Cine

Muere Marisa Paredes, la elegancia del cine español

La actriz, de 78 años, recibió al Goya de Honor en el 2018 y presidió la Academia del Cine Español

Marisa Paredes hace tres semanas en el Festival Premios Lorca de Garnada.
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BarcelonaLa actriz Marisa Paredes, una de las intérpretes más destacadas del cine y el teatro español, ha fallecido a los 78 años, según informa la Academia del Cine Español, institución que ella misma presidió del 2000 al 2003. Paredes ganó al Goya de Honor en el 2018 y protagonizó títulos emblemáticos como La flor de mí secreto y Entre tinieblas, de Pedro Almodóvar, director con el que trabajó en repetidas ocasiones. Su elegancia natural y una innegable facilidad para el melodrama le convirtieron en la gran actriz de carácter del cine español, una consideración que la incomodaba. "Yo no soy una diva ni una gran dama, solo me parezco –explicaba al ARA en el 2018–. Te aseguro que podría interpretar a una mujer de realizar trabajos".

Su resistencia al rol de diva tenía mucho que ver con sus orígenes humildes. Nacida en Madrid en 1946, Paredes era hija de un trabajador de una fábrica de cerveza y de la portera del edificio donde nació la actriz ("Literalmente: mamá rompió aguas en la portería y me tuvo allí ", aseguraba). Vivía en la madrileña plaza de Santa Ana, rodeada de teatros, y viendo pasar a los actores yendo hacia la función, y se enamoró de un mundo que "no tenía nada que ver con el miedo y la negrura de la dictadura". Estudió arte dramático en el conservatorio madrileño ya los quince años debutó en el teatro mintiendo sobre su experiencia.

Chica Almodóvar

Después de dos décadas actuando en el teatro y la televisión –con trabajos importantes en Estudio 1– y haciendo papeles pequeños en películas como El mundo sea (1965), Carola de día, Carola de noche (1969), El gos (1977) y Ópera delgada (1980), en 1983 llega la primera colaboración con Pedro Almodóvar: su personaje deEntre tinieblas, la monja Sor Estiércol, aficionada a la pastelería y las drogas alucinógenas, está en las antípodas de los personajes posteriores que interpretaría con el director manchego, que a partir de Tacones lejanos encuentra en Paredes la aliada perfecta para explorar el melodrama arrebatado. Si en ese filme de 1991 era la cantante de canciones de amor Becky del Páramo, en La flor de mí secreto (1995) sería la escritora de novela romántica Leo Macías, encadenada a un contrato editorial abusivo ya una relación tóxica con un marido militar. Con Almodóvar repetiría en papeles más pequeños pero siempre jugosos como los deHable con ella, Todo sobre mi madre (sensacional como diva teatral) y La piel que habito, ya convertida en una intérprete clave del universo del cineasta manchego.

Marisa Paredes y Cecilia Roth en 'Todo sobre mi madre' (1999).
Las actrices españolas Rossy de Palma y Marisa Paredes ponen con el director Pedro Almodóvar el 26 de septiembre de 1995 en París, Francia.

Pero Almodóvar no fue el único director con el que Paredes forjó una alianza especial. El mexicano Arturo Ripstein reconoció el especial talento de la actriz para el melodrama y la convirtió en protagonista de un título esencial del cine mexicano, Profundo carmesí (1996) y, poco después, de la adaptación de García Márquez El coronel no tiene quien le escriba (1999). Pero la dimensión internacional de la actriz no se limitó al cine mexicano: también trabajó con autores de renombre como Amos Gitai (Golem, en 1992), Raoul Ruiz (Tres vidas y una sola muerte, en 1996, con Marcello Mastroianni), Alain Tanner (Jonas & Lila, en 1999) o Manoel de Oliveira (Vela mágico, en el 2005), e incluso tuvo un pequeño papel (la madre desconfiada de Nicoletta Braschi) en la oscarizada La vida es hermosa de Roberto Benigni.

Pero la carrera de Paredes es excepcional por la cantidad y calidad de sus trabajos, que incluyen obras tan oscuras y perturbadoras como el debut de Agustí Villaronga (Tras el cristal, de 1987) o la agridulce y nostálgica comedia Tierno verano de azotea y lujurias (Jaime Chávarri, 1993), donde interpreta con ironía a la madura y famosa actriz de teatro de la que se enamora Gabino Diego. Otras obras notables fueron La reina anónima (1992), en la que Gonzalo Suárez la reunía con la otra gran musa almodovariana, Carmen Maura, una década después deEntre tinieblas; y también El espinazo del diablo, de Guillermo del Toro; Frío sol de invierno, de Pablo Malo, y el melodrama coral Petra, de Jaime Rosales, por el que la nominaron al Gaudí en el 2017.

La presidenta activista del "No a la guerra"

En 2000 asumió la presidencia de la Academia del Cine Español durante tres años, un período convulso políticamente que ha pasado a la historia por su enfrentamiento con el gobierno del PP de José María Aznar, que culminó en la famosa gala del "No a la guerra" de los Goya de 2003, que coincidió con la escalada de la Guerra de Iraq. "No debemos tener miedo a la cultura, solo a la ignorancia y la guerra", dijo en su discurso como presidenta ese día. "No me arrepiento –explicó al ARA en el 2018–. De hecho, es de lo que más orgullosa me siento de lo que hice como presidenta. Ese día nosotros fuimos la voz de la gente. Fue la mía mejor película".

Marisa Paredes participando en la protesta contra la decisión del Ayuntamiento de Madrid de talar los árboles de la plaza Santa Ana para ampliar un aparcamiento subterráneo el 23 de julio de 2024.

Su palmarés incluye el Premio Nacional de cinematografía, el premio de la Unión de Actores por Tacones lejanos y cinco Fotogramas de Plata, pero su único Goya es, curiosamente, el honorífico que recibió en el 2018 por su trayectoria. "La vida de una actriz es como un carrusel, como la rueda de la fortuna", dijo entonces. La suya fue también un ejemplo de compromiso con la profesión, de curiosidad y de talento. Ella sólo ponía una pega, en su carrera: no haber hecho más comedia. "Ya estoy cansada de llorar y de hacer dramas", reconocía. Y sentido del humor no le faltaba, como demostró interpretando la reina Sofía en el telefilme Felipe y Letizia, de Joaquim Oristrell. "Un día coincidí con la antigua reina en un acto –recordaba después–. Yo pensaba: «Ay, Dios mío, a ver qué dice». Y cuando me tocó saludarla se acercó y me dijo: «Me gustó mucho cómo hiciste de mí». Y no era fácil, con ese acento tan raro que tiene".

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