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Coco (Corinne Rey): "Cualquier decisión que hubiera tomado habría acabado igual: ellos llevaban dos Kaláshnikovs"

Dibujante, autora de 'Seguir dibujando'

7 min
La dibujante Corinne Rey, Coco, superviviente del atentado a 'Charlie Hebdo', publica 'Seguir dibujando'

BarcelonaDespués del atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo del 7 de enero del 2015, en el que los hermanos Kouachi asesinaron a doce personas, el lema de la gran manifestación francesa y las portadas de la prensa internacional fue: Je suis Charlie. Pero pocas personas eran realmente Charlie Hebdo. Corinne Rey Coco (Annemasse, 1982) era una. Estaba en la reunión del consejo de redacción de aquella mañana y fue quién se encontró con los terroristas en la puerta cuando marchaba. "¡Coco! Llévanos a Charlie Hebdo. Queremos a Charb". Dos fantasmas encapuchados, armados, acorralan a la dibujante en un rincón de las páginas más angustiosas de Seguir dibujando, el cómic que publicó hace un año y que ahora llega en castellano a Bang Ediciones. Coco explica lo que recuerda de aquel día, de su gente, de aquel minuto y 49 segundos de tak-tak-tak-tak, con ella escondida bajo una mesa, y el sentimiento de culpa que ha arrastrado por haber pulsado el código de entrada en la redacción. "O Charb o tú", le gritaban, con urgencia, los terroristas. Ella pulsó el código para abrir la redacción. Coco no tenía elección.

Durante mucho tiempo viviste encadenada al 7 de enero del 2015. ¿Hasta qué punto todavía es así?

— Aún es así. Pero me he adaptado, porque es una parte de mí ahora, es como mi nombre, que a veces me ha superado. He conseguido poner un poco de espacio entre yo y el día 7, pero es una cosa que me atraviesa. Está mi vida antes y mi vida después del día 7.

Un año después de sacar el libro, ¿has encontrado la manera de explicarlo para que no resulte tan doloroso?

— Yo lo recuerdo tal como lo viví. Recuerdo el momento. El libro me ha ayudado, pero sobre todo fue determinante el hecho de ser testigo en el juicio. Tenía que hablar ante los acusados de ser cómplices del atentado y ante todo el mundo, de la parte civil, los abogados; fue el único momento en el que realmente podía hablar. No había medido cuán culminante sería. Desde que supe la fecha del proceso, mi cerebro se puso en marcha para saber cómo explicarlo todo, para encontrar las palabras justas, y empecé a hacer el libro, que acabé durante el juicio.

Dibujas a los terroristas como dos fantasmas negros. Y el momento del ataque es la oscuridad y la frase: "Hemos vengado al profeta, hemos matado a Charlie Hebdo". ¿Qué decides dibujar y esconder?

— Mi prioridad era no recurrir a la emocionalidad, no decir "yo soy víctima". Me molesta, sería impúdico. Con un texto puedes poner palabras precisas, pero con un dibujo no, y no quería mostrar cosas demasiado brutales, tal como fueron aquel día. Hacía falta que pasara por metáforas e imágenes que pudieran establecer un vínculo con el lector, sin revelar las más horribles, porque es una masacre, es imposible de dibujar esto frontalmente. Los terroristas los presento como dos presencias fulgurantes, dos masas negras muy imponentes, para mí, que soy pequeña. Es una manera de mostrarlos deshumanizados. Porque ellos acababan de matar y yo lo sentí inmediatamente en el frente a frente. Es lo que me paraliza. Ellos estaban decididos. Yo iba a buscar a mi hija a la guardería.

En el libro dibujas todos los ‘Y sí...’ que te pasaron por la cabeza. Y si les hubiera empujado escaleras abajo, y si me hubiera negado, y si… ¿Aún te pasa?

— He sido invadida por la culpabilidad y la impotencia. Ahora lo estoy menos. Tuve la sensación, al hablar con otras víctimas del atentado del Bataclan, que esta impotencia para ayudar o por hacer algo es lo más duro del después, porque se queda. Siempre hay una parte de mí a la cual, cuando lo pienso, le habría gustado hacerlo de otro modo, pero tengo la impresión de que cualquier decisión que hubiera tomado habría acabado igual: ellos llevaban dos Kaláshnikovs. Ni la policía los pudo parar.

El momento del atentado era un momento personal plácido, tenías una hija de un año. ¿Cómo gestionaste este contraste?

— Nadie se espera que le pase esto. Te encuentres en el momento que te encuentres, una masacre contrasta con la vida. Pero no era solo yo, el semanario también tenía buena perspectiva: nos habíamos trasladado a un local nuevo y remontábamos las dificultades, teníamos más ventas e inversiones.

¿Sentiste que la manifestación multitudinaria del día 11 llegaba tarde?

— Tuvo muchas caras: había gente que quería el semanario, gente que defendía la libertad de expresión, que estaba contra el terrorismo. No iba solo ligado al semanario, fue una reacción emocional, también. Da igual qué redacción hubieran atacado, fue un ataque a la democracia, un valor fundamental. En aquel momento nos fue muy bien, aquel apoyo, porque la gente tenía miedo de que Charlie Hebdo desapareciera. El 11 de enero yo lo sobrevolé, ni me daba cuenta de hasta qué punto estaba de traumatitzada.

Los terroristas de 'Charlie Hebdo' en el cómic 'Seguir dibujando' de Coco
La reunión en el 'Charlie Hebdo' antes del atentado, en 'Seguir dibujando' de Coco

¿Cómo era trabajar en 'Charlie Hebdo' para alguien tan joven?

— Llegué con una beca de un mes, en 2007, saliendo de los estudios. Fue una revelación, lo dije en el juicio y es verdad. Me esforcé, sentí que había una cosa muy fuerte en aquel equipo, que dibujaba la política, el humor y la actualidad. Sentí que estaba hecho para mí.

¿Los dibujantes del 'Charlie Hebdo' no solo eran instituciones, eran tus maestros?

— Cabu [Jean Cabut] era excepcional, uno de los grandes dibujantes de prensa francés, con una carrera increíble y a la vez muy amable y accesible. Charb [Stéphane Charbonnier] también era muy enérgico. Eran personalidades muy complementarias. Riss [Laurent Sourisseau] me enseñó a hacer una columna de prensa. Yo era muy tímida, a veces no me atrevía a irles a ver, pero aprendí mucho, siempre tenían tiempo para mí y me dieron tiempo para aprender. Pero no hacían de profesores, era más una transmisión. Me ayudaron a trabajar también en L'Humanité, Les Inrockuptibles, Arte... A Cabu le gustaba tener chicas en el equipo [ríe]. Es un mundo muy masculino, pero no me daba miedo, siempre sentí que era una cuestión de dibujos más que de género, a pesar de que evidentemente está bien que se esté feminizando el sector. [En el brazo lleva tatuado un dibujo de Charb, uno de Tignous, alguno de su hija, uno de Georges Herriman...].

Antes del atentado acababais de discutir una cuestión fundamental: cómo el extremismo se infiltraba en los barrios populares y que hacía con la administración. ¿Cómo se encara desde la izquierda una amenaza tan radical?

— Es difícil tener una respuesta. Son cosas que pasan en los barrios pero también en internet. Lo debatimos y Tignous [Bernard Verlhac] dijo que en las afueras de las ciudades no hay nada, que no hay guarderías, un comentario que me hizo gracia. Hay una fragilidad, entre estos jóvenes, que aprovechan los ideólogos extremistas. No tenemos soluciones. Los centros de desradicalización no parece que hayan conseguido su objetivo. Me pregunto quién es capaz de matar a otra persona, y no lo entiendo. La única respuesta que podemos dar es empezar por la educación y, si pasan ciertos actos, que la justicia responda. Nosotros tenemos que tener una visión humana y humanista, basada en el estado de derecho y de justicia.

¿El asesinato de 12 personas te hizo plantear si valía la pena volver a dibujar?

Charlie se inscribe en los valores del fundador, François Cavanna, de defender la libertad y la ecología, la crítica de la religión y de todas formas de oscurantismo... Después del juicio sobre las caricaturas de Mahoma [2007] quedó claro que respetar a los creyentes quiere decir poder criticar la religión y su idea de las religiones. Charlie siempre ha defendido esto. No estás obligado a que te gusten los dibujos y, si te sientes difamado, puedes ir a la justicia. No tenemos que respetar lo que es sagrado para los demás, defendemos la laicidad, la libertad de creencia, de creer o no. La crítica no va contra los creyentes, sino contra la religión cuando se vuelve ideología. Y Charlie es un diario satírico, la caricatura es un género, cargado de doble sentido. Nuestro trabajo es conmover, sacudir. La libertad de expresión es el derecho más amplio, más que la blasfemia, que no es un delito. Cómo dicen en Le canard enchaîné: "La libertad de expresión se desgasta si no se utiliza".

La batalla de Coco con la culpa
La batalla de Coco con la culpa y la angustia

¿Tienes miedo?

— El 7 de enero me ha dejado marcas y a veces tengo miedo de que pasen cosas, pero sé que soy yo, es mi cabeza, estoy un poco paranoica. Pero cuando dibujo no tengo miedo, es un trabajo, una pasión, un intercambio de ideas, y estoy orgullosa de mí. Porque era realmente difícil volver del día 7. Era duro, duro [se emociona]. No nos dimos cuenta al principio, pero es así.

Otros supervivientes, como Philippe Lançon y Riss, también han explicado en libros cuán difícil ha sido.

— Me he dado cuenta después de que necesitábamos explicar nuestra historia colectiva. He añadido mi granito de arena. Por la memoria de Cabu, de Honoré [Philippe Honoré], de Tignous, de Mustapha [corrector], de Boisseau [que llevaba el mantenimiento del edificio], de todo el equipo, para que perduren, porque es duro todavía entenderlo.

Ahora dibujas cada día en Libération –después de los 40 años que lo hizo Willem– y continúas en Charlie Hebdo. ¿Crees que será posible dejar de verte como una superviviente?

— Se me verá así, a pesar mío. Pero al mismo tiempo me siento responsable de llevar esta memoria. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién lo hará? Cada año voy a la ceremonia de conmemoración. Porque es importante, no solo por recordar a mis amigos, también porque han muerto periodistas franceses en ejercicio de su trabajo, han muerto porque hacían dibujos. Mi hija dibuja. Es una insensatez que haya pasado y que en democracia todavía haya periodistas protegidos como en un bunker para ejercer su profesión. Nos incumbe a todos.

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