BarcelonaCuando momificaron a Nesperennub, que era un sacerdote del templo de Karnak, los embalsamadores le colocaron un sencillo bol de arcilla encima de la cabeza. Gracias a las nuevas tecnologías, todavía se pueden observar las huellas del alfarero. "Es un bol sencillo y poco trabajado, no se ha encontrado ninguno similar en otra momia. De momento no tenemos ninguna explicación concluyente, si era una cosa simbólica o protectora, quizás dentro de veinte años, con el adelanto de las nuevas tecnologías, otro arqueólogo me lo podrá decir", dice Marie Vandenbeusch, comisaria del departamento del Antiguo Egipto y Sudán del British Museum. Nesperennub es una de las seis momias que se exhiben en la exposición Momias de Egipto: redescubriendo seis vidas, que se puede ver en el Caixaforum hasta el 26 de marzo y que es la séptima colaboración entre el British y la Fundación La Caixa.
Las tomografías computarizadas permiten ver también todo tipo de amuletos bajo los envoltorios de la momia de Nesperennub. Gracias a la ciencia, la arqueología y la historia sabemos muchas más cosas del hombre que se esconde bajo capas y capas de lino que originalmente eran de color rojizo. Abría las puertas del santuario y era la 15a generación de su familia que ejercía de sacerdote en el templo de Karnak, el complejo religioso más importante de Tebas (el actual Luxor). Los sacerdotes de Karnak eran tan poderosos que incluso se atrevieron a desafiar el poder real. En la caja de cartonaje se observan algunos dioses como Osiris, Isis y el hijo de los dos, Horus. Mientras las momias y los sarcófagos ocupan la parte central de cada sala de la exposición, en las paredes hay expuestos hasta 260 objetos que formaban parte de los rituales de embalsamamiento y de las tumbas. En diferentes pantallas y en imágenes tridimensionales, se muestra lo que no puede ver el ojo humano: el esqueleto, los cabellos si los conservó, los signos que dejaron, las enfermedades que sufrió...
Mucha información sobre la élite y poca sobre el resto de la población
"En los archivos del British encontré muchas peticiones de personas relevantes pidiendo que se desenvolvieran las momias. Inexplicablemente, a pesar de las presiones, nunca se les hizo caso, y gracias a esto ahora tenemos todos estos cuerpos tan bien conservados", dice Vandenbeusch. Ameniryirt fue un funcionario de Tebas que murió entorno al 600 aC. Supervisaba unos dominios de una gran riqueza, medía 164 centímetros, y por el desgaste de las articulaciones de la pelvis se sabe que murió entre los 35 y 49 años y que sufría cáncer. Tenía también ateroesclerosis y problemas lumbares. "Hemos investigado mucho sobre las momias, pero nos dan información sobre un porcentaje muy pequeño de la población. El 95% restante de egipcios no se podían momificar, porque no tenían recursos para hacerlo, y, por lo tanto, sabemos muy poco sobre cómo vivían o qué enfermedades tenían", detalla Vandenbeusch.
A Penamunebnesuttawy, a diferencia del resto de momias, no le extrajeron el cerebro. Los embalsamadores sacaban todos los órganos y los conservaban en vasos canopos, pero el cerebro lo acostumbraban a tirar porque consideraban que el centro de la conciencia era el corazón. "Cuanto más sabemos, más nos damos cuenta de que no había ni un único ritual ni que todos los embalsamadores practicaban las mismas técnicas", señala Vandenbeusch. Como la mayoría de momias, Penamunebnesuttawy tenía muy mala salud dental, y ateroesclerosis, lo que hace pensar que la élite egipcia tenía una dieta rica en grasas animales. A través de la bioarqueología, se ha podido saber que los egipcios comían pan, bebían cerveza de avena y, si tenían dinero, comían varias veces al día, incluyendo judías, pescado, aves, una gran variedad de frutas y verduras y, de vez en cuando, carne.
Takhenemet, la única mujer
Takhenemet es la única mujer momificada que se puede ver en el Caixaforum. La compró un médico escocés en 1835 y, cuando poco después murió en la India, la momia fue a parar a manos del British. Esta mujer, que estaba casada, todavía conserva parte del pelo, que lleva recogido en un moño, y sostiene un sistro, porque se creía que la música complacía a los dioses. "Tampoco es habitual encontrar moños en las momias", explica Vanenbeusch. Los egipcios daban mucha importancia al cabello, dado que se consideraba que era la esencia de la persona. Muchos, no obstante, llevaban peluca y se rasuraban para evitar los piojos, muy frecuentes en la época.
Sin las nuevas tecnologías nunca se habría podido saber que en la momia de un niño, que fue enterrado en el cementerio de Hawara, lo acompañaban Isis, que extiende las alas de manera protectora, y Neftis. Este niño murió cuando tenía 4 años, y sorprende el realismo y la delicadeza de su retrato pintado sobre la tela del lino. En su misma tumba había enterrada una mujer. La exposición la cierra un joven sin identificar que fue enterrado a principios del periodo romano, también en Hawara, una necrópolis que fue muy utilizada durante el periodo de dominio griego y romano, en la entrada del oasis del Fayún.
Momias de Egipto: redescubriendo seis vidas puede generar algunos debates. “Plantea una cuestión ética, porque estamos hablando de personas que fueron exhumadas de sus tumbas", señala el director corporativo de cultura y ciencia de la Fundación, Ignasi Miró. Por eso, en la entrada, un cartel alerta de que hay restos humanos pero que se tratan con cuidado, respeto y dignidad. La exposición ya se pudo ver en Madrid y después viajará a Valencia.