Fotografía

Boris Mikhailov: "Nos llevó a la guerra creer que después de la muerte te recordarán como un héroe"

El fotógrafo ucraniano vuelve a Cataluña con una exposición en el festival Panorámico de Granollers

GranollersEl fotógrafo ucraniano Boris Mikhailov (Járkov, 1938) es imparable. Cumplió 86 años en agosto, y recorre la exposición que le dedica La Fábrica de las Artes Roca Umbertde Granollers hasta el 24 de noviembre como una estrella de rock. De su obra se ha dicho que es poética y radical, que mezcla la gravedad y el humor, y que ha retratado las condiciones históricas y sociales de la Unión Soviética a través de la vida cotidiana de unas personas muchas veces heridas y marginadas por el curso de la historia. "La obra de Boris es también su vida", afirma el comisario de la muestra, Iván de la Nuez.

"Era un niño durante la Segunda Guerra Mundial, fotografió la vida cotidiana de la Unión Soviética, como colapsó y los efectos de la terapia de choque en su Ucrania natal", añade De la Nuez, que va colaborar con Mikhailov cuando en 2002 lo incluyó en la exposición de La Virreina Parque humano y, en 2004, como director del centro, le organizó una exposición individual pionera en Barcelona. Más adelante, Mikhailov, inseparable de su compañera de vida y en la fotografía, Vita, retrató su vida como emigrante en Berlín y se ha adentrado en otros temas como la fascinación de los turistas alemanes en Mallorca, y se ha enfrentado a todos estos mundos desde una perspectiva crítica como fotógrafo y como ser humano. "Tiene una trayectoria extraordinariamente rica", dice el comisario.

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El carácter irreductible de Mijailov queda reflejado en unos hechos que marcaron el inicio de su trayectoria. Como ingeniero, tenía el encargo de documentar la fábrica en la que trabajaba, pero el KGB lo descubrió utilizando el laboratorio para revelar desnudo y le acusaron de distribuir pornografía. Precisamente, la exposición, que lleva por título The tentation of death [La tentación de la muerte], la forman 35 dípticos, de una serie iniciada en 2018 de 150, compuestos por una fotografía de su país extraída de su archivo y otra posterior que hizo dentro de un enorme crematorio cuyas obras van quedar abandonadas en 1982 por temor a que recordara la incineración masiva de judíos ucranianos en los campos de concentración nazis. "Nos interesó mucho exponer esta serie porque tiene un anclaje histórico con toda su obra, pero también está muy presente por todo lo que está pasando, y porque Boris y Vita han vuelto a Ucrania en medio de la guerra", dice De la Nuez. "Nos llevó a la guerra creer que después de la muerte te recordarán como un héroe", lamenta Boris Mikhailov.

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El origen del proyecto se remonta a cuando participó en un congreso de escritores en Venecia en el 2014 ligado a la novela de Thomas Mann Muerte en Venecia. El congreso coincidió prácticamente con la anexión rusa de la península de Crimea, así que Mijailov cambió de idea y pensó "en su propia muerte", como afirma Vita. "Todo salió de estar en Venecia, la ciudad del amor y las góndolas, mientras que en Ucrania se estaban produciendo todas esas muertes terribles", explica.

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Violencia, belleza y humor

Según De la Nuez, Mikhailov es muy consciente de su "lugar ético" en la fotografía, y que el contenido de sus fotografías no son simplemente "anécdotas". "En su obra hay crudeza y violencia, pero también una enorme belleza, sensualidad, ingenuidad, ironía y sentido del humor. Es uno de los pioneros del desnudo masculino a través del autorretrato, y su obra abarca temas que van de lo íntimo a lo universal. Y siempre ha sido un fotógrafo que ha sospechado de la fotografía como gran portadora de la verdad, toda la verdad, y nada más que la verdad", dice De la Nuez.

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Un hilo conductor de la exposición es que Mikhailov ha volcado un punto en común entre el presente y el pasado. Se pueden ver una vieja foto de una mujer desnuda con un desgarro en el vientre, una retahíla de personajes anónimos con unas vidas presumiblemente precarias y referencias a la cábala, al cristianismo y al comunismo. "Durante el comunismo la religión estaba prohibida, y la respeto como hecho histórico. Por desgracia, no soy una persona religiosa", dice Mikhailov. Asimismo, la muestra incluye algunos autorretratos, uno de los cuales, en el que Mijailov aparece en bañador tumbado dentro de una zanja abierta en un jardín, es especialmente elocuente de su mirada, porque es la evocación de un soldado muerto en una trinchera de 'un poema heroico del poeta romántico ucraniano Tarás Shevchenko.