Literatura

Siri Hustvedt: "Hay relaciones familiares tan terribles que lo único que puedes hacer es huir"

BarcelonaEl odio contra las mujeres y la invisibilización y la desautorización constante que sufren han marcado los últimos libros de Siri Hustvedt. En Madres, padres y demás (Seix Barral) reivindica la importancia de vivir una maternidad imperfecta, carga una vez más contra la misoginia y recuerda, con emoción, a su madre, muerta poco antes del inicio de la pandemia.

Su madre Ester murió a finales de 2019, a los 96 años. Dice que no era "una madre arquetípica". ¿Por qué?

— Ninguna madre es como el cliché cultural que nos han inculcado. Mi madre pasaba gran parte del tiempo en casa, cocinaba y nos preparaba pasteles. Cuidaba de todos nosotros. En este sentido encajaba con la idea de "ángel del hogar" que ayudó a construir Rousseau en el siglo XVIII. El sacrificio que tiene que hacer una madre me parece una crueldad social. Por suerte, cuando mis hermanas y yo fuimos más mayores, estudió francés y llegó a enseñarlo en una escuela católica. Mi madre llegó a formar parte de cinco clubes de lectura.

Compara la maternidad con "una camisa de fuerza".

— Somos una especie que depende de los otros. Cuando nos convertimos en padres, hay una parte positiva, que consiste en liberarte del egoísmo por el bien de tu hijo. Hay, también, una cara oscura. Para cuidar de tu hijo se supone que tienes que seguir unos patrones rígidos. La maternidad tiene una parte de camisa de fuerza, la que te prohíbe dudar y tener sentimientos contradictorios sobre la crianza.

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De su padre recuerda que la ponía en entredicho cuando le decía que quería ser profesora como él. Y cuando leyó su tesis doctoral también la cuestionó.

— La figura del padre está marcada por el peso de la autoridad. Hay relaciones familiares tan terribles que lo único que puedes hacer es huir. Mi padre me quería y yo a él: esto fue una suerte. Aun así, a veces sentía que necesitaba su aprobación. Sentía que sus juicios me encarcelaban y que me impedían expresar lo que yo quería. Estaba sometida a su autoridad.

Su madre, en cambio, le daba consejos como por ejemplo: "No hagas nada que no quieras hacer". ¿Le han sido útiles estas palabras?

— Mucho. Cuando era joven me sirvió para no dejarme manipular, para no acabar en la cama con quien en realidad no deseaba. De más mayor me ha servido para recordar que, artísticamente, tengo que seguir el camino que quiero y no el que satisface a los otros.

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En el libro recuerda la controversia que causó el ensayo sobre maternidad de Rachel Cusk, A life's work.

— Ella lo pasó fatal. Una cosa que dice y que me parece muy acertada es que cuando tuvo a su hija no se daba cuenta de hasta qué punto, a través de la maternidad, reviviría la relación complicadísima que tenía con su propia madre.

Explica también una anécdota conflictiva sobre su hija que ha escondido durante décadas.

— Sí. Estábamos en el aeropuerto y mi hija estuvo a punto de caerse del cochecito mientras bajábamos por una escalera mecánica. No llevaba el cinturón abrochado..., pero la cogí a tiempo. Un hombre de negocios que bajaba delante nuestro me lanzó una mirada terrible. Me hizo sentir muy mal.

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La juzgó como una "mala madre".

— Aquel error nos habría podido cambiar la vida si hubiera pasado algo malo. Fue aquel hombre quien me hizo sentir avergonzada. Estoy bastante segura de que, si hubiera visto que esto mismo le pasaba a mi marido, en vez de juzgarlo, lo habría querido ayudar.

Cuando era pequeña, uno de los clichés en relación con las mujeres que más le llamaban la atención era: "No puedes vivir con ellas, pero sin ellas tampoco". Los hombres se dirigían a las mujeres "como si fueran de otra especie", escribe. ¿Esta diferencia se encuentra en la base de la misoginia?

— En parte, sí. Se trata de una diferencia que se ha acabado codificando de manera jerárquica. Hay una parte de la especie humana que tiene la habilidad de gestar a otra persona dentro suyo y la otra no. Esto es un hecho. Hay especies que tienen los dos sexos dentro de su cuerpo o que a la hora de reproducirse se clonan. Y otras que cambian de sexo durante la vida.

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¿Me podría dar un ejemplo?

— El pez payaso. Se estructura en una comunidad en la que la hembra es el ejemplar más gordo y dominante. Cuando muere, ¡el macho más gordo cambia de sexo y se convierte en la hembra!

El problema, en los humanos, es la noción de jerarquía, no de diferencia.

— Exacto. Las raíces de la misoginia se encuentran en el miedo de aceptar una verdad y es que cualquier ser humano –hombre o mujer– ha sido gestado en un cuerpo de mujer. Se tendría que hablar más de esto. En cambio, es la jerarquía social la que nos acaba determinando. Las personas que ocupan el poder quieren mantener los privilegios.

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Mayoritariamente somos los hombres los que ocupamos estas posiciones.

— En Estados Unidos son hombres blancos y de una clase social determinada.

La misoginia se despierta cuando los hombres nos sentimos amenazados, leemos en su libro.

— Cuando se cuestionan las posiciones jerárquicas, estas se sienten amenazadas y entonces vienen los ataques. Hay un ensayo muy interesante, Down girl, donde su autora, Kate Manne, define la misoginia como "un cuerpo policial". Me parece muy acertada. La misoginia aparece para castigar la amenaza que representamos las mujeres.

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¿Diría que las generaciones más jóvenes son menos misóginas?

— Soy optimista a medias, en relación con este tema. En Estados Unidos hay jóvenes de extrema derecha con posiciones muy conservadoras en relación con las mujeres, pero también hay un gran porcentaje de jóvenes muy abiertos a la hora de pensar en otras maneras de existir. La fluidez en cuestiones de género es un paso adelante.

La cuestión trans es un debate abierto y muy controvertido.

— Aún no sabemos las complejidades de alguien que, de muy pequeño, decide que no es un niño, sino una niña. ¿Cómo puede llegar a pasar esto? La respuesta desde los estudios genéticos es muy pobre. Uno de los efectos de la disforia de género es que nos fuerza a cuestionar la masculinidad y la feminidad. Han hecho mucho daño estas dos categorías. Tanto los hombres como las mujeres hemos vivido encarcelados durante mucho tiempo.

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