Las diecisiete muertes de Robert Pattinson

Basta con echar un vistazo a este diario para darse cuenta de que no vivimos tiempos sutiles. A diestro y siniestro encontramos demagogos que proclaman verdades absolutas y divisiones entre buenos y malos que no entienden de matices. Es justo, entonces, que Mickey 17 responda a esta derrota moral identificando el daño en un mesiánico magnate intergaláctico que Mark Ruffalo encarna con una vehemencia inflamada y una estupida vileza que señala sin ambigüedades ni tapujos Donald Trump. Esto condena a Ruffalo a un rol más cercano al de un imitador que al pleno desarrollo de un personaje, pero Bong Joon-ho nunca ha tenido problemas a la hora de moverse en la farsa estridente, quizás por su habilidad para solapar todo tipo de situaciones y ametrallar la pantalla con ideas garantizando un flujo de energía permanente.

Cinco años después del éxito global de Parásitos, Bong vuelve a los códigos de la ciencia ficción que ya retorció a Snowpiercer, ya lo que se ha convertido en el motivo rector de toda su filmografía: la indefensión del individuo ante el poder, idea que en Mickey 17 toma el rostro alucinado de Robert Pattinson como un pobre pastoreo que habría hecho bien en leer la letra pequeña antes de firmar el documento en el que declaraba su cuerpo carne de cañón susceptible de ser destrozada y clonada según las necesidades de la empresa contratante. El recital cartoonesco de muertes fútiles a las que se ve sometido el protagonista da los momentos más brillantes de un filme donde Bong vuelve a sobresalir como orquestador del caos, pero en el que también resbala por primera vez en una cierta imprecisión (o, directamente, autoindulgencia), acumulando personajes, gags que no funcionan por completo (como el excedente de metraje que provoca que la película llegue agotada (y agotando) a su desenlace.

Vuelve el director de 'Parásitos' con una comedia antitrumpista