Literatura

bell hooks, la profesora que enseñaba a transgredir

Cosetània publica una interesante recopilación de artículos de la pensadora norteamericana, donde invita a renovar las prácticas pedagógicas

'Enseñar a transgredir'

  • hermoso hooks
  • Cosetania / Capitán Swing
  • Traducción de Carles Miró
  • Prólogo de Georgine Monge López
  • 264 páginas / 20 euros

Si la palabra interseccionalidad –tan necesaria– ha venido para quedarse, es gracias a pensadoras como la estadounidense bell hooks (1952-2021), que escogió escribir su nombre de pluma en minúscula para domesticar su ego, aunque la palabra domesticación no procede nada a esta mujer negra y rebelde que hizo de la libertad su bandera.

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bell hooks procedía del sur del apartheid y creció en una familia humilde. En ese contexto, entendió pronto que el aprendizaje era su forma de combatir la colonización racista blanca y desde muy joven decidió hacer frente a lo que ella llamaba “el patriarcado capitalista supremacista blanco”. Hizo la tesis sobre Toni Morrison, se dedicó a la docencia universitaria y dejó huella en universidades tan relevantes como Yale (en el departamento de Estudios Afroamericanos) o Stanford (en el departamento de Estudios de las Mujeres). Lejos de ejercer la docencia de manera convencional, fue uno de esos docentes comprometidos al estilo de lo que interpretaba Robin Williams en El club de los poetas muertos.

Enseñar a transgredir es una recopilación de artículos que bell hooks publicó hace tres décadas –cuando llevaba más de veinte años enseñando– con el objetivo de invitar a renovar las prácticas pedagógicas. “Durante los años que he sido alumna y profesora, los profesores y profesoras que más me han inspirado son los que han tenido la valentía de transgredir los límites que confinarían cada estudiante al aprendizaje memorístico y del estilo de una cadena de montaje”, nos dice esta pensadora que, carente de referentes, se confesaba influida por pedagogo brasileño Paulo Freire, que le ayudó a abordar la enseñanza como una práctica de libertad y de concienciación, basada en el diálogo y la interacción. Este enfoque le valió “renunciar al reconocimiento inmediato del éxito de la enseñanza y aceptar que los alumnos quizás no apreciarán enseguida el valor de mantener ciertos puntos de vista”. Por suerte, su concepto del aprendizaje es mucho más global y no se reduce a lo que sucede en las aulas. “Manifesto el pensamiento y la práctica feminista allá donde voy. Cuando me piden hablar en una universidad, busco otros lugares o respondo a los que me han invitado a que puedo ofrecer las riquezas del pensamiento feminista a todos”.

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Cambiar la dirección de la vida de los alumnos

Como feminista, su pensamiento se enmarca en el esfuerzo de las mujeres negras y racializadas de deconstruir la categoría mujer, que no sólo viene dada por el reconocimiento de género, sino que está atravesada también por la raza, la clase social... Una amplitud de miras antes impensada que dio un vuelco radical a la teoría feminista hegemónica. Como docente, habla desde la convicción de que quien enseña puede cambiar la dirección de la vida de los alumnos porque las aulas son lugares de posibilidades, como nos dice al final de este libro.

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Más allá de su propuesta pedagógica –estimulante y convincente–, lo que más destaca de hooks es su capacidad de comunicación: decía que la teoría de que no se puede comunicar en una conversación corriente no sirve de nada y se dedicó siempre a huir de las formas académicas convencionales por ser más inclusiva. Se dolía que la gente confundiera “la falta de formalismos tradicionales con la falta de seriedad” y que “los profesores que aman a los alumnos y que son queridos siguen despertando recelos en la universidad”. Pero, caray, ¡qué suerte tuvo el alumnado de bell hooks! Sara Ahmed, por el contrario, abandonó la academia harta de su apremio, que también podrían llamar estrechamiento.