Música

Rigoberta Bandini: "He llorado muchísimo con el disco de Rosalía"

BarcelonaTres meses después del Benidorm Fest, que disparó a la máxima popularidad a Rigoberta Bandini y su himno pectoral Ay mamá, Paula Ribó (Barcelona, 1990) intenta surfear en su nueva vida de estrella de la música. Lo hace bien, porque durante toda la entrevista es la Paula cercana, franca y divertida que durante los últimos diez años hemos visto foguearse en proyectos musicales y teatrales, sobre todo con el trío The Mamzelles. Desde los 9 años hace canciones y escribe para los de casa, así que tiene madera de artista. Por Sant Jordi ha vivido un nuevo baño de masas firmando el libro de autoficción Vértigo (autopublicado en 2019 y reeditado por Aguilar), este sábado cumple 32 años y el domingo, Día de la Madre, publica el videoclip de Ay mamá.

Su proyecto más inmediato es seguir la gira de Rigoberta Bandini y, en algún momento, todavía sin fecha, sacar un disco.

¿Tienes problemas para moverte? ¿Has dejado de hacer cosas?

— Es verdad que en Catalunya la gente es muy discreta, en Madrid es algo más fuerte. Sí que ahora mismo me daría pereza ir a una discoteca; quizá hay un pensamiento que antes no existía. Me paran cada día en algún momento, pero hago mi vida normal, todo es muy amable y no es constante.

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Vértigo es de 2019 y parece visionario, porque dices que coges impulso antes de dar el salto de tu vida. ¿Te imaginabas que sería tan arriba?

— No. Yo sentía que estaba atravesando una puerta que me llevaba realmente a otro lugar muy diferente, pero no me imaginaba que el salto sería tan heavy. Ha superado mucho mis expectativas. Entonces ya estaba pensando en las canciones, pero el proyecto Rigoberta no existía. Yo proyecté la Luna.

Has hecho doblaje, interpretación, dirección, escribes... ¿Te imaginabas que sería la música lo que te cambiaría la vida?

— Componer canciones me ha acompañado desde que soy muy pequeña y con la música es con lo que siento una conexión más grande. Pero no buscaba un supuesto éxito, sino que tenía la necesidad de sacar estas canciones y con perspectiva creo que tiene toda la coherencia del mundo que sea la música, porque es mi herramienta desde siempre y es donde me siento más segura de mí misma. Como compositora no tengo dudas. Si no pudiera hacer nunca más música, mi vida sería triste, me costaría.

¿Si tuviéramos que resumir estos dos años en dos canciones, serían Too many drugs y Ay mamá?

Too many drugs la lancé yo solita en una plataforma digital y para mí, que tenía un pequeño altavoz, ya se viralizó suficiente. Fue la primera banderita que planté. In Spain we call it soledad fue el verano de 2020 y ya noté que tenía un grueso de gente que me seguía; noté un cambio por ejemplo con los seguidores. Y desde entonces hasta ahora no he parado de flipar porque no ha parado de crecer. Ay mamá ha sido una cosa excepcional porque cuando entras en el mainstream aquello te explota en la cara, pero antes de pasar por Televisión Española yo ya sentía que era exponencial. Ay mamá ha sido un pico, y suerte. Prefiero que sea una cosa orgánica, es más digerible.

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¿Temes que el fenómeno Ay mamá y el Benidorm Fest te puedan encasillar?

— Cuando me presenté tuve millones de dudas, aparte de esto, porque Eurovisión es un festival un poco casposo hoy en día, pero a la vez es una fiesta de la música. Rigoberta Bandini es un proyecto sin prejuicios hacia los géneros musicales y pensé: si quieres que la gente no tenga manías, no las tengas tú. La manera para romper este tabú o los límites entre el mainstream y el indie es presentarte allí y hacer entender que el elitismo musical no nos lleva a ninguna parte. Fue un ejercicio de confianza. No, no tengo miedo. Ay mamá será una cosa muy importante en mi carrera, pero me queda mucha carrera y muchas canciones por sacar y que lleguen al público.

A años luz en repercusión, pero ¿te pasó un poco el mismo con The Mamzelles y el Envàs on vas?

— Existe un paralelismo total. La diferencia es que Envàs on vas? no salía de mis entrañas y eso sí. Para mí ha sido mucho más dulce este éxito. Con el Envàs on vas? yo sufrí, soy muy pesada con mi verdad y me rayé mucho. Que la gente te conozca por un anuncio cuando tú intentas componer desde el corazón es duro. En el peor del casos, si solo me recuerdan por Ay mamá, qué bien. Aquello fue más duro. Pero con perspectiva estoy muy agradecida y nos fue muy bien.

Hace diez años del disco de Mamzelles. Nadie se imaginaba aquel éxito y quizá tampoco este.

— Si no hubiera existido Mamzelles, yo no estaría aquí. Aprendimos mucho juntas, creativamente hablando y a nivel laboral. Cuando empecé con Rigoberta sentía que ya tenía un máster en el mundo de la música a pesar de que fuera un proyecto más pequeño. No es lo mismo componer canciones que estar allí en el business.

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Has pasado de responder preguntas sobre la generación tofu y la precariedad a preguntas sobre la fama.

— Me impresiona, la verdad. Yo vivo en una especie de burbuja y no me doy cuenta. Mi vida es tan normal, en el mejor de los sentidos, que vendo 10.000 entradas y flipo, pero lo vivo como una outsider, como una información. Es muy raro. Al final, realmente, la dimensión a las cosas se la das tú. Tiene mucha importancia, pero tampoco me quiero focalizar en esto porque es muy efímero. Yo superfeliz, superagradecida, pero ocupándome de trabajar, no de observar esta decoración que puede marcharse o no. He de trabajar en hacer canciones, pero también en mí misma, en los cimientos de mi vida porque las cosas efímeras pueden marcharse, pero yo quiero ser sólida.

"Es mala amante la fama y no va a quererte de verdad", canta la Rosalía.

— He llorado muchísimo con el disco Motomami. No me lo esperaba. Esperaba que me hiciera bailar más que llorar, pero cuando lo escuché me pasé una mañana llorando. Conecto con muchas letras y entiendo lo que puede sentir ella, que está a dos mil kilómetros de mí. Si yo siento muchas cosas, imagínate ella. Creo que la fama se tiene que vivir de la manera más sana posible y para mí es volviendo a mi gente, porque son las personas que me recuerdan quién soy. Cuando estudiaba en el Institut del Teatre un profesor decía que un actor no interpreta a un rey de Shakespeare, en rey lo convierten los otros. Es esto. Cuando vuelvo con mi gente, soy Paula, porque ellos ven a Paula. Volver a mi familia y al círculo cercano de amigos es mi salvación.

Sobre el disco de la Rosalía, ¿qué te ha gustado más?

— La libertad que ha sido valiente de tomarse. Y me flipa que puede darnos millones de colores, pero, cuando ella decide que quiere emocionarnos, es imposible que no te emociones. Con Sakura y G3 N15 no puedo no llorar. Ella tiene el volante y nos lleva donde quiere. Y como público te dejas llevar porque es una genia, no solo musicalmente, sino también conceptualmente: es como un rompecabezas, me parece cubista, como un poslenguaje que me fascina. Estoy muy enganchada.

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¿Cómo gestionas las críticas? Por ejemplo, a Ay mamá, que tanto se tildó de provocadora como de poco inclusiva con las trans.

— Como puedo. Es un aprendizaje constante. No estoy acostumbrada a tener tantos ojos analizando todo lo que hago.Pero también es cierto que ante cosas tan obvias y tan extremas como que una persona me considere TERF por la letra de Ay mamá, me afecta poco porque estoy convencida de que todo el mundo sabe que no lo soy. Pero con cosas más pequeñas no te negaré que, obviamente, soy humana, me afectan. Y estoy trabajando en esto, en enviar amor y entender que [canta Rosalía] "es traicionera la fama". Es inevitable: cuando llegas a muchísima gente habrá un porcentaje pequeño que criticará todo lo que hagas y tendrás que convivir con esto.

Te preocupa que te hagan portavoz involuntaria de, por ejemplo, el feminismo. O de titulares que de golpe tienen mucho eco como que ahora ves Notting Hill como machista.

— Yo era muy naif y con este proyecto me estoy dando cuenta de que el periodismo, perdona eh, es un circo. Yo no era consciente del circo mediático en el que vivimos. Y ahora intento medir mucho mis palabras, pero es inevitable que los titulares existan, porque existe el clickbait. El titular me dio rabia porque fuera de contexto era muy fuerte, pero a la vez dije: no pediré perdón. Es un día y al día siguiente todo el mundo se ha olvidado.

Me gustó saber que, antes de actuar en el festival, intentaste rebajar la tensión con un: "No es para tanto".

— Soy bastante de intentar relativizar. Todo con el tiempo coge su peso. Me digo a mí misma que todo esto que me está pasando no es tan importante, pero, no para protegerme para cuando no sea tan heavy, sino porque realmente no es tan importante en la vida.

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La maternidad te aterriza mucho.

— Muchísimo. Siempre digo que es un ejercicio de humildad constante. Mi ego se borra constantemente. Educar a un hijo es un viaje fascinante que me está flipando e implica quitarte a ti del centro constante. A nivel de egocentrismo artístico es un contrapeso perfecto. Si no, creo que estaría empalagada de mí misma. Ahora mismo mi prioridad, a pesar de todo, es mi hijo.

Canta Ay mamá, supongo, como todos los niños y niñas.

— Y tanto, se pone las gafas, se sube la camiseta y hace lo-lo-lo-lo.

¿Tienes la sensación de exposición extrema? He escuchado como fue tu parto inducido, tu farra post-Primavera Sound con desaparición incluida, cuando tomaste ácido, sé que tu padre es presidente de las peñas madridistas...

— Hay gente que tiene mucha estrategia detrás y yo soy muy natural, y quizás me daré una hostia. Pero tampoco quiero engañar. Obviamente no explicaré toda mi vida y voy aprendiendo a medir lo que digo. Pero no quiero renunciar a ser de verdad por miedo a que me juzguen. Hay cosas que dan coherencia a mi proyecto. Y en las canciones ya me desnudo bastante, más que con cualquiera de estas anécdotas. Es extraño, pero a la vez me hace sentir en paz, porque es como decir: yo soy esto.

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Trabajas con tu pareja y tus primos; esto de la pyme familiar es muy catalán.

— Es increíble. Suerte de esto. Yo soy muy familiar. La sensación de estar de gira con tus primos es muy guay, si no, se me haría muy pesado. Soy Paula y solo soy Rigoberta cuando salgo al escenario.

Este sábado cumples 32 años. ¿Pasaste la crisis de los 30?

— La tenía desde los 26 y entonces pasé los 30 que ni me di cuenta: confinada y embarazada de ocho meses. Desde los 30, cada año me siento más poderosa. No solo porque este proyecto funcione; hay algo que me ha dado la maternidad o la vida, que es más seguridad y tener más claras mis prioridades.

En Vértigo haces un prólogo donde dices que "después de Too many drugs llega el espíritu". ¿Qué quieres decir?

— Me siento más conectada con cosas que antes no conocía. Para mí el espíritu no tiene que ver con la religión. Yo soy de buscar mucho el sentido de las cosas y empecé una etapa de meditar y de visualizar cosas y entender que formamos parte de una cosa más grande, que hay unas conexiones a las que podemos llegar si intentamos quitar un poco de ruido mental. Y esto que me salvó bastante, lo vinculo mucho con Rigoberta. Siento que hay un espíritu, una conexión que me trae todo esto, esta abundancia y amor. Lo vivo así.

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Has hecho un libro, has tenido un hijo... te queda plantar el árbol.

— Es verdad. Vivo en la calle Balmes, lo tengo complicado. Me gustaría. Siempre había pensado que soy muy ciudad, pero ahora me gustaría vivir fuera de Barcelona y plantar el famoso árbol y verlo crecer. No lo digo mucho porque soy una flipada y después no me marcharé y quedaré fatal.

Rigoberta Bandini es una puerta abierta a muchas posibilidades. ¿Qué te gustaría hacer?

— Quiero seguir haciendo música toda la vida, pero es verdad que me gustaría volver a hacer teatro en algún momento. El tiempo irá marcando los timings. Ahora tengo música para rato. Pero ojalá vuelva a publicar algún día y a hacer teatro.

¿Que un proyecto que era pequeño crezca te mete presión?

— Me lo preguntan y te juro que no me lo había planteado. Quizá tengo una confianza ciega en este proyecto, pero cuanto más gente se sube, más feliz me hace compartir este barco.