San Sebastián ovaciona el drama religioso 'Los domingos', primer favorito en la Concha de Oro
Una adolescente anuncia a la familia que quiere hacerse monja de clausura en el nuevo filme de Alauda Ruiz de Azúa
BarcelonaEn su primera película, Cinco lobitos, y en la serie que estrenó el año pasado, Voler, la cineasta vasca Alauda Ruiz de Azúa tocaba temas candentes (la revisión crítica de la maternidad, la violencia de género) que mostraban su habilidad para dialogar con las preocupaciones actuales de la sociedad a través del cine. Pero en la coproducción catalana Los domingos aborda un asunto que no forma parte del debate público, y de forma que se aleja de las convenciones del cine social, a menudo más preocupado por trasladar una posición ideológica que por explorar la complejidad y las contradicciones de la realidad.
Por eso tiene tanto mérito –y augura un puesto de honor en el palmarés– la gran ovación que ha obtenido el filme este lunes en su presentación en el Festival de San Sebastián: Los domingos, donde el conflicto estalla en el seno de una familia vasca cuando la hija adolescente anuncia que quiere hacerse monja e ingresar en un convento de clausura, no es una película fácil, y puede revolver el estómago al espectador que busque un discurso claro y contundente en sintonía con sus opiniones o creencias. Quizás el mérito de Ruiz de Azúa es haber hecho una película incómoda que no presenta soluciones sino preguntas difíciles.
Los domingos sitúa el núcleo del conflicto familiar entre la vocación religiosa de una chica de 17 años (la debutante Blanca Soroa) marcada por la ausencia de una madre muerta antes de tiempo y la mirada laica de una tía (Patricia López Arnaiz, extraordinaria) que, ante la indiferencia de un hijo más preocupado por sus deudas que con la decisión de sus armas, sean más o menos éticas.
La escritura de Ruiz de Azúa es contenida y sin subrayados, dejando que todos los personajes claves expresen los puntos de vista. De algún modo, la película se convierte en una búsqueda de la verdad, tanto para el adolescente que se cuestiona la profundidad de su llamada como para un espectador confrontado con sus propios prejuicios. Y en clave formal, Ruiz de Azúa ha repasado la estética y luz (atención a la fotografía de Bet Rourich) del cine espiritual de Dreyer y Bresson para dar forma a una puesta en escena que incorpora potentes ideas: el uso de una versión coral de la canción Into my arms de Nick Cave que ayuda a establecer la analogía entre el amor espiritual y el carnal, y el duelo dialéctico de alta tensión entre la tía y una madre superiora muy bien interpretada por Nagore Aramburu de Querer.
Aunque la contundencia dramática del final de Los domingos quizás no era necesaria –el castigo a uno de los personajes parece excesivo–, debe reconocerse la singularidad de una película que, sin renunciar al naturalismo del nuevo cine español dirigido por mujeres, construye historias en clave femenina que van más allá de la identificación ideológica y afectiva. Bienvenida sea la ambigüedad moral y las historias que abren debate y remueven convicciones, aunque esta misma ambivalencia pueda ser utilizada (tiempo al tiempo) para instrumentalizar el filme desde posiciones conservadoras.
Kafka más allá del kafkiano
"Por cada palabra que escribió Kafka hay un millón de palabras escritas sobre él", dice la guía de un museo dedicado al escritor checo al extravagante biopic que Agnieszka Holland ha dirigido sobre el autor de La metamorfosis. La directora polaca entiende que Kafka se ha convertido en una manera de entender la realidad y, por tanto, encara su figura a través de una narrativa fragmentada en el tiempo, el sonido y la imagen, con fugas al presente y una gran expresividad narrativa. Superando la simplificación (inevitable) en la que ha derivado el adjetivo kafkiano, Holland plantea una película desbordante y poliédrica, pero también agotadora en su acumulación de ideas y recursos narrativos.