Un vaticinio para el año 2194

Ferran Sáez Mateu no pierde el tiempo en las redes sociales. Se dedica a leer y escribir, a tocar y escuchar música, ya andar. Vive a la forma clásica, antigua, presencial. Duerme poco, sueña despierto. Ahora ha escrito una novela inquietante con título de ensayo: La otra hipótesis (Electa). Una pesadilla. El narrador es un hombre viejo, de 141 años, al que no le queda mucho tiempo antes de encarar el estado de LFV (Límite Físico Vital), fijado a los 150 años, para pasar después a ser un EPV, es decir, una persona encuadrada en el Estado Virtual Permanente, con el cerebro digitalizado, sin cuerpo biológico. A finales del siglo XXII, la muerte ha muerto: es una categoría obsoleta.

En esta situación, en la triste soledad de una residencia de ancianos —"mis hijos no me llaman desde hace años"—, el protagonista empieza a escribir un dietario en el que repasa su vida, en especial el episodio de juventud en el que participó y que le marcó tanto a él como a la humanidad. Este hecho ocurrió en 2075 y consistió en el traslado 400 metros al sur, piedra por piedra, de la Gran Muralla china (tiene 6.260 km de longitud), una iniciativa que movilizó a millones de voluntarios de todo el mundo. El recuerdo de aquellos días memorables, que supusieron un antes y un después en la historia, le devuelve una y otra vez.

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Entonces tenía 22 años y se presentó en el Pas de Jaiyu, en la parte más occidental de la Gran Muralla. Fue como voluntario, convencido de que un gesto colectivo de ese tipo "contribuiría a mejorar el mundo" ya mostrar que China, ya entonces la primera potencia mundial a mucha distancia de las demás, "no era un imperio basado en la coerción ni en las amenazas, sino el país que sin renunciar a su pasado quería ofrecer al mundo una ley. Fue uno de tantos jóvenes idealistas europeos seducido por ese reto que debía regenerar un planeta devastado por la Gran Pandemia del 2051, que había diezmado a la población del planeta a casi la mitad.

En el mundo de 2194, las universidades, reducto de un viejo elitismo destructivo, han sido clausuradas (la investigación la hacen las grandes empresas); las series son gratuitas para todos; la opinión pública la modelan influencers con miles de millones de seguidores; la doctrina de la evolución de "un tal Marwin o Darbin, o algo así" ha sido prohibida e incluida en el Índice de Temas Supervisados; el pueblo se ha autodeterminado a través de La Red única dejando atrás "la ridícula ilusión de la democracia que tanto sedujo a nuestros padres y nuestros abuelos", los cuales estaban enganchados a lo que "todavía llamaban cínicamente medios de comunicación"; y la NIA (Nueva Inteligencia Artificial) lo rige todo.

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Nuestro hombre, Josep Duran, sigue alinfluencer HH00, según el cual "la coherencia sólo es un prejuicio, y la incoherencia te hará crecer como persona resiliente": "Demuéstrate a ti mismo que puedes demostrarte cosas a ti mismo, pero sin tener que hacerlo si no te apetece. No vivas según lo que piensas". Pero la cuestión que preocupa a Josep no es cómo vivir, sino cómo morir, ahora que su hermano Luciano, algo mayor, no ve clara la entrada en el estadio de EPV: "Quizás era mejor la forma en que se moría antes".

La distopía de Ferran Sáez está escrita un 2025 en el que las democracias liberales occidentales parecen haber cogido el camino de la autodestrucción, en el que China no hace sino ganar terreno e influencia, en el que el mundo universitario y académico está en profunda crisis, en el que la gente hace más caso al último influencer juvenil que a ningún veterano periodista experto y en el que la inteligencia artificial ha irrumpido con una fuerza inusitada. La otra hipótesis, pues, parece bastante plausible. El camino está desbrozado. Hoy hay muchos pensadores que nos alertan de un regreso al fascismo. Sáez nos pone por delante de un tiempo aún más perturbador.