Cine

La coproducción catalana 'Matadero' lleva la violencia brutal de la lucha de clases al Festival de Locarno

La película dirigida por Santiago Fillol se presenta a la sección Cineastas del Presente

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Una imagen de la película 'Matadero', de Santiago Fillol.

LocarnoObra fundacional de la literatura argentina, en El matadero el escritor Esteban Echeverría (1805-1851) plasmaba la violencia del gobierno de Juan Manuel de Rosas a mediados del siglo XIX a través de la descripción meticulosa y brutal del degüello de medio centenar de terneros en un desollador ante una multitud que, embriagada por la orgía de sangre y vísceras, acaba destripando también a un joven de ideología contraria que pasa por allí. En Matadero, su primer largometraje en solitario presentado este miércoles en el Festival de Locarno, el argentino establecido en Barcelona Santiago Fillol parte del cuento de Echeverría, pero lo traslada a otro contexto histórico: Argentina de 1974, cuando ya está en marcha la maquinaria de represión asesina contra los militantes de izquierda que allanará el terreno a la inminente dictadura.

Matadero, aun así, arranca con un prólogo en tiempo presente para generar un marco narrativo propio de las leyendas. En una sala de cine está a punto de proyectarse por primera vez una película maldita porque su filmación supuso la muerte de diferentes participantes. Su director, Jared Reed, un cineasta norteamericano de serie B de culto, espera que la audiencia sepa ver en aquellas imágenes algo más que muertes... El flashback que seguidamente nos traslada al rodaje del film en cuestión se despliega cargado del suspense de anticipar que algo terrible tendrá lugar en la historia. Ahora nos encontramos en la Argentina de los años setenta, donde Jared (Julio Perillán) quiere sacar adelante una adaptación de El matadero en la que la lucha de clases estalla de la manera más salvaje. La trama se situará en una finca del siglo XIX donde los trabajadores se rebelan contra los patrones, los desuellan como al ganado y, se rumorea, se los llegan a comer. Jared cuenta como asistente con una alumna suya argentina (Malena Villa) que también ejerce de voz narradora. En el elenco del film dentro del film se mezclan un grupo de estudiantes de la izquierda radical que ponen en escena teatro agit-prop para la clase obrera y los trabajadores del desollador local. Los jóvenes encarnarán a los burgueses, y los matanceros, los obreros sublevados. Pero el rodaje se empieza a complicar. El productor los abandona bien pronto. Los estudiantes revolucionarios no están de acuerdo con el mensaje político del film. Uno de los trabajadores del desollador pone en evidencia el trato clasista que se les otorga en el set. Y un día, las autoridades políticas llaman a Jared a Buenos Aires...

Santi Fillol debutó como director con Ich bin Enric Marco (2009), un documental cofirmado con Lucas Vermal que acompañaba al falsario presidente de la Amistosa de Mauthausen en la búsqueda por Alemania de su memoria personal. Después de haber ejercido también como guionista de Mimosas (2016) y O que arde (2019) de Oliver Laxe, este argentino establecido hace años en Barcelona presenta su primer largo en solitario, un thriller político de múltiples capas sobre la (im)posibilidad de la revolución, el ejercicio de la violencia política, la represión estatal y los límites de la representación artística de todo. El director opta por un ejercicio metacinematográfico, una película sobre el rodaje de una película que se desarrolla con la intensidad de un thriller.

En Matadero se plantean las muchas tensiones y contradicciones que comporta desde la lucha revolucionaria la producción de un film. La figura del director Jared, contemplado desde el punto de vista de su asistente, se asimila a la de un líder revolucionario que conduce su equipo al objetivo de conseguir un ideal que trascenderá en el tiempo, con toda la capacidad de manipulación que esto comporta. Los jóvenes militantes de izquierda mantienen la distancia de clase con el subproletariado a quien a priori quieren salvar. Uno de los trabajadores del desollador recuerda que el obrero subversivo tiene que generar incomodidad y no compasión o simpatía... Y el film juega constantemente con el suspense alrededor del inminente estallido de violencia en alguno de los niveles de ficción y de cómo se nos mostrará. Con una solidez y una complejidad poco habitual para una primera ficción en solitario, Santiago Fillol consigue una película que combina la dialéctica política, la reflexión cinematográfica y la tensión de un thriller de época.

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