Las alocadas aventuras de Michel Houellebecq en Antillas Francesas

El punto álgido de la tercera colaboración cinematográfica entre el cineasta Guillaume Nicloux y el Michel Houellebecq actor es un concurso de imitadores del también escritor que se celebra en la isla de Guadalupe, donde el protagonista acudió para promocionar su última novela. Hace décadas que Houellebecq se ha convertido en un personaje mediático a quien le encanta ponerse en escena, una habilidad que Nicloux decidió explotar en el cine en forma de comedias híbridas en las que el autor de Plataforma se interpreta a sí mismo en contextos improbables. Esta vez le suman una colaboradora, la cómica Blanche Gardin, con la que se embarca en este viaje lleno de imprevistos por un territorio de ultramar.

Nicloux quiere hacer una comedia popular y alocada que, paradójicamente, fuera de Francia se convierte, con sus citas en Michel Onfray y Alain Finkielkraut, y los cameos de Françoise Lebrun y Gaspar Noé, un filme para iniciados. El director apuesta por un humor poscolonial en el que, en medio de chistes algo sudados sobre los arquetipos raciales y los conflictos entre metropolitanos y antillanos, destaca algún recurso gracioso como el del chófer que practica la resistencia lingüística hablando siempre en criollo a los parisinos. Junto a una locuaz Gardin, Houellebecq no habla mucho (que nadie espere declaraciones polémicas) y se deja llevar arriba y abajo. Y sí, incluso en un filme irregular y con ese mínimo esfuerzo, funciona como agente cómico.