Alfred García: “Estoy casado con la música y no me puedo divorciar”
BarcelonaAlfred García (El Prat de Llobregat, 1997) retoma el camino musical que abandonó hace dos años, agotado de las dinámicas que le reclamaban a raíz de la exposición mediática de Operación Triunfo. Vuelve con un disco titulado 1997 (Universal).
A finales de 2019 decidiste tomarte una pausa porque necesitabas “parar y vivir”. Y poco después llegó la pandemia...
— Fui como un visionario porque paré justamente antes. Sí, lo dejé todo, pero estoy casado con la música y no me puedo divorciar, estoy completamente enamorado. Hemos discutido, podemos pasar épocas más buenas o más malas, pero siempre estamos juntos. Y he podido vivir, sí. He podido hacer cosas normales.
Titulas el disco con el año de tu nacimiento. ¿Tu biografía continúa siendo tan importante a la hora de escribir canciones?
— Sí, ¿porque si no de qué hablo? Básicamente hablo de mis experiencias vitales. No tengo tanta facilidad como Joaquín Sabina para hablar sobre las vidas de los demás o para inventarme vidas o personajes.
¿Has hecho un disco menos crispado?
— En este disco me he matado a mí mismo unas cuantas veces, he resucitado unas cuantas más y me he reído de mí mismo. Todo ha sido algo más relajado, sí. Hablo desde la serenidad. Me ha hecho mucha ilusión pasarme dos años produciendo, grabando y escribiendo este disco porque lo he disfrutado. He podido hacer el camino sin que nadie me agobiara. Al final he hecho lo que me ha dado la gana, y esto tiene cosas buenas y cosas malas. La buena es que ha quedado un disco del que estoy muy orgulloso.
¿Y la mala?
— Bueno, la mala es que he estado dos años desaparecido, y quizás hay alguien que ha dicho “Si este chico no saca nada, pues fuera”.
En este sentido eres bastante clásico, en lugar de estar publicando un tema con videoclip cada mes y medio...
— Ahora lo que se supone que tendría que hacer dentro de un mes es sacar una nueva canción, pero no es mi plan. He hecho un poco lo que hacen los artistas clásicos, como Bon Iver o Pink Floyd, que sacaban discos y no publicaban nada más en tres años, o como Extremoduro, que sacan un disco sin avisar y funciona. Realmente, no estoy siguiendo los paradigmas de la industria actual, pero no digo que no lo haga a partir de ahora porque tenemos que tener claro que todo ha cambiado y el disco también habla un poco de esto, porque está un poco basado en la filosofía líquida de Zygmunt Bauman. La música cada vez dura menos, las canciones duran un mes, y hay artistas que se queman en un mes.
¿Qué explicas en Praia dos Moinhos? Es una canción donde dices que solo quedan buitres...
— Hay canciones como Praia dos Moinhos, Mi canción y Toro de cristal en las que hablo un poco de autodestrucción o de las personas que están a tu alrededor y que quieren acabar contigo o aprovecharse; por eso la metáfora de los buitres.
Otra liza es la primera composición que compartes con tu tío, el poeta y periodista David Castillo, ¿verdad?
— En realidad hacemos muchas con David. Se enfada conmigo porque tenemos unas treinta, y dice: “Hostia, ¡solo publicas una!” Otra liza creo que es la mejor, y por eso la publicamos. Es de las mejores canciones del álbum y David es un poeta y un escritor excepcional; le quiero mucho y me ayuda mucho a tener los pies en el suelo.
¿Y cómo surgió la colaboración con el Niño de Elche en la canción 1997?
— Creo que es lo más normal que ha hecho el Niño de Elche en toda su carrera [ríe]. Todos los artistas con los que he colaborado están un poco en la periferia. Son artistas bastante auténticos.
Hay una canción donde hablas nuevamente de Londres, pero también de Gràcia y el Raval. ¿Qué representan para ti?
— Bueno, realmente son los barrios donde menos voy. Pero hablo de Gràcia y del Raval desde la periferia, como visto un poco desde la montaña pelada, por donde el Coll y Vallcarca. Más o menos va por aquí la cosa, que yo lo veo todo desde la periferia, una periferia que es más mental que física.
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