Cine

Hayao Miyazaki, el rey del 'anime' que no encuentra sucesor

'El chico y la garza' aborda en clave simbólica el complicado relevo al frente de Ghibli del maestro de la animación japonesa

Fotograma de 'El chico y la garza'
27/10/2023
4 min

BarcelonaDurante el reciente Festival de Sitges, JA Bayona confesaba su admiración absoluta por el último trabajo de Hayao Miyazaki, El chico y la garza, que se estrena este viernes. “Es un director que no puede separar su vida de sus películas –añadía–. A través de sus cuentos infantiles se filtran siempre sus angustias personales”. Y así es: no es difícil leer en clave autobiográfica el personaje del anciano creador de universos que busca un heredero para dar continuidad a su legado, consciente de que el tiempo se le acaba y que su mundo está a punto de derrumbar-se. Es la metáfora perfecta de un Studio Ghibli que hace tiempo que se sostiene con pinzas y que tiene en Miyazaki su gran fortaleza y, a la vez, la gran debilidad: el anuncio de su retirada en el 2013, después de estrenar El viento despega, estuvo a punto de suponer el final de la compañía, que sólo reanudó la actividad cuando el director dio marcha atrás en su decisión y emprendió el proyecto que acabaría siendo El chico y la garza.

A los 82 años, Miyazaki ve como el estudio que fundó en 1985 con Isao Takahata y el productor Toshio Suzuki vive sumido en una profunda crisis sucesoria. La mala gestión del talento joven y la pura y simple mala suerte han dejado a uno de los grandes referentes de la animación mundial sin opciones viables de relevo. Irónicamente, Ghibli parecía haber encontrado al sucesor cuando aún no lo necesitaba: Yoshifumi Kondō, un hombre de la casa que debutó como director en 1995 con la extraordinaria Murmullos del corazón, la primera película de Ghibli que no dirigían ni Miyazaki ni Takahata. Kondō sólo era 10 años menor que Miyazaki, pero su potencial era enorme y estaba empezando a liderar el estudio cuando, tres años después de su debut, un aneurisma cerebral le fulminó de un día para otro.

Hayao Miyazaki en una imagen de archivo

Ghibli tampoco ha sabido captar a los directores brillantes que han surgido en Japón durante su reinado. Un caso emblemático es el de Mamoru Hosoda, que sólo había dirigido un par de cortos de la franquicia Digimon Adventure cuando Ghibli, con muy buen criterio, le fichó para dirigir El castillo ambulante. Pero Hosoda no se entendió con la dirección de Ghibli y acabó dejando el proyecto en manos de Miyazaki. Con los años, y lejos de Ghibli, Hosoda construyó una carrera extraordinaria con títulos como Wolf children, La chica que saltaba a través del tiempo o Mirai, nominada al Oscar. Que la prensa le califique a menudo de “nuevo Miyazaki” es la ironía definitiva. Y no sería raro que Makoto Shinkai, el otro nombre que suena cuando se buscan herederos de Miyazaki en elanime actual, haya tomado nota de la experiencia de Hosoda, ya que después del éxito sideral de Your name desmintió los rumores de un posible fichaje por Ghibli argumentando que su estilo era incompatible con el del estudio.

Una relación complicada

Pero el caso más amargo de la larga relación de aspirantes fallidos al trono de Miyazaki es el de su primogénito, Goro Miyazaki. La complicada relación entre padre e hijo está bien documentada: entregado al trabajo de forma obsesiva, Hayao Miyazaki fue fundamentalmente un padre ausente. "Desde pequeño, he mirado las películas de mi padre para saber quién era él y entenderle", aseguraba Goro. Huyendo de la sombra gigante del padre, el hijo estudió ingeniería agrícola y se dedicó al paisajismo, pero cuando Toshio Suzuki le reclutó para ayudar a diseñar el Parque Ghibli, el productor también le ofreció, con la oposición frontal de Hayao Miyazaki, dirigir la adaptación de los Cuentos de Terramar de Ursula K. Le Guin. Y Goro aceptó.

La tensión en Ghibli durante la producción del filme es palpable en la serie documental Diez años con Hayao Miyazaki. Padre e hijo apenas se hablaban y, en la primera proyección de la película, el director de Porco Rosso salió de la sala al cabo de una hora. "Siento que llevo tres horas allí dentro", comenta al documentalista que le sigue. La crítica y el público tampoco recibieron favorablemente Cuentos de Terramar, pero Goro lo intentó de nuevo con La colina de las amapolas (2011), ahora con un guión de su padre, al que escondía los storyboards durante la producción por no escuchar sus comentarios sobre los "dibujos sin alma" del filme.

En 2020 Goro Miyazaki volvió a ser blanco de las críticas por Earwig y la bruja, la primera incursión de Ghibli en la animación digital. Es decir, la enésima decepción a un padre que había convertido el estudio en el último baluarte de la animación tradicional en 2D. La imposibilidad de una sucesión familiar se confirmó hace unas semanas cuando Ghibli anunció la venta del 42% de las acciones en Nippon TV. El estudio de animación, por tanto, pierde su independencia y pasa a ser una filial de la cadena, un cambio de paradigma que apunta más a final de ciclo que a nueva etapa. Y todo ello aporta capas de significado al desenlace de El chico y la garza, el canto del cisne de un autor que se despide del cine y de la posibilidad de un legado.

Trailer de 'El chico y la garza'
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