Fotografía

Todo Cartier-Bresson en una gran exposición

El centro KBr de la Fundación Mapfre reúne a unas 260 imágenes representativas de sus instantes "decisivos" y su compromiso político

Barcelona1933. El fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson (1908-2004) viaja por España para cubrir las elecciones por encargo de la revista Vu. En una calle en ruinas de Sevilla encuentra una pared con un gran portillo. El agujero de la pared y la retahíla de niños que hacen vida en la calle. Cartier-Bresson se pone al otro lado del agujero con la cámara Leica a esperar a que ocurra algo. Clic, clic, clic... A medida que los niños se detienen y miran curiosos a la cámara, o, por el contrario, siguen jugando como si nada, Cartier-Bresson va llenando el carrete de unas imágenes que están entre las más representativas de su carácter humanista y comprometido con los más desfavorecidos.

Grandes colecciones como la del MoMA de Nueva York tienen imágenes de esta serie, y a partir de este viernes y hasta el 26 de enero una de ellas puede verse en la gran exposición que el centro KBr de la Fundación Mapfre de Barcelona dedica a Henri Cartier-Bresson. "Estas imágenes son como un incidente programado", afirma el comisario de la muestra, Ulrich Pohlmann. "En cierto modo, Cartier-Bresson es un cazador de imágenes –explica Pohlmann–. Sabía que aquel era el telón de fondo perfecto para la fotografía que quería hacer. Tenía algunas ideas en la cabeza, y naturalmente la situación le sorprendió porque no podía controlarla. Aunque parezca un poco un montaje, no es una imagen escenificada". El propio Cartier-Bresson explicó en qué consistía lo que él llamaba "el azar objetivo" del que surgieron los "momentos decisivos" que se han convertido en la marca de su fotografía: "Fotografiar es poner la cabeza, el ojo y el corazón en el mismo punto de mira. [...] Para mí, la cámara es un cuaderno de esbozos, un instrumento de intuición y de espontaneidad, el ama del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide a la vez".

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Sin embargo, Pohlmann no se conformó con todo lo que sabía de Cartier-Bresson. Para aceptar el encargo de la exposición, que está organizada con la colaboración del Bucerius Kunst Forum de Hamburgo y la Fundación Henri Cartier-Bresson, puso como condición pasar tres meses investigando en el archivo de la fundación, de donde provienen las 260 fotografías expuestas, seleccionadas entre las 10.000 copias que consultó, sin contar las hojas de contacto. Y también leyó toda su correspondencia.

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"Pensaba que de Cartier-Bresson se habían hecho demasiadas exposiciones y libros, y que se le trataba como un dios que produce imágenes intemporales. Después de la Segunda Guerra Mundial, Cartier-Bresson fue el fotógrafo más famoso internacionalmente durante décadas. Publicó en unos 2.000 diarios y revistas de todo el mundo, e hizo algunas películas; por eso hemos incluido en la exposición páginas de periódicos y revistas y dos de sus películas. Hemos querido mostrarlo en un contexto multimedia y recoger la complejidad de su personalidad", dice Pohlmann.

"Durante mi investigación, descubrí a Cartier-Bresson como un sujeto político, en acción, y como observador, a diferencia de la imagen del fotógrafo del instante decisivo construida durante las últimas décadas de su vida. Lo importante es que no hay solo un Cartier-Bresson, sino muchos; sus ideas y su manera de trabajar cambian. Y a lo largo de la exposición, se pueden ver los cambios sociales y políticos a lo largo de cinco o seis décadas. Cartier-Bresson es también un historiador con su cámara, pero no como un reportero, sino que le interesó el estado psicológico de las personas. Tuvo una curiosidad enorme por las personas", explica. Así, Cartier-Bresson fue empático y al mismo tiempo mantuvo las distancias. "Es una humanista, pero no se posiciona. Yo creo que es un fotógrafo dialéctico, porque intenta ver los hechos desde distintas perspectivas", dice.

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Henri Cartier-Bresson provenía de una familia adinerada de industriales textiles. Estaba previsto que sucediera al padre al frente de la empresa, pero los negocios no le interesaban en absoluto. Sí mostraba interés por la literatura, por autores como Dostoyevski, Baudelaire y Rimbaud. Se buscó cómo vivir por su cuenta, pero siempre tuvo buena relación con los padres y la familia porque dependía económicamente. "Al principio no podía vivir de la fotografía", advierte el comisario. Antes de emprender un viaje a África en otoño de 1930, se compró una Leica de 35 mm en Marsella. Y el impacto de ese viaje, durante el que cayó enfermo, lo hizo un anticolonialista convencido.

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Del surrealismo al reporterismo

Siguiendo las explicaciones de su oficio que dio el propio artista, la exposición lleva por título Henri Cartier-Bresson. Watch! Watch! Watch! "Cartier-Bresson decía de sí mismo que era una persona visual y que entendía el mundo de las apariencias a través de los ojos. Su deseo era ver, percibir cosas, no necesariamente relacionado con los resultados, porque a menudo no estaba interesado en ver la imagen. Cuando viajaba, no veía la imagen impresa hasta meses después de haberla tomado", dice Pohlmann. El recorrido de la exposición es cronológico a la vez que temático, desde los inicios vinculados al surrealismo, con unas imágenes con las que quiso "revelar el inconsciente", como dice el comisario, hasta las fotografías que hace del Proceso de Burgos (1970), de todo menos de lo que ocurría dentro del tribunal, al que no tuvo acceso, como la espera de los familiares. Hizo otras también en España, en ciudades como Segovia, por encargo de la Unesco. Dado que estas últimas eran más bien de promoción turística, Cartier-Bresson hizo unas imágenes "apolíticas", como dice Pohlmann.

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Otro hito de la trayectoria del fotógrafo francés es que fue uno de los fundadores de la agencia Magnum en 1947, junto con Robert Capa y David Chim Seymour, entre otros. Capa fue clave en la trayectoria de Cartier-Bresson, porque en los años 30 le sugirió que abandonara el surrealismo para hacerse reportero, aunque nunca perdió cierto toque surrealista. El recorrido de la muestra continúa con ámbitos dedicados a los primeros reportajes políticos y de guerra –fue capturado por las tropas alemanas en 1943 y salió adelante en el tercer intento de huir del campo de prisioneros VA de Ludwigsburg–; en India y China como dos sociedades en transformación; el comunismo y la Guerra Fría –visitó la Unión Soviética en 1954–, y las luchas por los derechos de los afroamericanos en Estados Unidos, un aspecto casi inédito de su obra. Más adelante, se puede ver cómo Cartier-Bresson abordó la relación del hombre y la máquina en los entornos industriales, su personal mirada del poder, a través de las imágenes de las manifestaciones en protesta por la masacre de argelinos en París en 1961 y del funeral del presidente Charles de Gaulle, de quien había sido fotógrafo oficial.

El recorrido de la exposición termina con un ámbito dedicado a los retratos, entre ellos el que hizo a Matisse rodeado de pichones, aunque no le gustaba nada que lo retrataran, ya Marcel Duchamp, pocas semanas antes de morir. Y también a Alberto Giacometti, Coco Chanel, William Faulkner, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre, Colette, Saul Steinberg, Arthur Miller y Truman Capote. "Cartier-Bresson estuvo siempre interesado en el retrato, pero no hizo estos para que los personajes fueran famosos, sino que fotografió su universo personal. Empezó en 1944, después de que lo liberaran, moviéndose por el sur de Francia sin permiso y retratando a Pierre Bonnard y Pablo Picasso –dice Pohlmann–, como había hecho siempre, con los retratos intentó ser invisible".

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Coincidiendo con esta exposición, también abre sus puertas la muestra de estudiantes de fotografía del programa KBr Flama. En esta edición los fotógrafos representados son Laura Aranda Lavado, Esfenia Bedmar, Malu Reigal y Alain Rojas Pastor.