Cinema

Locarno premia un film que cuestiona si se puede legislar el deseo

La película brasileña 'Regra 34', de Júlia Murat, gana el Leopardo de Oro en un palmarés muy latinoamericano

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Una imagen de la película 'Regra 34'

LocarnoHay una versión pornográfica de todo. Esto dictamina la Regla 34, una hipótesis surgida en el entorno digital que constata que "Si existe, hay porno de ello. Sin excepción". Regra 34 es también el tercer largometraje de la brasileña Júlia Murat, una película que explora las fronteras entre el deseo y la norma, entre el placer y el dolor, entre la libertad y el abuso, que se ha llevado este sábado el Leopardo de Oro en la 75.ª edición del Festival de Locarno.

La directora Júlia Murat con el premio a la mejor película del Festival de Locarno 2022.

Simone (Sol Miranda), la protagonista de Regra 34, trabaja como cam-girl con bastante éxito. Hasta que abandona el trabajo con el objeto de centrarse en los estudios para ejercer de abogada de oficio. Mientras saca adelante la carrera, se siente atraída por las prácticas de autoasfixia erótica que conoce a través de una amiga experta en BDSM. Así que retoma su vertiente de cam-girl para experimentar la obtención de placer a través del dolor. Regra 34 combina así la experiencia desinhibida de la sexualidad de Simone con los muchos jugosos debates que se generan en sus clases y prácticas de derecho. Los logros de la película radican tanto en su representación de una mujer que rompe tabúes como en el apunte de una serie de discusiones teóricas alrededor de cómo la ley tiene que combatir las diferentes manifestaciones de la desigualdad. A medida que avanza el film, la protagonista se compromete en la defensa de las víctimas de la violencia machista a la vez que se adentra en prácticas cada vez más límite. Y aquí el film abre el interrogante: ¿nutrir la fantasía de un hombre que se excita viendo a una mujer llevando la autoasfixia al extremo no es alimentar un imaginario erótico anclado en la violencia sobre las mujeres? ¿Se puede legislar el deseo?

Regra 34 no ha sido la única película de la Competición Internacional de Locarno que planteaba una aproximación heterodoxa a la sexualidad. La fascinante Piaffe, de la israelí establecida en Berlín Ann Oren, difumina los límites entre sexualidad humana, animal y vegetal a la vez que reivindica el papel del dispositivo cinematográfico como revelador erótico. En De noche los gatos son pardos, el suizo Valentin Merz lleva a cabo un film sobre el rodaje de una película libertina donde se exalta la idea de sentirse perdido vitalmente y sexualmente hablando. En Nação valente, el portugués Carlos Conceição revisa el legado de violencia colonial en Angola a la vez que plasma el homoerotismo latente en un grupo de soldados que permanecen cerrados en un fortín en plena guerra de la independencia del país africano. Y la francesa Patricia Mazuy revisa el cine de psicópatas en Bowling Saturne, que incluye la escena más polémica del festival, una violación brutal presentada de forma explícita y en streaming que se recrea, más que cuestiona, en la naturaleza depredadora del protagonista.

Lejos de cualquier estilización autoral

La principal diferencia entre la película brasileña y los títulos mencionados radica en la filiación estética. Las películas europeas entroncan con varias tradiciones y corrientes contemporáneas del cine de autor, beben de claros de referentes cinéfilos y/o están firmadas por directores que provienen de entornos del arte contemporáneo. Regra 34, en cambio, se aleja de cualquier estilización autoral. Más bien al contrario, la representación de la sexualidad y la reflexión teórica se muestran desde una estética naturalista y desacomplejada que le sienta bien a la propuesta. De hecho, el palmarés de esta 75.ª edición ha dejado fuera la tendencia autoral de filiación europea que caracteriza buena parte de la programación de Locarno.

La otra película latinoamericana en el concurso, Tengo sueños eléctricos, de la directora costarricense Valentina Maurel, ha acaparado de manera desproporcionada tres de los cuatro premios restantes, el de mejor dirección y los destinados a los intérpretes, para la joven Daniela Marín Navarro y para Reinaldo Amien Gutiérrez, en esta opera prima sobre una chica que descubre progresivamente la tendencia violenta de su padre cuando los dos progenitores se separan. En el Palmarés solo ha entrado un título europeo, el film italiano Gigi la legge, premio especial del jurado. En su tercer largometraje, Alessandro Comodin se adentra en un retrato de la vida cotidiana en verano en un pueblo friulano a partir de un personaje real muy curioso, el Gigi del título, y desde una perspectiva insólita. Lejos de recurrir al típico naturalismo realista, el director arma una comedia policial empapada de encanto, de absurdo y de la música en italiano de Julio Iglesias.

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