Cine

Liv Ullmann: "Me siento orgullosa de haber sido la musa de Bergman"

La actriz y directora recibe el homenaje de la Atlántida Mallorca Film Fest

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Liv Ullmann en Palma

PalmaCuando Liv Ullmann (Tokio, 1938) aterrizó la semana pasada en Palma para recibir el premio Masters of Cine de la Atlántida Mallorca Film Festival tuvo un fugaz momento de pánico. “¿Y si los decepciono? ¿Y si ya no me quieren?” Esta inseguridad, dice, le ha perseguido desde joven ya finales de los 70 hizo que renunciara a trabajar en el último proyecto que preparó Hitchcock, The short night. “Es una de las pocas cosas de las que me arrepiento –asegura–. Por suerte, al final no la rodó y no tengo que ver a otra actriz haciendo el papel”. En Palma, obviamente, Ulmann no decepcionó a nadie, compartiendo recuerdos y reflexiones sobre una extraordinaria carrera como actriz y directora que empezó con un papel de Anna Frank en una compañía menor. “Antes hice las pruebas de una escuela de arte dramático –rememora–. Hacía de Julieta y al tomar el veneno estuve como un minuto desmayándome. De repente uno del jurado dijo «Gracias, Liv Ullmann» y me pusieron en marcha. Pero fue la última vez que me rechazaron”.

Pero el día que cambió la vida de Ullmann fue aquel en el que ella y su amiga Bibi Andersson se encontraron por la calle al director Ingmar Bergman, con quien la actriz acabaría teniendo una hija y formando una de las sociedades creativas más importantes de la historia del cine, primero como actriz en una decena de películas del director –empezando por la magistral Persona, con Ullmann y Andersson– y más adelante como directora de algunos de los guiones de Bergman. La sombra del director sueco ha sido una constante en la carrera de Ullmann, a la que a menudo se le atribuye el papel de musa del director, etiqueta con la que ella no tiene ningún problema: “Qué hay de malo al ser la musa ¿de Bergman? Él tampoco habría sido Bergman sin mí. Y si tienes que ser una musa, ¿de quién mejor que Bergman? Sus películas ya me encantaban antes de conocerle. ¿Debería sentirme mal por ser su musa? Pues no. Yo me siento orgullosa”.

La relación entre Ullmann y Bergman duró sólo unos años, pero la amistad y confianza entre ambos se prolongó hasta la muerte del director. Fue Bergman a quien Ullmann llamó cuando unos productores que le habían encargado escribir un guión le pidieron que le dirigiera: “Le pregunté si creía que podía dirigir y él me respondió: «Claro que puedes dirigir, Liv»”. El primer día del rodaje de Sofie (1992), sin embargo, Ullmann se sintió presa de la inseguridad. “Le preguntaba a todo el mundo si estaba bien, me ofrecía a llevar cafés, hasta que mi amigo Erland Josephson –coprotagonista de Secretos de un matrimonio (1974)– vino y me dijo: «Basta. Eres la directora. Haz tu trabajo». Y todo fue bien”, recuerda.

La última noche de Bergman

Con Bergman trabajó por última vez como actriz en 2003 en Saraband, donde ella y Josephson retomaban los personajes de Secretos de un matrimonio. Para Ullmann fue una experiencia agridulce. “Como lo filmábamos con una cámara digital Ingmar ya no podía estar al lado de la cámara sino sentado en el monitor –explica–. Al final del rodaje oíamos que habíamos perdido parte de nuestra conexión artística”. Tras rodar la última escena, Bergman se retiró a la isla de Färo y nunca la abandonó. Ullmann le visitó poco antes de su muerte. “A Saraband hay una escena en la que vuelvo a ver al marido y él me pregunta por qué he venido y yo respondo «Porque me has llamado». Cuando fui a Färo entré en su habitación y le cogí la mano. Él ya no estaba del todo, estaba marchando. «¿Sabes por qué he venido, Ingmar? Porque me has llamado», le dije. Sostení su mano un rato y me fui. Y horas después murió”.

Polifacética, Ullmann también destacó como escritora, y en los 70 triunfó con sus memorias (Senderos, en la versión castellana). Ahora, a sus 85 años, la escritura concentra sus esfuerzos creativos. “Se acabó el cine y el teatro para mí, pero todavía tengo mi escritorio y he empezado un libro que se llamará The blue hour, que será un diálogo entre mi yo de ahora y el de los años 60 y 70”.

Esta vocación la ha heredado su hija, Linn Ullmann, que en sus memorias, Inquietos (Les Hores, 2021), recreaba unos años de juventud en los que su madre no salía muy bien parada. “No me hizo feliz leer el libro –reconoce ella–. Creo que recordamos las cosas de forma muy distinta. Yo era una madre trabajadora, pero ella siempre estaba conmigo. Me la llevé a Estados Unidos. Le di lo que pude y le quiero muchísimo. Pero es duro para una madre leer según qué cosas”. La saga Ullmann no se detiene con Linn: hace unos meses, Halfdan Ullmann Tøndel, hijo de Linn y nieto de Liv, ganó el premio a la mejor opera prima del Festival de Cannes. “Y Linn tiene otra hija que también será escritora –añade la actriz, orgullosa–. Y quizás, cuando mi limpia empiece a escribir sobre su vida, Linn entenderá lo que significa leer algunas cosas”.

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