Ensayo

Shon Faye: "Lo que le preocupa a una persona trans no es la apariencia, sino el trato social que recibe"

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L'escriptora y periodista Shon Faye, este lunes en el hotel Icon de Barcelona

BarcelonaEl primer libro de la periodista y escritora Shon Faye (Bristol, 1988) es un análisis exhaustivo y revelador de la experiencia vital de las personas transgénero, que según la autora incluye hombres trans, mujeres trans y personas no binarias. Publicado por Blackie Books, Trans quiere concienciar a los lectores de la importancia de escuchar a una minoría –que en países como Reino Unido no llega al 1%– para tomar conciencia de la universalidad de sus luchas. Faye presentará el ensayo este martes (18 h) en el Centro LGBTI de Barcelona acompañada del sociólogo y activista Miquel Missé.

En una época en que los libros de memorias y la autoficción tienen una gran aceptación entre el público, usted aborda la cuestión transgénero desde el ensayo. ¿Por qué?

— Creía que en estos momentos era necesaria una aproximación política y social al tema. Hay muchas memorias que abordan las vidas trans desde la experiencia personal. Mi propio caso no me parece bastante interesante ni ilustrativo: soy de clase media, tengo un buen trabajo y, en definitiva, disfruto de unos privilegios poco habituales en la comunidad transgénero, mucho más vulnerable y sujeta a discriminaciones. He preferido adoptar un tono distanciado, más científico, un poco en la línea del ensayo divulgativo, donde predominan los autores hombres.

"La liberación de las personas trans mejoraría las vidas de toda nuestra sociedad", escribe. ¿Por qué ser transgénero sigue siendo tan controvertido?

— Porque el género es crucial en cómo nos percibimos a nosotros mismos y a los otros. El porcentaje de personas que desafían el punto de partida biológico ha sido y es muy bajo. Aun así, hay mucha gente que se siente amenazada por la simple existencia de esta comunidad, cuando lo que pide es liberarse del binarismo y del control, por parte de los estados y del sistema médico, de su cuerpo. ¿Qué ciudadanos son dignos de determinados servicios? ¿Quién es percibido como una víctima y, por lo tanto, merece recibir el apoyo de la sociedad?

Uno de los ejemplos que da el ensayo es el de Lucy Meadows, que al poco de comunicar su transición a la escuela donde trabajaba generó un revuelo muy grande en el Reino Unido.

— El caso de Lucy se dio en 2012. Tan solo hace 10 años. No era ninguna figura mediática, pero los medios invadieron de una forma brutal su privacidad. Esto pasó por un único motivo: porque había pasado de ser hombre a mujer. Toda esta presión le causó efectos terribles.

Se acabó suicidando.

— Sí, exacto. Tenía 32 años.

La imagen que los medios de comunicación han construido de las personas transgénero está llena de prejuicios y estereotipos, según leemos en su libro.

— Los intereses de los medios pasan, a menudo, por generar interés de forma sensacionalista, confusa e incluso perturbadora. Normalmente, estas noticias van acompañadas de dos fotos: la de antes del cambio y la de después.

El ensayo recuerda que, en general, hay un gran interés en la imagen de las personas transgénero, y esto no es lo más importante.

— El núcleo de la experiencia trans es otro. Lo que de verdad preocupa a una persona trans no es su apariencia, sino el trato social que recibe.

Es un trato difícil, en el ámbito familiar, laboral y médico, tal como detalla Trans.

— El 98% de las personas que optan por hacer la transición están contentas con lo que han decidido. El 2% restante se arrepienten de ello, pero esto no quiere decir que todas estas personas hayan dejado de tener disforia de género. A menudo pasa que, después del cambio, se han dado cuenta de que su vida se había hecho insoportable. Las hay cuyas familias dejan de dirigirles la palabra. Otras pierden las amistades. Muchas también se quedan sin trabajo.

Hay países, como Japón, donde hacer la transición se acompaña obligatoriamente de un proceso de esterilización.

— Los pioneros en Europa en la exigencia de la esterilización fueron los suecos, a principios de la década de los 70, porque consideraban que las personas que querían hacer la transición eran enfermas mentales y era mejor que no se reprodujeran ni cuidaran de menores. Todavía ahora, en Reino Unido, y según una encuesta que cito en el libro, solo un 41% de los británicos creen que una persona trans está capacitada para dar clases en una escuela.

Cambia mucho la percepción de las personas trans en las generaciones más jóvenes?

— La percepción cambia sensiblemente si se conoce a alguien trans o no. En generaciones anteriores era más difícil que esto pasara: se tendía a creer que detrás una persona trans siempre había algo que no iba bien. A menudo, cuando se sufría disforia de género y se comentaba en casa, los padres lo negaban y se acababa creciendo sin poder hacer la transición. Esto no solucionaba nada, porque la disforia se mantenía en la edad adulta, y el malestar podía ir a más... Ahora hay más personas trans que antes y la conversación social sobre el tema existe. Los niños y niñas pueden salir del armario antes. Pero esto crea nuevas hostilidades. En las escuelas todavía no hay suficiente profesorado para abordar el tema de forma sensible. La discriminación y el acoso físico y emocional todavía están, por desgracia, muy presentes.

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