Revelaciones artísticas y aroma de tomillo en el Sónar
Bikôkô y Sevdaliza destacan en la primera jornada del festival en la Feria de Montjuïc
BarcelonaEl sonido del tomillo. Ésta es una de las primeras sensaciones que se podían sentir este jueves en la jornada inaugural del festival Sónar en la Feria de Montjuïc. En un espacio de paso donde se presentan diferentes iniciativas artísticas y tecnológicas, un olor muy aromático invitaba a detenerse ante una pequeña jardinera llena de plantas de tomillo conectadas a un dispositivo electrónico. Es Thymus vulgaris, una instalación sonora interactiva del artista leridano Ferran Lega que traduce los biodatos de las plantas en música que se puede escuchar con unos auriculares. Además de ingenioso tecnológicamente, con vocación ecológica: ¿podemos ser más respetuosos con la botánica aromática ahora que sabemos que puede hacer música?
Éste era uno de los inicios posibles de este Sónar, que ha reservado las primeras horas de la tarde a una retahíla de propuestas interesantes, muchas de ellas catalanas. Por ejemplo, la barcelonesa Bikôkô, que ya fue una de las revelaciones del propio festival en el 2021. El neosoul empapado de ritmos de África occidental (de acuerdo con los orígenes cameruneses de la familia) le ha enriquecido esta vez con un bajista (su padre Jules Bikôkô, músico de Macaco, entre otros) y seis percusionistas , pero sobre todo con un carisma escénico y unas dinámicas vocales que confirman todos los elogios que ha recibido en los últimos años. "Me parece increíble estar aquí después de todo el trabajo de estos meses", ha dicho Bikôkô, que en el escenario SonarHall ha interpretado también algunos temas del disco que publicará en otoño y en el que combina canciones en catalán, castellano, inglés , basaa y francés. Tiene algo de diva de otra época, quizás del futuro y todo.
Paralelamente, otra barcelonesa, Meritxell de Soto, trataba de convertir al SonarPark en un club con heterodoxia hedonista mientras algunos espectadores viajaban hacia el auditorio (el SonarComplex+D) para averiguar quién estaba detrás del enigmático nombre COU (Centro de Observación del Universo; pero que también podría ser un juego semántico con el verbo cobre). Es una aventura instrumental en la que están involucrados Mau Boada, Jordi Matas y Joan Pons (El Petit de Cal Eril). En el escenario se mantienen en la oscuridad (oa contraluz y de espaldas al público) mientras van disparando ambiente progresivo y psicodelia a ratos con un perfil más electrónico pero a menudo con formato de trío con batería y bajo y ese gusto por la improvisación sideral tan propia del universo que comparten Boada, Matas y Pons. Una buena manera de pasar el rato ahora que El Petit de Cal Eril está en barbecho.
El hijo de Jorge Drexler
Después de Bikôkô, el SonarHall ha seguido acogiendo algunas de las propuestas más atractivas del día. Como Pablopablo, el hijo de Jorge Drexler y músico de la gira de C Tangana. Defiende una evolución de la canción de autor sentimental con un trío con guitarra, saxo y batería y usos interesantes de la electrónica y el autotune, como en el tema Otra vida y en algunos nuevos que ha estrenado, a veces tensando la cuerda de la estridencia sin contemplaciones, sobre todo al final de las canciones.
El SonarHall lo ha encerrado con mucho público la neerlandesa de origen iraní Sevdaliza, una artista cuyo crecimiento se ha podido seguir desde hace años en el festival barcelonés. "Es un honor volver", ha dicho justo después de empezar el concierto con el trip-hop expresionista, con batería incluida, de Human. Después ha desplegado toneladas de misterio y ritmo y una voz poderosa y clara, casi rockera y lejos del susurro de otros. Lógicamente, no faltó Ride or die, el hit de ritmos rotos y reggaeton que grabó con Tokischa. El gran show de Sevdaliza en el Sónar.
A medida que las obligaciones laborales terminaban, el público iba llegando a Montjuïc y sobre las 18 h ya se llenaban escenarios como el SonarPark. Allí actuaba la andaluza Judeline, carisma y autotune al servicio de un pop de modos urbanos, toques flamencos y una versión de La tortura de Shakira bajada de revoluciones. Tal y como se movía en una puesta en escena de colores blancos y una puerta y una escalera, hacía pensar en una Lana Del Rey que tiene los pies en el suelo. Judeline ha estado celebrada por un público con ganas de experiencias singulares. "Siempre he soñado tocar en el Sónar", ha dicho. Hecho. También ha tenido un notable poder de convocatoria la rapera zulú Toya Delazy, que incluso ha bajado del escenario para animar a las primeras filas. El efecto rebote ha sido poner la carpa en modo "Esto será una fiesta". Éste es el espíritu.