La joya modernista que estuvo a la venta en Wallapop

El Ayuntamiento de Barcelona vuelve a mantener conversaciones para comprar la Casa Tosquella

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La Casa Tosquella

BarcelonaContemplar la Casa Tosquella, uno de los tesoros del Modernismo barcelonés, en la calle Vallirana 91, es hacer un viaje en el tiempo. Como también plantarse ante cualquier edificio patrimonial y entretenerse en los detalles. Pero el caso de la Casa Tosquella tiene el valor añadido de que es un pequeño tesoro del barrio de Sarriá-Sant Gervasi, con su característico aire neoárabe, y que resiste a lo largo de los años en un entorno urbano marcado por el tránsito de la ronda General Mitre y los bloques de viviendas. 

Después de que la asociación Hispania Nostra incluyera la casa en su lista roja en septiembre por su “estado de conservación pésimo” y de que los vecinos reclamen la rehabilitación desde hace años, parece que la suerte de la Casa Tosquella puede cambiar muy pronto. Como está catalogada como bien cultural de interés nacional, a raíz de ser declarada monumento histórico en 1974, la Generalitat empezó los requerimientos para que los propietarios resuelvan “las deficiencias en el estado de conservación”, según fuentes del departamento de Cultura. También lo han hecho desde el Ayuntamiento de Barcelona, para que los propietarios “procedan a mantenerla”, como dicen fuentes municipales. Y, según ha podido saber el ARA, el consistorio también mantendría conversaciones para comprar la casa, un giro respecto a las intenciones que manifestaron el año pasado. En cuanto al precio, es orientativo que estuvo a la venta por 1,4 millones en el popular portal de compraventa Wallapop en 2019.

Toda una serie de intentos fallidos para comprarla

Si esta vez la compra llega a buen puerto será el final de una larga sucesión de intentos de comprarla por parte de las administraciones, mientras que la calificación urbanística como equipación podría haber alejado a los inversores privados. La Generalitat lo intentó entre los años 2003 y 2004. Más adelante, el Ayuntamiento de Barcelona hizo lo mismo en 2012, cuando el alcalde era Xavier Trias, pero no llegó a un acuerdo económico con los propietarios. El mismo gobierno municipal de CiU tuvo la oportunidad de comprar el 80% de la casa por menos de 100.000 euros mediante el derecho de tanteo, porque la propiedad estaba dividida entre cuatro personas, pero descartaron la operación porque no querían comprar una propiedad de la cual no habrían tenido el 100%. Y, según un artículo de David Cobo publicado en Tot Barcelona el diciembre pasado, había un comprador privado que estaba haciendo los trámites para comprarla y otro interesado. Pero el estallido de la pandemia alteró los tiempos de la operación.

La Casa Tosquella es obra de Eduard Maria Balcells y Buïgas, uno de los nombres más destacados de la última generación de arquitectos modernistas, y es fruto de la reforma de una casa de veraneo del maestro de obras Joan Caballé de 1889 que le encargó en 1906 el indiano Antoni Tosquella. Como dice el director del Museo de Arte de Cerdanyola (MAC), Txema Romero, en la tesis doctoral que dedicó al arquitecto, “es el proyecto más emblemático de la primera época de Balcells”. Las obras transcurrieron en paralelo a las de obras modernistas tan icónicas como el Palau de la Música Catalana, la Casa Batlló, la Pedrera y el Parc Güell, y Balcells provenía de una alcurnia emblemática: era sobrino del autor del monumento a Cristobal Colón, Gaietà Buïgas y Monravà, y primo del autor de la Font Màgica de Montjuïc, el ingeniero Carles Buïgas. Y también era primo segundo del arquitecto Manuel Raspall, el autor del Molino, y el abuelo de la artista Eugènia Balcells. 

Una vivienda llena de detalles suntuosos

Como recuerda el historiador y divulgador Daniel Pedrero Rosó en un hilo de Twitter, las obras consistieron en la renovación de las fachadas con los arcos de herradura y la construcción de las dos torres con cubiertas de cerámica esmaltada. Y también la reforma del interior. Como es tan característico de la arquitectura modernista, hasta el último detalle está diseñado. Y a pesar del mal estado de conservación actual, todavía se puede intuir la riqueza decorativa de una obra excepcional por la forja, la cerrajería, los esgrafiados y los estucos, donde hay formas vegetales y animales como ranas, renacuajos, gatos y perros. 

Como recoge el portal de información urbanística del Ayuntamiento de Barcelona, la riqueza del interior “se traduce en las puertas, de madera de melis, con relieves zoomórficos en la misma madera, en las cristaleras plomadas que comunican el comedor con la sala-distribuidor, y la cristalera de acceso a la casa”. También en las pinturas y los pavimentos: “Todas las pinturas de los techos de la casa están hechos con estuco planchado en caliente o pintados al aceite y al pegamento. Los pavimentos de la planta noble son de mosaico de gres con diseños geométricos, mientras que en la planta inferior y en el porche son de baldosa roja”, se puede leer en la ficha del edificio. En el caso de los vitrales, tienen un valor especial: “La trayectoria profesional de Balcells está muy ligada a la de su hermano, el ingeniero Lluís Balcells”, dice Oriol Pascual, el jefe de programas del Museo Etnológico y de Culturas del Mundo y el autor del libro Barcelona orientalista (Editorial Albertí). “Con él montó un taller de vitrales plomados en la calle de la Canuda de Barcelona –explica– y, según parece, los vitrales de la Casa Tosquella fueron la única actividad de esta empresa familiar que ha perdurado hasta ahora. Juntos inventaron herramientas de trabajo, como la regla de cálculo circular o el lápiz de propulsión propia, inventos reconocidos por los profesionales del sector”. “La casa tiene un exceso de detalle, típico de un joven arquitecto cargado de ideas originales pero carecido de experiencia”, opina Pascual, pero sí que reconoce que tiene un carácter “rupturista” en un momento en el que el Novecentismo empezaba a hacerse fuerte.

La Casa Tosquella tiene dos pisos y, como recuerda también Pedrero Rosón, la familia Tosquella alquiló el principal, al cual se puede entrar desde la calle, y vivió en el semisótano que tiene acceso desde el jardín. La historia por la cual la Casa Tosquella ha llegado hasta hoy está al nivel de su carácter único: para empezar, como recuerdan también Romero y Pedrero Rosón, se salvó en 1972 después de que una fuerte polémica en los medios consiguiera que no se derrocara durante la construcción de la ronda General Mitre, pero sí que perdió una parte importante del jardín. 

Un futuro marcado por un descalabro familiar

Al mismo tiempo que la casa se salvaba se produjo un descalabro familiar que marcaría el futuro: “Una inmobiliaria ofreció dinero a la familia Tosquella a cambio de derrocar la casa para venderles el terreno para levantar viviendas. La familia estaba dispuesta, pero Maria Dolors Castells se negó rotundamente”. Maria Dolors Castells era la nieta de Antoni Tosquella: nació en la casa y vivió ahí con su marido después de casarse. “Su madre les firmó un contrato de alquiler según el cual les arrendaba la planta principal”, dice Pedrero Rosón.

Por la negativa a vender la casa, Maria Dolors Castells fue desheredada, pero pudo permanecer gracias al contrato que le había hecho su madre. Estuvo hasta que murió en 2018, aunque la casa se iba deteriorando gravemente, ante la imposibilidad de invertir la gran cantidad de dinero necesario para mantenerla. Y es así como todavía se puede ver actualmente, a la espera de recuperar el esplendor.

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