Cine

Albert Serra: “Tom Cruise y yo tenemos la misma ética: ofrecerle lo mejor al espectador”

Cineasta, presenta 'Pacifiction' en el Festival de Cannes

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Albert Serra

Enviat especial a CanesUnas horas antes de anunciarse el palmarés del Festival de Cannes, Albert Serra no se mostraba nada preocupado por la posibilidad de ganar un premio con Pacifiction, que ha competido por la Palma de Oro. “Estas cosas no son relevantes. La maman et la putain ganó el Gran Premio del Jurado en 1973, pero si ahora miras aquel palmarés, excepto La maman et la putain, ¡no conoces nadie! La Palma de Oro se la llevó una película de la que nadie se acuerda [El equívoco, de Alan Bridges] ex aequo con Espantapájaros de Jerry Schatzberg, aquella tan mala con Gene Hackman y Al Pacino. Cosas así te ayudan a poner en perspectiva lo que significa un premio”.

Siempre habías ambientado tu cine en el pasado. ¿Qué te empuja a llevarlo al presente con Pacifiction?

— Cambiar, simplemente. Me aburría de lo que hacía antes y la gente me lo pedía. Ya lo había ensayado un poco en la instalación que hice para la Bienal de Venecia, Singularity. Muchos temas de Pacifiction ya estaban ahí: la manipulación, el neocolonialismo, el imperialismo... No pensaba que esto se pudiera homogeneizar en una sola película, pero lo hemos conseguido. Hemos rodado 540 horas de material y teníamos muchas tramas, pero solo me he quedado con lo más original, extraño y visionario.

El paraíso polinesio de Pacifiction está podrido por la política, que el protagonista describe como un club con gente paseando en la oscuridad. ¿Compartes esta visión?

— No. Es su discurso, no el mío. No tengo ninguna opinión que merezca ser tenida en consideración para hacer una película. Una película es una cosa mucho más compleja que mi opinión banal como ciudadano. Las opiniones de la gente son simples, pero cuando las transformas en arte se amplifican, se conectan y reverberan de una manera perturbadora y extraña. A mí lo que me importa es la estética y la puesta en escena, romper la ficción, porque si trabajas solo a partir de lo que piensas te salen películas que parecen hechas para los niños. De hecho, todas las otras películas parecen para niños comparadas con la mía, son de un didactismo insoportable.

'Pacifiction'

Estos días ha corrido mucho por redes una foto tuya paseando de la mano con Fernando Arrabal por Cannes.

— Nos conocemos desde hace tiempo, hicimos una conferencia sobre Dalí en el Pompidou y somos amigos. En Cannes presentaban la restauración de su película Viva la muerte y el día de antes me lo encontré por la calle y fuimos a tomar algo. Para mí es un maestro, una persona increíble y memoria viva del arte del siglo XX y XXI. No hay mucha gente que haya conocido un espectro tan amplio de artistas como él.

Es la primera vez que te escucho hablar así de un director español. Tú que siempre has sido tan crítico con el cine que se hace en España y Catalunya, ¿cómo valoras que hubiera dos directores catalanes en competición en la Berlinale y el éxito de Alcarràs?

— Hay que tener en cuenta que los festivales se han vuelto más conservadores, Cannes quizás el que menos. Ha pasado en Locarno, Rotterdam... Es una tendencia general, todos tienen miedo a perder influencia y en vez de imponer una nueva estética se están acercando al gusto del mundo y al cine de las plataformas. Supongo que es bueno para estas películas estar en el festival, pero no son el cine que me interesa. Son un cine del pasado, no del futuro.

El cine que haces no acaba de hacer escuela en Catalunya. En cambio, está surgiendo una nueva generación de directores que fijan la mirada en la realidad y parten de la experiencia personal. ¿Qué te parece este movimiento?

— No entiendo demasiado esta tendencia. Si yo, que tengo una experiencia personal infinitamente más interesante que esta gente, no me intereso en absoluto por lo que me pasa, puedes imaginar lo que me importa lo que les pase a ellos. Se tiene que salir un poco del propio Instagram. Qué paradoja: la gente dice que voy por la vida creyéndome el mejor y resulta que me intereso más por los otros y hago más homenajes a personas que no son como yo. Mis ídolos siempre han sido artistas que despreciaban el éxito y con voluntad de experimentar, y yo, modestamente, siempre he intentado parecerme. Pero si tu ídolo eres tú mismo...

Llevas tres películas trabajando con actores profesionales. Benoît Magimel está especialmente brillante en Pacifiction. ¿Eres consciente de su parecido a ti, sobre todo con gafas de sol?

— Benoît es un actor salvaje y a la vez muy sutil. Tiene un talento extraordinario para escuchar los diálogos con el pinganillo. Yo no le decía nada antes de rodar las escenas, ni sobre lo que tenía que hacer ni de los diálogos que tenía que decir: él los escuchaba por primera vez por el pinganillo y los tenía que repetir lo más rápido posible. Y lo hacía con una precisión increíble, era una cosa animal. Pero cuando le sacaba el pinganillo también reaccionaba de manera brutal. Ahora bien, las gafas de sol se las puso él, que es un fanático y tiene más de 200.

Benoît Magimel en 'Pacifiction'

Hay una escena de una gran ola durante la competición de surf que quizás es la más inesperada y fascinante de tu carrera. ¿Cómo surgió?

— Fue casualidad. Fuimos allí, pasó esto y lo aprovechamos. Yo me aprovecho de todo. Quizás cada vez haré cosas más extrañas. Tengo la sensación de que en el cine de ahora todo es posible. Es como si estuviéramos en los años 20 del siglo XX, cuando Proust, Kafka y Joyce hicieron obsoleto el pasado. Y los que quieran hacer cosas comerciales que se vayan a las plataformas y nos dejen en paz a los que hacemos cine de autor de verdad.

¿Qué te tendrían que ofrecer a ti las plataformas para que trabajaras con ellas?

— Tom Cruise dijo el otro día que no estrenaría nunca en una plataforma. Pues yo, por motivos diferentes que él, pero extrañamente similares, pienso lo mismo. Las películas se tienen que ver en pantalla grande. Los mil detalles de la imagen, la ambigüedad de los rostros y las miradas, la superposición de texturas morales... Esto no se puede percibir de ninguna otra manera. Cruise tiene esta chorrada de la cienciología, pero la charla fue buenísima, está obsesionado por la técnica y por el respeto al espectador, en el sentido de darle un espectáculo de la máxima calidad. En otro orden, yo hago lo mismo. La única diferencia es que yo quiero crear al espectador dudas y sensaciones desagradables, y él le ofrece una visión un poco naif y facilona, pero que mejora a la persona y al mundo. Cruise tiene la mirada americana y canónica, y yo la europea y autocrítica; son tradiciones diferentes, pero la ética es idéntica: ofrecerle lo mejor al espectador.

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