Festival de San Sebastián

Víctor Erice: "Quizá no he salido de una sala de cine en toda mi vida"

El cineasta vasco recibe el premio Donostia en el Festival de San Sebastián y presenta la película 'Cerrar los ojos'

San SebastiánLa prensa acreditada del Festival de San Sebastián ha recibido este viernes de pie y con una larga ovación a Víctor Erice, premio Donostia de esta edición. En el aplauso se mezclaba el homenaje a uno de los directores más importantes del cine español y el reconocimiento de la excepcionalidad del momento: Erice presentando su primer largometraje en 30 años (y quizá el último) en el cine Kursaal de San Sebastián, donde él mismo vio, de pequeño, su primera película –lo contaba en su corto La morte rouge, de 2006–. De hecho, la emoción ha estado muy presente en el acto y al propio Erice se le ha roto la voz varias veces, por ejemplo al recordar el discurso artístico de Jorge Oteiza y al enviar un saludo a Manolo Solo, el protagonista de Cerrar los ojos, que no ha viajado a San Sebastián por un problema médico.

Pero Erice, cineasta tan magistral como inconformista, no admite que otros escriban su relato. “No quiero ofender a nadie, pero se ha convertido a mi persona como cineasta en un elemento de la promoción de una película, un relato épico en el que no me reconozco en absoluto y que sugiere que llevo 30 años sin dirigir una película, cuando durante este tiempo he realizado cortometrajes y una videoinstalación en el Museo de Bellas Artes de Bilbao que yo considero películas –ha defendido–. Y los mass media difunden la idea de que Cerrar los ojos es testamentaria, pero si yo admito esto, no tengo más horizonte vital que el museo de cera, la jubilación o el cementerio. Y comprenderán que me resista”.

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El director convierte cada respuesta en una pequeña lección sobre su visión del cine. “Creo en los cineastas que no creen estar haciendo arte –afirma–. Yo nunca lo he creído. El arte surge, o no, pero es la aventura de la creación”. Para él, el cine es "fundamentalmente una experiencia vital, existencial", y "a veces" incluso "un poco patética". "Quizá no he salido de una sala de cine en toda mi vida", ha dicho mientras se le rompía la voz, conteniendo apenas la emoción.

En la concepción del cine de Erice no tiene sentido preocuparse "del mensaje". “Si sobrecargas una película de mensajes, pueden acabar devorándote –dice–. Además, ¿para qué sirve hacer una película si sabes de antemano por qué haces la película?” Su filosofía, claro, ha topado a veces con la incomprensión de la industria e incluso de actores. “Yo entiendo que actores profesionales como los de esta película pidan el mensaje antes, pero yo solo puedo responder: «Jose, ni yo lo sé» –comenta Erice sonriendo a José Coronado, sentado a su lado–. Uno solo comprende por qué ha hecho una película al final de la experiencia”.

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El cine, en la sala de cine

Erice también ha reflexionado sobre el estado actual del cine, y con más objetividad que pesimismo. “Del proyecto original de los Lumière solo quedan hoy las salas de cine –dice–. Ahora las películas se graban y distribuyen en otro mundo, el mundo audiovisual”. Él reivindica, claro, “la experiencia pública” del cine: “Una verdadera película reclama de forma absoluta la sala cinematográfica”. En su discurso, subraya Erice, no existe ninguna “apelación nostálgica” al estilo de Cine Paradiso (“una película muy sentimentalista, por cierto”, dice), sino la necesidad de “levantar acta de algo que acaba” y una constatación del “reto” de los nuevos cineastas: “crear imágenes en un mundo presidido por una gran polución de imágenes”. Y hay que decir que Erice parece recordar el pasado sin filtros nostálgicos: “Cuando Elías Querejeta y yo recogimos la Concha de Oro de El espíritu de la colmena, la mitad del cine pateaba el suelo y la otra mitad aplaudía. Y esto es un indicio de su vitalidad: fue una película hecha a contratiempo de las convenciones del cine de su tiempo”.

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Las últimas palabras de Erice han recordado la figura de Abbas Kiarostami, a quien considera "el cineasta más importante surgido a partir de los 90" y con quien compartió una correspondencia fílmica promovida por el CCCB. “El cine crea una especie de fraternidad universal que yo encontré en él, al que tuve el honor de considerar amigo –explica–. Nuestras 10 cartas componen una suerte de película de hora y media hecha a cuatro manos que espero que algún día tenga difusión, porque hasta ahora solo se ha exhibido en centros de cultura”.

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Tráiler de 'Cerrar los ojos'