.

4.
Erika Mann
Erika Mann

"Desde El mago, siempre que me piden algún consejo sobre escritura respondo: «Lo que no tienes que hacer nunca es escoger una familia con seis hijos»", asegura Colm Tóibín, en relación con la descendencia de Thomas Mann y Katia Pringsheim. La primera de los seis hijos, que llegó en 1905, fue Erika. Estudió teatro en el Berlín de los años 20 y compaginó la actuación –arriba del escenario y en el cine– con el periodismo, la escritura y el compromiso político. Entre los libros que publicó hay uno sobre el viaje que en 1927 hizo con su hermano Klaus, Una vuelta al mundo, y otro sobre los últimos meses de vida de su padre, Das letzte jahr [El último año, 1958].

5.
Klaus Mann
Klaus Mann

Nacido un año después de Erika, Klaus mantenía una relación muy estrecha con su hermana y a menudo hacían equipo para hacer perder los papeles al padre. Su homosexualidad fue uno de los puntos de conflicto familiar. Su posicionamiento político, más próximo al de Heinrich, acabó siendo otro. Klaus perdió la nacionalidad alemana al poco del ascenso al poder de Hitler y se tuvo que exiliar a Checoslovaquia, los Países Bajos y Estados Unidos. Publicó novelas como Mefisto (1936) y El volcán (1940), y libros de memorias como Cambio de rumbo (1942). Murió de sobredosis de somníferos a los 42 años.

6.
Elisabeth Mann
Elizabeth Mann

Después de Golo y Monika –que también serían escritores–, en 1918 llegó el quinto y penúltimo hijo, Elisabeth, solo un año antes que Michael. Elisabeth, que se acabó convirtiendo en una experta en leyes marítimas, oceanografía y medio ambiente, se casó con un autor antifascista, Giuseppe Antonio Borgese, 36 años mayor que ella. La diferencia de edad fue motivo de controversia en la familia, pero el enlace salió adelante y los Borgese Mann tuvieron dos hijas biológicas y un hijo adoptivo. Fueron los únicos nietos de Thomas y Katia Mann.

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