Literatura

Somos el amor que nos dan, o el odio con el que nos deforman

Sorj Chalandon se pone en la piel y en la voz de un chico que decide huir de un centro penal para menores que existió en la francesa Belle-Île-en-Mer

Con la rabia en el cuerpo

  • Sorj Chalandon
  • Ediciones de 1984 / Seix Barral
  • Traducción de Josep Alemany
  • 350 páginas / 20,90 euros

Las personas somos lo que nos sucede. Somos lo que queremos, somos lo que no tenemos. Somos lo que nos hacen aquellos que nos aman o que nos maltratan. Somos el sitio donde nos hemos criado. Somos los lugares de los que hemos huido y los lugares a los que hemos intentado llegar. El protagonista narrador deCon la rabia en el cuerpo, del francés Sorj Chalandon (1952), es un niño –un adolescente, un joven: le vemos crecer a lo largo de la novela– a quien sobre todo le han pasado desgracias, que habría querido tener una familia cariñosa y no la tuvo, a quien nadie ha amado ya quien muchos maltratan por un pequeño en una de ellas a prisionero en una Francia. El nombre institucional del centro es Casa de Institución Vigilada, y oficialmente tiene el objetivo de reformar a los internos para que se dediquen a los trabajos del mar o del campo, pero, en la práctica, es un infierno donde prevalecen la deshumanización y la brutalidad.

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Partiendo de unos acontecimientos históricos reales –la Casa de Institución Vigilada efectivamente existió, en Belle-Île-en-Mer, y en 1934 escaparon cincuenta y seis niños–, Chalandon se pone en la piel y en la voz del único de los fugitivos que no fue capturado: Jules. Esta doble denominación, por supuesto, va mucho más allá de la pura cuestión del nombre y el apodo. También es un indicador de la doble personalidad del protagonista, o mejor dicho, de la personalidad que el contexto brutal en el que crece le obliga a tener (el Tinya) y la personalidad que el joven Julio podría tener si alguien lo tratara bien y se solidarizara con él.

Chalandon, que fue periodista de asuntos internacionales para el diario Liberación durante cerca de cuatro décadas y que, además, es el autor de una de las novelas más lúcidas e impactantes que yo haya leído sobre el conflicto de Irlanda del Norte (Regreso a Killybegs, de 2011, también en Ediciones de 1984), es convincente a la hora de dar voz al protagonista. Sabe encontrar el punto justo entre el artificio literario meticuloso y la verosimilitud comunicativa de un adolescente enojado, herido, listo y poco instruido. En este sentido, la prosa directa pero muy expresiva de Chalandon funciona bien tanto para mostrar y dar forma al resentimiento social del Tinya como para dejar entrever la vulnerabilidad, la capacidad de ternura y el sentido de la ética de Jules.

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Manique pero emocionante

Con la rabia en el cuerpo tiene dos partes muy diferenciadas. Contrastan tanto una con otra que incluso dan a la novela un aire un punto pedagógico y maniqueo. Diría que el autor es consciente de ello y no le importa. La primera parte transcurre en el centro penal, el ambiente es hostil e inseguro, los secundarios son otros internos –todos dañados por una sociedad que no los quiere– y vigilantes que abusan monstruosamente de su poder. Son páginas poderosas y terribles, en las que se consignan hechos espantosos, desde palizas e insultos hasta todo tipo de humillaciones y violencias sexuales. La segunda parte comienza después de la fuga, cuando Julio es acogido por el patrón de una barca de pesca, su esposa valiente y su tripulación. Gente trabajadora y humilde, son de una rectitud y una generosidad ejemplares, con fuertes convicciones políticas –comunistas, anarquistas–, y todos demuestran a Julio que en la vida no todo debe ser a la fuerza sucio y egoísta, aunque a veces parezca que sí. Manique, ya lo he dicho, pero emocionante.

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En la segunda parte, la novela decae en intensidad y dramatismo, pero gana en complejidad humana y sociopolítica. Una muestra de ello es que Chalandon se escape del supremacismo francés hegemónico y dé voz, desde la solidaridad y la comprensión, a los nacionalismos vasco y bretón, y reivindique también la Francia marginal y sublevada.