Obituario

Enric Marco, crónica de una muerte silenciada

El expresidente del Amical de Mauthausen falleció hace 635 días, el 21 de mayo del 2022

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Enric Marco, a la salida de La Carbonera de Olot, donde ayer Javier Cercas y Maria Barbal hablaban sobre escribir sobre impostores.

Ha muerto Enric Marco. O quizá deberíamos decir que murió Enric Marco, porque la noticia la explicamos hoy, pero el deceso es de hace 635 días, casi dos años. El hombre que se inventó una vida de deportado en el campo de exterminio nazi de Flossenbürg, uno de los fabuladores más populares de Catalunya, murió el 21 de mayo del 2022, a los 101 años, sin que (casi) nadie informara del su traspaso.

Me imagino que pocos obituarios se habrán escrito con tanto retraso como este. Que yo sea el encargado de redactarlo es fruto de una casualidad. No conocía a Enric Marco, no recuerdo haberle entrevistado y, como tanta otra gente, en su momento, había seguido y comentado su caso con perplejidad y fascinación. Refresque, que hace muchos años que Enric Marco no se había cantado ni gallo ni gallina.

El hombre se paseaba a principios de este siglo por escuelas, institutos, universidades, medios de comunicación y otros prestigiosos púlpitos predicando con todo lujo de detalles su estancia en el campo nazi de Flossenbürg. Como les desnudaban nada más llegar, el olor de los barracones, los compañeros que veía morir e, incluso, el día que temió por su vida cuando se atrevió a ganar una partida de ajedrez a un kapo de las SS. Presidente del Amical de Mauthausen desde el 2003, el 27 de enero del 2005 hizo llorar a Carme Chacón y otros diputados cuando narró en el Congreso sus peripecias (aún no sabíamos que inventadas) en Flossenbürg.

Tenía 84 años, pero era un hombre arriado, un caradura que, a diferencia de otros deportados a los que les costaba explicar su paso por un campo de exterminio, parecía que hubiera comido lengua y era capaz de embelesar a quien iba a escucharle. Le quedaba un acto aún más solemne en el que se moría por participar: el sexagésimo aniversario de la liberación de Mauthausen. Ya había confirmado su presencia el presidente del gobierno español de ese momento, José Luis Rodríguez Zapatero, y él debía ser el único deportado español que tomara la palabra.

No estuvo a tiempo. El historiador Benito Bermejo le desenmascaró pocos días antes de que pudiera ir a Mauthausen, cuando encontró un documento que demostraba que Enric Marco no era un deportado, sino que había ido a Alemania como uno de los trabajadores españoles voluntarios que Franco ofreció a Hitler para ayudarle. Eso sí, una vez allí, en la empresa donde trabajaba, le habían detenido por hablar mal de los nazis y elogiar al régimen soviético, había pasado unos meses en la cárcel de Kiel, pero nunca en su vida pisó Flossenbürg, Mauthausen ni ningún otro campo de concentración. A Enric Marco se le derrumbó la ficción que había ido construyendo, abandonó el Amical de Mauthausen y devolvió la Creu de Sant Jordi que le había concedido el gobierno de Jordi Pujol. Cuatro años después, el 2009, se estrenó una película documental (Ich bin Enric Marco) en la que los directores Lucas Vermal y Santiago Fillol hacían viajar a Marco a los escenarios de sus verdades y mentiras. Seguramente la puntilla le llegó el 2014, cuando el escritor Javier Cercas publicó El impostor, un libro donde confrontaba Enric Marco con esta y otras mentiras de su vida.

De hecho, la última aparición pública que he encontrado de Enric Marco es del 15 de abril del 2016, en Olot, en el festival literario MOT, en un acto en el que participaba Javier Cercas. En la crónica que publicó el ARA, Josep Pastells explica que cuando Cercas vio a Marco entre el público le invitó a subir al escenario: “¿Venir a tu lado? ¡Cómo te atreves, has hecho conmigo lo que te ha dado la gana!”, fue la respuesta de Enric Marco, mientras abandonaba la sala. Fuera de la sala, Marco aún seguía hablando: “Porque tengo 95 años, que si no le hubiera pegado un sopapo”.

Yo había leído El impostor cuando se publicó y la semana pasada, no me pregunten por qué, empecé a releerlo. Al cabo de pocas páginas, me vino a la cabeza la pregunta que me ha llevado accidentalmente hasta este obituario: “¿Enric Marco está vivo o muerto?” Consulto la Wikipedia y veo que nació el 12 de abril de 1921 (él lo cambiaba por el 14, porque eso le permitía empezar todas las charlas diciendo: “Soy Enric Marco y nací el 14 de abril de 1921, justo diez años antes de la proclamación de la Segunda República”). Y decía también Wikipedia que Marco había muerto el 21 de mayo del 2022, sin ofrecer ningún otro detalle.

Pensé que no podía ser, que si Enric Marco hubiera muerto, todos habríamos dado la noticia y habríamos revisitado su historia. Habríamos titulado que se había muerto el impostor, el mentiroso, el hombre que se había inventado una vida de héroe de la lucha contra los nazis. Amplié la búsqueda a Google y ni rastro de esquelas, obituarios o reseñas de la muerte de Enric Marco. Tan extraño era que hubiera muerto con 101 años, como que estuviera vivo ahora, camino de los 103. Hasta que topé con un artículo publicado el 25 de junio del 2022 en Rojo y Negro, medio de comunicación del sindicato CGT, firmado por Rafael Cid, un periodista veterano vinculado al movimiento anarquista (Marco había sido secretario general de la CNT a finales de los años 70). Escribía Rafael Cid: “Enric Marco murió el pasado 21 de mayo, en una clamorosa soledad de propios y extraños” y, a continuación, reproducía un artículo elogioso que le había dedicado tiempo atrás.

Localicé al único periodista que había informado lacónicamente de la muerte de Marco gracias a una radio libertaria de Valencia que, después de hablar con él, me facilitó su teléfono. Cid no tenía dudas:

-Está muerto.

-¿Pero fuiste a su funeral, tenías contacto con él en los últimos años...? ¿Cómo lo sabes?

-No, no, lo leí en algún sitio. Quizá vi una esquela, no me acuerdo.

-¿Y cómo te cuentas que solo lo hayas publicado tú?

-Porque era un apestado.

Y a partir de ahí continuó la conversación telefónica con un Rafael Cid muy crítico con el libro de Cercas y con el linchamiento que recibió Enric Marco, que él atribuía a que ese 27 de enero del 2005, cuando en el Congreso hizo llorar a Carme Chacón y otros diputados con su relato (inventado) de su estancia en Flossenbürg, también afirmó ante el embajador de Israel que hoy en día todavía quedan campos de concentración en lugares como Palestina. Y que era eso lo que le había pasado factura hasta el día de su muerte, “en una clamorosa soledad de propios y extraños”.

Colgué el teléfono con la convicción de que Enric Marco estaba vivo. Que Rafael Cid no recordara, ni siquiera vagamente, como había conocido la muerte de Marco no me ofrecía demasiada credibilidad. Tenía que hablar con alguien de la familia y fue así como encontré el teléfono del trabajo en el que trabaja una de sus hijas. Pido si me la pueden pasar, me la pasan, me presento y noto cómo le cambia la voz.

-Perdona que te haga una pregunta: ¿tu padre está vivo o muerto?

-Está muerto.

Fue así como supe que Enric Marco y Batlle había fallecido el 21 de mayo del 2022, hace 635 días, casi dos años. Y también fue en esta breve conversación telefónica como me di cuenta de lo que ha sufrido la familia: “Duele mucho que los periodistas remuevan su historia, tengo un recuerdo precioso de mi padre y vosotros solo os quedaís con una mentira”. Me vino a la cabeza Fago, un libro que escribió Carles Porta, que tenía como subtítulo: Cuando te dicen que tu hermano es un asesino. Era la historia de amor fraternal de Marisa Mainar, de cómo lo dejó todo para ayudar a su hermano, Santiago, cuando le detuvieron como presunto culpable del asesinato del alcalde de Fago, Miguel Grima. Porta abría el libro con un proverbio chino: “Ame cuando menos me lo merezco, porque es cuando más lo necesito”.

Enrique Marco no había matado a nadie. Era un mentiroso. Su mujer y sus hijas también estaban convencidas de que había estado en Flossenbürg. Supieron que su marido, que su padre, se había inventado una vida al tiempo que lo descubríamos los demás. Y le apoyaron cuando más lo necesitaba, y hasta el día de su muerte. Probablemente, lo que haríamos todos con las personas a las que amamos.

El hombre que se inventó una vida escondió su muerte. “¿Qué dirán de mí cuando me muera?”, quizás preguntó él, preocupado por la historia. "Procuraremos que nada", debieron contestar ellas, convencidas de que los periodistas ya habíamos "matado" a su padre una vez y no hacía falta que lo hiciéramos una segunda. En el primer capítulo, los periodistas ayudamos a convertir a Enric Marco en un héroe, en un rock star, en palabras de Cercas. En el segundo acto, cuando vimos que nos había engañado, nos volvimos. Y en el desenlace, el día en que murió, como si fuera una última victoria con esa lucha entre Marco y los periodistas, la familia procuró silenciar el traspaso. Que muriera el padre y no el mentiroso. Que el padre muriera lejos de los focos, justamente él, al que tanto le habían gustado y que llegó a inventarse una vida para que le iluminaran de lleno.

La tentación es escribir que este es el último capítulo de la vida de Enric Marco: el obituario de una muerte que llega insólitamente con 635 días de retraso. Pero, tratándose de él, mejor imaginar que pueden venir más. De momento, este año debe estrenarse Marco, una película dirigida por Aitor Arregi y Jon Garaño. Después de toda una vida en la que el papel de Enric Marco lo ha interpretado el propio Enric Marco, ahora quien hará de él en el cine es Eduard Fernández.

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