Virginie Efira: "'Instinto básico' ya era una historia de emancipación de una mujer antes del Me Too"
San SebastiánDe presentadora de programas infantiles y chica del tiempo a musa de Paul Verhoeven en una película sobre monjas lesbianas. Virginie Efira (Schaarbeek, Bélgica, 1977) ha dejado atrás la televisión y las comedias amables de sus inicios para convertirse en habitual de la alfombra roja de Cannes y valor seguro de la taquilla francesa con títulos como Victoria, El reflejo de Sibyl, Adiós, idiotas y la explosiva Benedetta de Verhoeven, que acaba de llegar a los cines.
Benedetta es una monja con una fe indestructible, una manipuladora que mueve los hilos para ascender en la jerarquía del convento y una lesbiana que abraza su sexualidad. Es un personaje de muchas facetas, difícil de descifrar para el espectador.
— Es un personaje extremadamente complejo y sobre todo muy ambiguo, pero la ambigüedad no está en mi interpretación sino en la manera en la que Verhoeven filma la historia. Cuando interpreto un personaje normal puedo hacer una aproximación psicológica, pero en este caso hablamos de alguien con una patología mental, seguramente esquizofrenia: cualquier definición se queda corta. Lo mejor de Verhoeven es que no se queda con una única opción. Así, no por ser manipuladora deja de ser una verdadera creyente.
¿Para interpretarla hay que tener una opinión clara sobre el personaje?
— Yo tengo mi propia idea, pero dentro de mí, en secreto. La ambigüedad de Verhoeven nos hace dudar sobre si ella hace una cosa o la otra, pero todos podemos decidir por nosotros mismos cuál es la realidad. En la vida real, un manipulador no acostumbra a cerrar la puerta y reírse malvadamente cómo diciendo “¡Qué bien os he manipulado!”. A veces se manipula sin ser consciente o pensando que estás actuando bien. Mi punto de vista sobre Benedetta es que siempre actúa guiada por la fe. Evidentemente, también hace lo que haga falta para irse a la cama con su amiga. Pero no pierde de vista los intereses del convento.
La filmografía de Verhoeven está llena de personajes femeninos poderosos, como los interpretados por Jennifer Jason Leigh en Los señores del acero, Sharon Stone en Instinto básico o Isabelle Huppert en Elle. ¿Le han inspirado a la hora de interpretar a Benedetta?
— Los personajes que mencionas ya me influenciaron antes de trabajar con él porque crecí con sus películas y me encantan. Estoy muy orgullosa de formar parte de esta tradición de personajes femeninos. Las películas de Verhoeven no son naturalistas y están salpicadas de elementos kitsch, pero siempre hay un cuestionamiento de la cultura del patriarcado. Yo adoro Showgirls, por ejemplo, y cuando veía la escena de sexo en la piscina pensaba que era un poco fuerte pero me gustaba. Por eso, cuando rodaba mis escenas de sexo y Paul me decía que gritara más y más fuerte, yo pensaba “claro, esto es como Showgirls” y me lanzaba porque confío plenamente.
¿Cómo se explica que mezclar sexo y religión siga siendo tan polémico hoy en día?
— Vivimos en una época extraña en la que hay temas que provocan reacciones muy viscerales. Pero tengo que decir que en Francia la película no ha causado mucho escándalo. La actitud de la gente es más abierta que cuando hace 30 años estrenaron La última tentación de Cristo. Pero ya me gusta que algunas películas provoquen un cierto choque y rechazo. De hecho, es saludable que en una sociedad se puedan escuchar posiciones enfrentadas entre sí. Hoy en día no se puede decir que la sociedad tenga buena salud en este aspecto. En el cine de los 70 había libertad para decir de todo porque no había miedo de la censura. Ahora, en cambio, los algoritmos evitan que veamos nada que nos ofenda. Si te gusta esto, ve a ver esto otro. Pero ¿dónde queda la sorpresa? Yo quiero que me sorprendan y me escandalicen, pensar “¡No me gusta!” o “Esto no lo había pensado nunca”.
Antes, el cine explicaba historias como la de Benedetta desde una mirada masculina y sexualizada. ¿El Me Too ha influido en el hecho de que ahora se ponga el foco en la dimensión emancipadora de la protagonista?
— En el caso de Benedetta no lo creo, porque Verhoeven ya hacía lo mismo antes del Me Too. Instinto básico ya era una historia de emancipación sobre una mujer que se niega a ser definida como víctima y que se interesa activamente por la sexualidad. Él siempre ha visto las cosas así. Verhoeven no se define como feminista: es un verdadero feminista. Sus películas no son oportunistas. Él no pinta a las mujeres como ángeles por el hecho de ser mujeres, sino que observa su maldad y bondad, como en cualquiera. Su cine fue muy importante para mí cuando yo tenía 16 o 17 años: aquellas mujeres sexis, complejas, fuertes y luchadoras me marcaron.
Últimamente se están releyendo muchas figuras históricas desde una perspectiva feminista. ¿Benedetta se enmarca en esta corriente llamada herstory?
— Es un fenómeno interesante, pero no sé si se aplicaría al caso de Benedetta. La película se basa en el libro sobre el personaje escrito por Judith Brown, que encontró archivos sobre el primer juicio sobre lesbianismo. El 90% del guion se corresponde exactamente con cosas que salen en el libro de Brown. Es increíble, pero casi todo lo que explica la película sucedió.