Festivales de música

200 años del milagro de Schubert

El barítono Samuel Hasselhorn y el pianista Ammiel Bushakevitz llevan a la Schubertiada de Vilabertran el proyecto de recuperación de los últimos lieds del compositor austríaco, escritos hace dos siglos

VilabertranDurante cinco años el barítono Samuel Hasselhorn se ha propuesto, con el pianista Ammiel Bushakevitz, recuperar el extenso catálogo de los lieds tardíos de Franz Schubert. Entre 2023 y 2028, el cantante alemán, ve autorizadísima dentro del género liederístico, interpreta de forma sucesiva las canciones que el compositor austríaco escribió hace dos siglos, entre 1823 y 1828. El proyecto, apadrinado por la Schubertíada de Vilabertran, rememora, opus del maestro absoluto de la poesía cantada, hasta culminarlo en tres cursos, coincidiendo con el bicentenario de su muerte. Este verano, Hasselhorn y Bushakevitz han visitado de nuevo el festival alto-ampurdanés para ofrecer un recital extraordinario, en este caso, dedicado a las canciones de 1824 y 1825.

El programa recoge lieds poco conocidos, que no pertenecen a ningún gran ciclo como el Winterreise –también tardío, de 1827–, sin embargo, comprenden igualmente muestras excelsas del arte del compositor, capaz de ensamblar, como ningún otro a la historia, música y palabra en una única expresión artística, haciendo latir al unísono verso, armonía y melodía. Los poemas escogidos ciertamente no ostentan una gran entidad literaria, pero, bajo la pluma de Schubert, que murió muy joven –a 31 años–, las palabras se elevan en piezas tanto desgarradoras como radiantes, conformando una dualidad expresiva de "luces y sombras" que barítono y pianista alimentan en todo momento.

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Hasselhorn, más allá de su faceta de liederista, también brilla con una sólida carrera operística sobre los escenarios, lo que dota de mayor amplitud y matices a su voz. Cuando sube la intensidad, es capaz de desplegar una proyección poderosísima, casi verdiana, robusta y llena de armónicos, pero, al mismo tiempo, cuando la exaltación se calma, el timbre se recoge y se templa, siendo en todo momento extremadamente cuidadoso con la dicción, el control de aire y la afinación. La primera parte del recital optó por el impacto, con momentos culminantes como el grito majestuoso de Die Allmacht o el galope vibrante deAuf der Bruck. Mientras que en la segunda, más bajada de revoluciones, los dos músicos golpearon con pasajes etéreos de gran belleza como Im Abendrot o Totengräbers Heimweh, e hicieron levitar las notas por el ábside de la Canónica. Gustav Mahler, como propina, puso punto y final a una velada memorable, a la espera de la siguiente entrega del viaje Schubert 200 el próximo año.