C. Tangana: "De currante he pasado a artista, que es la mejor forma de dejar de trabajar"

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C. Tangana en el Hotel Majestic de Barcelona.

BarcelonaAntón Álvarez, Pucho para los amigos y C. Tangana para la música, es el hombre del momento gracias al disco El madrileño (Sony, 2021). En este caldo de músicas populares españolas presentadas con estéticas propias de las músicas urbanas, C. Tangana destaca por la ambición artística y por la manera cómo ha implicado en el proyecto a Kiko Veneno, Jorge Drexler, Elíades Ochoa, Touquinho, Gipsy Kings, Andrés Calamaro y Omar Apollo, entre otros. "Se trata de aprender de los maestros y vincularme a gente que tiene talento para aprender y estar fresh", dice el autor de Tú me dejaste de querer, una de las grandes canciones del pop español de los últimos años.

¿El madrileño es tu manera de conectarte con un linaje, con una tradición de la música popular?

— Creo que es mi forma de sumarme. Ha sido como una actualización de todo mi bagaje real, de quién quiero ser dentro de todas las cosas que escucho. Para mí ha sido como destapar algo que estaba ahí y que yo empujaba para abajo. Siempre he escuchado un montón de música, la he disfrutado y la he compartido, pero hasta que no hice Un veneno no me atreví a no tener ningún tipo de complejo con ningún tipo de género. Con este disco pretendo pertenecer a todo eso que admiro.

¿No has buscado legitimarte a través de las colaboraciones?Antes que nada, he intentado aprender, y después traer las canciones hasta el lugar más grande posible.

— He tratado de aprender, antes que nada, y luego llevar las canciones hasta el lugar más grande posible.

El paso que empezaste a dar con Un veneno suponía un cambio en la manera de producir. ¿Cómo se lo planteaste con Alizzz?

— Surge de manera natural, por la forma que tenemos de trabajar sobre todo a partir de Para repartir, que es la canción que hago después de Un veneno. A partir de ahí empezamos a construir. Hay una especie de manifiesto que no hace falta que escribamos pero que los dos conocemos. Es como un lenguaje propio que compartimos porque hemos pasado muchísimas horas en el estudio; nos entendemos muy bien. Sabemos lo que queremos. Y luego está Víctor Martínez, que ha sido muy importante como compositor y arreglista. Han sido las patas que mi intuición necesitaba para hacer algo como esto.

Ferran Palau explica que Alizzz le llamó porque quería producir unos temas propios con músicos tocando instrumentos. ¿Ese camino lo vas a explorar en directo?

— Todavía no se sabe qué va a pasar con el directo, pero estas canciones nacen de la guitarra y tiene que haber guitarras seguro. Ya veremos qué es lo que el mundo nos deja hacer.

¿Te lo tomas con paciencia? 

— Sí, estoy supertranquilo con eso. Estos temas y esta forma de pensar la música nacen también de las sobremesas y los backstages con Víctor cuando él saca la guitarra, que tiene mucho que ver con cuando mi tío Jesús Rico sacaba la guitarra y cantaba con su hija Carola, que es una forma de vivir la música así no profesional. Y luego hay un upgrade en el disco y es superprofesional, pero hay una raíz popular que también se puede legitimar con una guitarra y cuatro colegas que no son músicos. Algo de eso me gustaría darle a la gente, esa intimad.

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Un veneno recuerda a lo hizo Albert Pla con Joaquín el necio: inscribirse en la tradición de la rumba siendo él mismo.

— Más gente me lo dijo, que Albert Pla que tenía que ver con eso. Todas esas comparaciones son elogios. Nunca le he tenido como una referencia explícita, sino lo hubiera dicho, como he hecho con el resto, pero puede que haya algún paralelismo. En cualquier caso, yo lo admiro, así la comparación me parece de puta madre.

En el disco te enfrentas a una serie de géneros musicales que se cantan de frente, mirando a los ojos.

— Me parece una forma muy bonita de pensarlo. A mí me nace de la forma de escribir.

La copla, el son o el bolero no se escriben para cantarlos a multitudes. Y aunque delante haya 10.000 personas, el artista lo canta como si de dirigiera a una sola persona. Es algo que con el rock o el hip-hop cuesta más hacer.

— Sí, es como muy íntimo. Es una forma muy emocional de escribir que parece como que es muy íntima. Sí que lo pienso, sí. Aunque Demasiadas mujeres me parece que es música para estadios. Pero sí que hay esa intimidad, hay muchísimo de eso.

¿Te sientes más cómodo escribiendo desde la sensación de pérdida que desde el deseo?

— No. Creo que Comerte entera es una canción de amar y querer. Y la que hacemos com Elíades también. Pero sí, la pérdida y el lado oscuro de las cosas siempre me han inspirado. Y muchos de los artistas que más amo y que siempre han sido una referencia para mí en el cine, en la literatura y en la música han tirado por ahí.

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Al cabo de un tiempo de haber hecho una canción, ¿descubres referencias que te han inspirado, incluso de manera inconsciente?

— Sí, todo lo que hago es de alguien. La cosa es que como yo la propongo y el prisma por donde pasa cuando pasa por mí lo convierte en algo distinto. Por eso he querido hacer patentes todas las referencias que hay en el disco y que se vea el puzzle. Creo que es una forma guai de presentarlo; simplemente citar directamente lo convierte en un discurso y no solo en una canción.

¿En algún momento te diste cuenta de que tu carrera primero tenía que ser muy sólida en España antes de competir con Bad Bunny?

— No. Por mucho que la gente lo crea, yo no pienso mi carrera en términos mercadotécnicos. Yo utilizo la mercadotecnia para que mi música me permita seguir haciendo más música. Yo siempre pienso mi carrera desde un punto de vista emocional, desde las canciones. Hago las canciones, y luego ya veremos qué pasa. Pero nunca he dirigido mi carrera en base a: “buah, si hiciera esto podría competir con J Balvin”. Nunca he pensado eso. Siempre he ido al estudio a intentar hacer lo que mejor sabía, lo que más me gustaba. El estudio, la música y la emoción siempre están por delante de la visión mercadotécnica, aunque tengo en sambenito colgado de que lo que yo hago es buen márqueting. Yo lo que hago son buenas canciones. Pero, bueno, aprobé también en márqueting.

Y está bien.

— Sí, sí, siempre lo he reivindicado, pero se me dan mejor otras cosas. Cuando lo reivindicaba tanto era porque en la música urbana éramos todos tontos... y cuatro años después de repente la música urbana es la industria de la música. Por tanto, yo creo que ese mensaje ha sido positivo y a mí me ha venido bien porque yo era un currante y de currante he pasado a artista, que es la mejor forma de dejar de trabajar.

Nominao, el tema con Jorge Drexler, ¿es una canción de ponerte la venda antes de la herida por si las cosas no salen bien?

— No, no. Yo llevo haciendo música desde los 14 o 15 años. Mi carrera musical ha pasado por un montón de estadios y no se está triunfando todo el rato. Yo me he sentido estúpido, frustrado, sin éxito, incomprendido… No siempre he sentido que cada vez estaba triunfando más. El progreso no es lineal. No siempre avanzas. A veces estás progresando y a veces estás yéndote a la puta mierda. Ni siquiera por ser más conocido estás progresando en tu carrera. Hay veces que discos con menos éxito te conducen a que tu carrera sea más larga, o a ti te llenan más como artista. Creo que lo que cuenta Nominao es algo que yo he sentido, y Jorge con una carrera tan larga seguro que lo ha sentido en algún momento.

Cuando en los Oscar no le dejaron cantar su canción, por ejemplo.

— Sí, y luego la cantó cuando le dieron el premio. Nosotros tenemos un vínculo especial relacionado con los premios porque conocí a Jorge Drexler en una alfombra roja de los Latin Grammy, y porque esa canción la escribimos una noche que él me invitó al estudio, porque iba a pasarse toda la noche esperando a ver si le daban un premio en la última entrega de los Latin Grammy. Fue un momento muy emotivo y bonito que me vincula mucho con Jorge por su forma de escribir. Él siempre me dice que estoy muy comprometido con lo que escribo porque escribo de cosas que yo quiero decir, y que eso le vincula a mí aunque yo haya empezado rapeando y él estuviese leyendo décimas.

¿Te interesan las décimas?

—  Me interesan porque le interesan a Jorge, pero no especialmente. Yo siempre he renegado de la poesía tradicional, la métrica me parece como… Pero luego él me dice: “Pero si lo estás haciendo todo el rato. Escribes como el romancero, cuartetos octosílabos, cada vez que haces esto estás en el endecasílabo…” Me ha enseñado a verlo, pero siempre trato de huir. Si me acerco a la décima es por él y por Andrés [Calamaro], que son grandes fans.

¿A Andrés Calamaro también lo conocías antes de hacer la canción del disco?

—  A Andrés le dio mi teléfono Jorge. Estuvimos hablando a distancia, y luego me junté con Bebe [Contepomi], que es un periodista argentino muy famoso que es muy amigo de Andrés, y también gracias a él sentí la necesidad de que eso tenía que pasar. La primera vez que nos vimos en persona, fue cuando escribimos Hong Kong.

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Esa colaboración con Andrés Calamaro es la que te conecta con el rock, que es el mundo con el que era más difícil relacionarte. 

—  Si, por eso es la última canción del disco, es la más alejada de mí, aunque yo he sido muy fan de Calamaro. Honestidad brutal me lo sé entero, y Los Rodríguez se escuchaban mucho en mi casa. Pero sí que me siento muy alejado de la estética rock. Me sigo sintiendo alejado aunque haya hecho un tema de rock con Andrés Calamaro. No es mi disfraz favorito.

De todos modos, a veces tu actitud al interpretar conecta con el rock urbano madrileño de los años setanta, como si Burning se hubieran reencarnado en ti con herramientas estéticas contemporáneas.

—  Puede ser, Burning me molan. De hecho, conocí a alguien de la familia de los Burning, una chica, muy maja. Si tengo algo que ver con esa movida y con esa peña me parece lo puto más. Con muchos de los artistas con los que he estado en el estudio me pasa eso también, que no hay una afinidad estética pero conectamos. Es de puta madre haber conocido a Jorge Drexler antes de dar entrevistas porque ahora parece que soy mucho más listo. Jorge dice que él se junta con artistas no por afinidad estética sino por afinidad deontológica, que es esta forma de cómo pensamos qué es lo que somos como artistas. Mira lo que pasa el rap y el rock. Biggie [The Notorious B.I.G.] era una puta estrella de rock, pero no era una estrella de rock, era otra movida, pero se entiende. Yo creo que eso pasa.

Hace años se explicaba que en los mismos barrios donde se hacía rock urbano en los años setenta, se hacía hip-hop en los noventa.

—  No conocía ese vínculo pero tiene sentido. Hermanos Herméticos es un grupo mítico para nosotros, hemos ido a todos sus bolos, solo los conocíamos nosotros pero eran la polla, y con ellos tenías la visión de Madrid. Y hay una frase del Supra, de Hermanos Herméticos, que dice: “Qué me vas a contar si nací en Madrid con los putos rockers”. Siempre hay alguien que trae un legado de otra movida. Estoy a favor de eso, y si tengo algo que ver, estoy encantado.

¿Qué Madrid quieres explicar en tus canciones?

—  Cuando empecé a rapear mi primera demo se tituló Madrid files, y son tres canciones sobre la ciudad. Siempre ha aparecido recurrentemente en mis temas de rap. Creo que hay una forma de entender lo castizo, de entender España, de entenderme quién soy yo en el mundo también, que tiene que ver con Madrid. Luego he intentado ser abierto, que es como yo considero que es Madrid, y también no tratar de traer tópicos de lo que se considera madrileño, sino que de repente lo madrileño pueda ser otra cosa y que se pueda ver como otra cosa. Siendo auténtico, porque yo soy de Madrid y se nota en mi forma de hablar, que todo eso se pueda reinterpretar, que se vea de otra forma, que tenga un colorcito más fresco, que se vea que un madrileño un poquito más moreno está más guapo.

Tienes también una conexión catalana, sobre todo por Alizzz, pero ahora también por Ivan Floro (Van Vuu), el pintor que ha hecho el arte del disco. 

— Sí que tengo una relación con Catalunya, sí. De hecho, tenía música hecha con Refree y escribí un tema que se llamaba La patria chica que tenía unas referencias a Banyoles. El Pescaílla, por ejemplo, es muy importante para mí, y en general son un gran fan de cómo la burguesía catalana ha cuidado la cultura, que es muy distinto a como la burguesía madrileña ha cuidado la cultura. Soy muy fan y gran visitador de Catalunya en general y de Barcelona en particular. A Van Vuu llegué por Instagram. Vi su movida y me gustó mucho. Y creo que ha sido otro de los aciertos de la dirección creativa de este álbum. Me encanta lo que hace. Son óleos de verdad que hemos pasado a digital pero, vamos, yo tengo el cuadro de Demasiadas mujeres en el salón de mi casa, y mi madre tiene otro, y en la oficina de la productora Little Spain hay otro.

¿Qué es lo que te atrae tanto del Pescaílla?

— Para empezar, cantaba casi todos los géneros que a mí me gustan, lo que pasa es que los hacía todos en rumba. Hacía bossa nova, cantaba boleros, canciones de Frank Sinatra, era como nuestro crooner y a mí me encanta. Me encanta el personaje y su gusto musical, aunque no sé si eso lo hacía porque en ese momento esas eran las canciones que había que hacer para triunfar, pero tomó decisiones de la hostia. Una de mis canciones favoritas es su versión de Sabor a mí, que me parece la mejor versión del universo. Le reivindico porque me encanta, porque es uno de mis artistas favoritos. Me hubiera encantado vivir esa movida, ese internacionalismo de alguien tan autóctono y tan de raíz. Me parece salvaje y muy a reivindicar. Me hubiera gustado ver cómo eran esas fiestas y ese ambiente cultural y esa movida. Era un momento de una clase y una sofisticación en todo, siendo gente muy poco elitista, todo lo contrario, vamos.

¿Qué composición tuya es la que te ha dado más rendimiento económico?

— Creo que Tú me dejaste de querer va a superar a todo dentro de poco. Quiero decir por todo lo que te ofrece, no por la pasta directa, sino por todo lo que puede generar una canción. 

¿Más que Booty?

— Sí, Booty no me abrió tantos campos ni me ofreció nada que me sirviese como estatus para negociar otras cosas. Creo que Tú me dejaste de querer también va a superar en mucho en reproducciones, que sería el equivalente a la venta física de discos. Tú me dejaste de querer va a ser mi gran carta. 

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Unos meses después de tu concierto en el Sónar de 2017...

— El peor concierto de mi carrera. Y me dijo Kigo [Iñigo Elosegui, el mánager de C. Tangana]: “Eso no le importa a nadie, que haya sido el peor, ya verás lo bien que nos va a ir esto".

Sobre aquel Sónar, comentabas que aquel no era tú público, pero que también querías llegar a ese público. Cuatro años después ya has llegado a todos los públicos. ¿En 2017 tenías está aspiración?

— Entonces tenía sobre todo la aspiración de salir del gueto raperístico. Era mi intención porque queriendo ser un raper yo tenía muchas influencias de otras músicas; siempre era tener un pie dentro, un pie fuera, que creo que es el mismo ejercicio que he hecho ahora, lo que pasa es que más radicalizado y con más tiempo para pensar y hacer coses más guais. 

Es lo mismo, pero con un alcance mucho mayor.

—  Sí, claro, ahora escribo mejor las canciones, tengo una perspectiva más nítida de mi carrera, sé qué cosas funcionan y qué cosas no. Ha sido un aprendizaje, pero la intención era la misma. Eso sí, el cambio ha sido una puta locura, la verdad.

¿Cómo lo asimilas?

— Bien, yo tengo una familia, y unos amigos que lo son desde hace mucho tiempo, y el rol social que yo cumplo ahí sigue siendo el mismo, más o menos. Mis amigos me siguen tratando igual, y yo paso mucho tiempo con la gente a la que quiero. Entonces, hay momentos en que si no miro el móvil todo eso no existe. Existe porque pillo una casa en Marbella y meto a treinta colegas ahí, y de repente estamos todos ahí y se nota que este no es el Pucho normal, pero el resto del tiempo es Pucho normal jugando a la Play, cenando con mi madre, con mis primos, con mis colegas de hace muchos muchos años. Eso me quita toda la tontería. Ha habido momentos, cuando más estaba viajando y de repente me despertaba un día en un hotel en Miami y al día siguiente en Los Angeles con gente que me conocía de hacía tres meses, que te pierdes un poco más, pero si estoy aquí en contacto con mi gente, es que no vivo esa vida.

¿Te interesa perfeccionar la expresividad de la voz?

—  No especialmente. ¿Estaría bien cantar mejor? Sí. ¿Tengo tiempo para eso? No. Interpretar más, sí, eso siempre. Sí que soy capaz de interpretar, lo que no soy es un buen instrumento. Soy un requinto de un tío que ha tocado siete años con ese requinto. Tengo un estilo, una solera, pero no soy el último modelo de teclado Korg que tiene todos los sonidos. No me interesa arreglarme el requinto. En mi familia es muy habitual que los tíos empiecen con una frase: "Tú lo que tienes que hacer…" Y a lo mejor no tienen ni puta idea de lo que haces, pero es como una tradición de mi familia. Y mi tío me decía: "Tú lo que tienes que hacer es apuntarte a clases de canto". Y, efectivamente, se equivocaba porque eso me hubiera quitado mucho tiempo de hacer lo que tenía que hacer, que es relacionarme con personas y buscarme por otro lado. Hay una fantasía mía de tocar un instrumento después de estudiarlo mucho tiempo. Para cantar yo creo que ya no estoy a tiempo, pero hubiera sido bonito.

¿Has adquirido el estatus de artista que ya no necesita decir nada en las redes porque los fans y los haters son los que se encargar de dirimir los asuntos entre ellos mientras tú te lo miras desde la barrera?

—  Más o menos, pero creo que todavía hay muchas cosas que hay que explicar. Es una conversación que tenemos Kigo y yo. Él me dice: "Nosotros nos sabemos el rollo, pero la gente no. La gente está pensando cosas que no tienen nada que ver, la gente no entiende todo eso que tú quieres decir". Yo le decía: "Tío, con este disco no voy a hacer promoción. El disco va de puta madre, que escriban lo que quieran, yo paso, yo ya he hecho el disco, llevo dos años currando, curra tú ahora y dedícate a que el disco pete". Y me contestó: "Tú te crees que has explicado todo y que se entiende, pero si no lo dices tú no se va a entender lo que tú quieres, sino otras movidas". Y es verdad. Aunque hay mucha gente hablando, no necesariamente dicen cosas con sentido. Sí que ha llegado un punto que no tengo que estar todo el rato pendiente de estar en internet dando el coñazo, pero sí que hay cosas que está bien explicarlas y hablar de ellas para que por lo menos se conozca mi idea, que lo que yo pienso también quede ahí como versión oficial.

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