San SebastiánEl encuentro del ARA con el estadounidense Sean Baker (Summit, Nueva Jersey, 1971) durante el último Festival de San Sebastián tuvo un invitado inesperado: Bunsen, el perrito de Baker, que se paseaba por la habitación del Hotel Maria Cristina como si fuera su casa y, de vez en cuando, reclamaba la atención del dueño. Un privilegio de estrella, llevarte al perro al trabajo, que contrasta con la sencillez y naturalidad del director que mejor ha retratado a los expulsados del sueño americano, uno de los grandes cineastas del momento que finalmente ha visto reconocido su talento con la Palma de Oro en su último filme, Anora, irresistible odisea de una bailarina de lap dance (Mickey Madison) que cree haber encontrado a su príncipe azul en el hijo de un oligarca ruso.
En los créditos de Anora [que se estrena este jueves] cita a Jess Franco en los agradecimientos. Hace años, cuando le entrevisté por Tangerine (2015), le pregunté por la influencia de otro director español, Pedro Almodóvar, y usted me dijo que, a pesar de ser muy fan de Almodóvar, su director español favorito era Agustí Villaronga.
— ¿Te dije que Villaronga era mi favorito? Ostras, me encantan Villaronga y Almodóvar, pero si tuviera que quedarme con uno sería Almodóvar. Tras el cristal me impactó muchísimo cuando la descubrí, pero la filmografía de Almodóvar es una influencia muy importante para mí. Sin sus películas no sé si yo estaría haciendo las mías. Almodóvar hizo posible explorar estos temas sin vergüenza, celebrando la belleza de los personajes. Me encantaría conocerle. Sé que ha visto Anora y me han dicho que le gusta.
En su cine siempre está presente el retrato de la clase baja de Estados Unidos, de los perdedores y marginados de la sociedad capitalista. Usted los retrata con empatía pero sin idealizarlos ni esconder sus defectos.
— Intento no convertirlos en santos ni ponerlos en un pedestal, porque si lo hago, el público no los verá como personas reales, que yo quiero. No son gente perfecta, tienen defectos, pero eso es lo que nos hace conectar con ellos, porque nos reconocemos.
En Cannes dedicó la Palma de Oro "a todos los trabajadores sexuales del pasado, el presente y el futuro". Son una figura central de su cine.
— El sistema capitalista está organizado de forma que algunos trabajos estén legitimados y otros no, y el de las trabajadoras sexuales está deslegitimado. El trabajo sexual no solo se desprecia y carga con un estigma, sino que en ciertos aspectos está criminalizado. Pero los trabajadores sexuales que yo conozco son gente que trabaja duramente y se toma su trabajo en serio, y que merecen respeto y seguridad.
A lo largo de la historia del cine, a los trabajadores sexuales se les ha representado a menudo de forma deshumanizadora. Hay excepciones notables en el cine europeo o japonés, pero menos en el cine estadounidense. ¿Esto le impulsa a contar historias reales y humanas sobre trabajadores sexuales?
— Yo me planteo las películas de una en una. Cuando empecé a dirigir, no sabía que acabaría haciendo cinco películas sobre trabajadores sexuales, ha pasado de forma orgánica. En cada caso, me interesé por contar una historia y resulta que era sobre un trabajador o trabajadora sexual. Pero sí, tienes razón. En parte es una reacción a lo que veo en el cine y la televisión de mi país, donde se les representa de forma unidimensional, con desprecio y juicios morales. En el cine europeo, en cambio, existe una tradición de películas maravillosas que retratan a las trabajadoras sexuales con empatía, empezando por Las noches de Cabiria de Fellini. Y haces bien en señalar el cine japonés: las películas de Shohei Imamura y Seijun Suzuki son una gran influencia para mí.
Hay un momento de Anora en el que Ani y el hijo del oligarca ruso negocian el precio del servicio y el diálogo calca el de una escena de Pretty Woman. ¿Era un guiño intencionado?
— Honestamente, fue inconsciente, porque no he vuelto a ver Pretty Woman desde 1990. Lo escribí sin pensar en ello, y al principio de la producción alguien del equipo señaló la coincidencia con Pretty Woman. Me di cuenta de que tenía razón, pero no quise revisar la película por no dejarme influenciar. Me encanta que la gente compare Anora con una película icónica de Hollywood, ¿por qué no?
Algo sí tiene de versión oscura de cuento de hadas
— Soy muy consciente de los mecanismos de las comedias románticas de Hollywood, y los uso para darle al público una comedia romántica durante la primera hora. La película podría haber terminado aquí, con el plan que se aleja de los protagonistas en la mansión, así es como Hollywood habría cerrado la historia. Pero yo dejo que la realidad caiga sobre los personajes durante los siguientes noventa minutos.
Anora logra ser una de las películas más divertidas del año evitando muchas de las convenciones de la comedia.
— El humor puede surgir tanto a través de chistes como de situaciones. Ver a dos personas interactuar puede ser muy divertido, especialmente si la gente se comporta con inmadurez, porque reconocemos lo estúpidas que somos las personas a veces. No es honesto contar una historia más o menos realista sin mezclar con ella la comedia y el drama: todos utilizamos el humor para enfrentarnos a los problemas, incluso en los peores momentos. Por eso mi intención con el filme era hacer reír al público: reír, reír, reír, reír, reír y llorar.
Hasta ahora ha rodado de forma muy independiente películas sobre aspectos de la realidad estadounidense que apenas aparecen en el cine estadounidense. Imagino que después de la Palma de Oro estará recibiendo ofertas de Hollywood. ¿Se plantea explorar este camino y ver si puede hacer cine personal en el contexto de un gran estudio o va a utilizar el prestigio de Cannes para seguir haciendo su cine al margen de Hollywood?
— Seguiré trabajando al margen de Hollywood. De hecho, siendo honestos, no he recibido tantas ofertas. Espero que la Palma de Oro me permita seguir haciendo el tipo de películas que he hecho hasta ahora y de la forma que quiero hacerlas. En el pasado estuvieron a punto de seducirme, pero creo que he dejado claro en la industria que hago películas de manera independiente, así que han dejado de llamar a la puerta.
¿Y si Marvel aparece con un proyecto sobre una superheroína que hace de trabajadora sexual?
— ¡Eso sí que lo haría! [Ríe]. De hecho, sí, seguro que lo dirigiría. Sería una completa locura. ¡Se podría llamar Superputa!
Pues hay un cómic de Manel Fontdevila que se llama igual. Dejando a un lado Hollywood, ¿qué me dice de las plataformas? ¿Se ve dirigiendo alguna serie en una plataforma que le dé libertad absoluta?
— No, especialmente una serie. Mi pasión es hacer películas y contar historias en este formato, de una duración entre noventa minutos y tres horas y un público que la vea de repente. Y, si cabe, en compañía de otras personas en un cine. Este es mi objetivo, y la Palma de Oro quizás me ayude a seguir haciendo películas, espero que sin tantas dificultades como hasta ahora.
Entre las favoritas a los Oscar suena insistentemente el nombre de Anora. ¿Serán capaces los Oscar de premiar una película sobre una trabajadora sexual?
— No tengo ni idea. ¿Lo serán? No sé. Espero que reconozcan a Mikey [Madison] y su maravillosa interpretación. También me encantaría ver reconocido el trabajo de los actores de reparto. Me hace ilusión por ellos y por el equipo, pero yo intento no pensar demasiado en todo esto. En realidad yo ya me siento ganador. Tengo la Palma de Oro, que para mí ya lo es todo. Lo que llegue a partir de ahora es como la salsa del plato, bienvenido sea.
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