¿Por qué es tan fascinante la película sobre Bob Dylan?
'A complete unknown', protagonizada por Timothée Chalamet, va más allá del 'biopic' convencional
BarcelonaDe repente empecé a llorar profundamente emocionado por todo lo que explicava aquella escena que estaba viendo en el cine. Por cómo el cineasta James Mangold había decidido montar la interpretación de la canción The times they are a-changin' de Bob Dylan, por cómo la estaba cantando el actor Timothée Chalamet... y porque unos versos erosionados por los tópicos adquirían significados nuevos en ese momento preciso.
A complete unknown, la película sobre los primeros años artísticos de Bob Dylan (1961-1965), es una propuesta fascinante construida como una leyenda que juega conscientemente con el simulacro y el anacronismo, a veces dejando los hechos documentados en el limbo del fuera de campo y generando una posibilidad divertidísima: que algún dylanófilo se enfurruñe como lo hicieron algunos puristas del folk cuando Dylan blandió la guitarra eléctrica. Es una fábula que, como defiende el subjefe de Cultura del ARA, Xavi Serra, impugna los tópicos del biopic porque huye de los relatos de superación y/o redención. El arco dramático no persigue cerrar una historia moral, sino colocar al protagonista en la tesitura del personaje de western que termina el metraje caminando hacia el horizonte con el sol en la espalda y las alforjas llenas de añoranza, plegarias desatendidas, sueños y dignidad, todo a la vez. Pero en vez de a caballo, montado en una moto.
Como dice la crítica de cine Eulàlia Iglesias, Mangold elige la vía del final de El hombre que mató a Liberty Valance ("Print the legend!"), porque en el Oeste (como en la música), "cuando la leyenda supera la realidad, se publica la leyenda". Aunque, aparentemente, el guion está basado en el libro Dylan goes electric!, de Elijah Wald, el cineasta no impugna "el misterio Dylan" con la inabarcable documentación periodística sobre ese período ni con el material biográfico de libros como Positively Main Street (1971), de Toby Thompson; Dylan (1972), de Anthony Scaduto, o sobre todo En Freewheelin' time: a memoir of Greenwich Village in the sixties, de Suze Rotolo, la mujer que en el filme está representada por el personaje de Sylvie Russo que interpreta a la actriz Elle Fanning. Mangold prefiere desafiar el misterio mostrando la tramoya de un artista que no era exactamente "un desconocido". Lo hace con pequeños detalles colocados en momentos relevantes, como el álbum de fotos que hojea al personaje de Joan Baez (la actriz Monica Barbaro) y que desmonta la invención del pasado feriante; una fantasía, por cierto, que el propio Dylan evocaría en los años setenta con la juglaresca gira The Rolling Thunder Revue.
Dylan, vestido de leyenda
Mangold no la acertó con el biopic de Johnny Cash, En la cuerda floja (2005), demasiado pegado a las convenciones del género. En cambio, en A complete unknown juega con unas cartas distintas y presenta a Dylan como un hombre de 20 años que se inventa el pasado para vestirse de leyenda, aunque su talento seguramente no necesita tantas máscaras para legitimarse. Y una vez repartido el juego, levanta una ficción basada en hechos reales y mentiras que, paradójicamente, se convierte en un magnífico retrato del artista joven. No dibuja a un Dylan tocado por una genialidad innata, sino a un joven curioso que interioriza la poética musical de Woody Guthrie (de quien probablemente envidia que viviera la realidad que explicaba en sus canciones) i la bonhomía folk de Pete Seeger (de quien admira el entusiasmo) con la misma naturalidad con la que quedará fascinado por blues eléctrico del guitarrista Mike Bloomfield.
La misantropía y el narcisismo se asoman, sería absurdo obviar su presencia, pero Mangold lo compensa con escenas en las que Dylan toma decisiones a raíz de consejos de otros o de hallazgos artísticos que alaba y que posteriormente adopta con los brazos abiertos. La película incide en este Dylan espectador que escucha y considera opiniones de otros, ya sea la recomendación de grabar canciones nuevas que le hace Russo o el apoyo que recibe cuando el personaje de Johnny Cash le dice que no deje de liarla. En cualquier caso, describe el narcisismo y el respeto sin cargar la caligrafía, simplemente con detalles como apagar un televisor aburrido de la actualidad o dedicar unos segundos al intercambio de miradas entre Dylan y Seeger (un extraordinario Edward Norton interpretando a una de las mejores personas del mundo).
Sí, conocer el contexto y la biografía de Bob Dylan seguramente enriquece la visión de A complete unknown, pero el mérito de la película es que funciona perfectamente como historia de los anhelos, las contradicciones y los conflictos inherentes a las transacciones entre vida y arte. Todo ello entre la interpretación de A song for Woody, en 1961, en un hospital frente al propio Woody Guthrie (el actor Scoot McNairy) y el momento cuando canta y toca con la guitarra acústica It's all over now, Baby Blue en el Festival de Newport de 1965, justo después de haber desatado la tormenta eléctrica con Maggie's farm, Like a rolling stone y It takes a lote to laugh, it take a train to cry. Cabe destacar la magnífica interpretación, como actor y como cantante, que ofrece Timothée Chalamet, que encarna la leyenda de Dylan con la misma actitud con la que la cantante Cat Power afrontó el cancionero del autor de Blowin' in the wind en el disco Cat Power sings Dylan: the 1966 Royal Albert Hall concierto (2023): huyendo de la imitación para rascar el culo del vaso de las emociones más genuinas. Por cierto, la polémica sobre si era mejor el Dylan acústico o el eléctrico la cerró el propio Dylan en esa gira británica de 1966: el pellizco era tan bueno y tan emocionante en eléctrico como en acústico.
Timothée Chalamet y Monica Barbaro, un dúo impecable
Como señala el crítico Gerard Casau, A complete unknown es una especie de musical que no lo parece, pero donde la mayoría de las canciones tienen un sentido dramatúrgico intencionado. Esta es una de las propuestas más fascinantes de la película: la forma en que las interpretaciones de las canciones construyen el relato y transmiten su carga emocional. Existen tres ejemplos prodigiosos, que además evocan diferentes fueras de campo. Uno es la escena en la que Chalamet y Barbaro, haciendo de Bob Dylan y Joan Baez, cantan It ain't me, babe; la letra de la canción confirma que lo que fuera que les unía sentimentalmente no va a ninguna parte, pero la interpretación habla de la felicidad absoluta que encuentran ambos juntos en el escenario. Además, Mangold hace que el personaje de Sylvie Russo, mirando desde un lateral del escenario, asuma la dificultad de formar parte de aquella aventura. El fuera de campo es un futuro en el que Dylan, casado con Sara Lownds, publicará la canción Visions of Johanna. Porque los artistas nunca cierran una historia.
El segundo ejemplo es una escena inventada en la que Dylan visita el plató de la televisión pública donde Pete Seeger realiza un programa musical educativo. El invitado es el bluesman Jesse Moffette, un personaje ficticio interpretado por el hijo del pionero del blues de Chicago Muddy Waters (tal y como me hizo notar Xavi Serra). Dylan se acerca para improvisar un blues con Moffette, y Mangold aprovecha la escena para transmitir que el anhelo principal de un músico es tocar por el placer de tocar. El fuera de campo es doble: hacia el pasado, el legado de Muddy Waters; y hacia el futuro, la gira interminable de Dylan.
El tercer ejemplo, aunque hay otros, es el que explico al principio del artículo: la interpretación de The times they are a-changin'. Musicalmente, resuenan el folk norteamericano y las baladas escocesas, y temáticamente conjuga la canción protesta arquetípica con la confrontación generacional y unas cuantas gotas de alarma profética inequívocamente bíblica. Chalamet la canta respetando estos orígenes, pero consciente de lo que quiere hacer Mangold. El contraplano es una sucesión de contraplanos del público y de músicos como Pete Seeger, y cada uno parece que esté interpretando a su manera versos como "no critique lo que no puede entender" o lo que habla de caminos que han envejecido. El fuera de campo es el poder del público para despojar al autor y apropiarse de las canciones. Por cosas como esta, y por Timothée Chalamet, A complete unknown es una película tan fascinante.