Dos buenos libros por si este verano tiene planes de bosque o de costa

BarcelonaCon las vacaciones de verano, toca decidirse: ¿qué te apetece más, el mar o la montaña? Esta pregunta, en ocasiones, se transforma en una cuestión identitaria: ¿tú de qué eres más, de agua o de secano? Siempre que alguien presenta este binomio, creo que la experiencia de muchos catalanes es la vía del medio: ni de mar ni de montaña; algunos somos de bosque y de poza. Otros, de llanura y pantano. En cualquier caso, la suma de remojo y sombra suele ser el objetivo de cualquier persona que quiera superar la temporada de calor. Decida lo que decida, le recomiendo un libro de tierra firme y un libro que tiene un cierto regusto de agua salada y que, ya de paso, nos recuerdan la absurdidad de valorar nuestro territorio sólo cuando tenemos vacaciones.

Para lectores de montaña

Si es de montaña, un clásico contemporáneo. Perejaume es mi artista de cabecera a la hora de relacionarme de tú a tú con la tierra; a la hora de ser, como somos, tierra. Si alguna vez ha amado un árbol, debe tener el libro Pagésicas (Ediciones 62, 2011) en sus estantes. El cuidado del sotobosque, los muros de piedra seca fragmentando cada terreno, los caminos guiándonos los pasos o las canteras dándonos material para sobrevivir; durante muchos años, moldear las montañas no parecía una quimera imposible. Nuestros antepasados las trabajaron y los poemas de este libro sirven para atisbar este tira y afloja entre seres vivos.

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Lo que está claro es que los humanos nunca hemos conseguido hacernos nuestra la naturaleza. Los bosques nos superan en dimensiones, en fuerza y en libre albedrío, y, aun así, hay personas que creen que pueden llegar a contener una arboleda dentro de un recipiente pequeño. Esas personas son los escritores y el recipiente, las palabras. La lucha por albergar la vida dentro de unas grafías, y así conseguir que escribir tenga sentido, también es uno de los puntos principales de Pagésicas: no es sólo un retrato de las consecuencias del progresivo abandono humano de los campos y bosques, o una reivindicación de los oficios de la tierra, o una reflexión sobre el concepto de "agrariedad"; es también una búsqueda sobre el porqué de escribir si no es para corresponder al impulso creador de la naturaleza.

Quizás me entiende mejor si simplemente reproduzco algunas palabras de Perejaume: "Quien fuera capaz de describir un árbol, hasta el extremo de que no quedara nada en el árbol y el árbol se avivara entero en la descripción, tan tan plantado en el sustrato nuevo de voz como desensocado [ a vivir, los árboles lo perciban. Porque, lo que es yo, puedo hacer que un árbol sea una obra pero no sé cómo hacer que se dé cuenta de que lo es".

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Para lectores de mar

Si es de mar, una novedad. Otra publicación que intensifica nuestra relación con los parajes catalanes Prosas repuestas, de Miquel Martín y Serra (Periscopio, 2025). Si tiene que hacer un regalo a un amante de la costa, ya lo tiene, aunque esta afirmación es algo tramposa: el libro hace referencia al Empordà, y eso no implica siempre el mar. Encontrará relatos tanto a ras de agua como de interior porque, de hecho, cada parte está entretejida con la otra.

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El título describe la obra a la perfección: estamos ante un conjunto de prosas repuestas de un autor nacido en Begur que ama su tierra y que la necesita para explicar su propia existencia. Diría que el libro de Miquel Martín es político en el sentido de que a través de la literatura transmite un posicionamiento territorial, social y lingüístico. Son unas memorias, un retrato de paisajes, comidas, hablas y costumbres que bebe a menudo de los recuerdos de la infancia y que alaba las pequeñas cosas de la vida para llegar a encontrar un sentido grande.

Teniendo en cuenta la tradición literaria que existe en el Empordà (el mismo autor cita Pla, Gaziel y otros) y, sobre todo, la imagen pedante que han transmitido los veraneantes de casa buena y lanchas en zonas balizadas, cuesta no tener reservas ante cualquier descripción sentimental del territorio. Principalmente, porque buena parte del ideal que se transmite ni siquiera es justo para la gente que generación a generación ha tenido que adaptarse a los elementos de la tierra para vivir (entendirse con el mar nunca ha sido fácil).

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En este sentido, Miquel Martín escribe desde el corazón sobre qué supone habitar ese pedazo de mundo, por mucho que sea difícil no acabar creando un anuncio idílico porque el Empordà es, efectivamente, precioso. El primer texto hace referencia al viento, a su desbarajuste ya su belleza, a todo lo que da ya todo lo que toma, y me parece un relato sobre la belleza del paisaje que te hace entrar con muy buen pie en la recopilación. De hecho, Martín no hace durar demasiado las cosas: las prosas repuestas son breves, a veces más literarias, a veces más a modo de opinión (sobre todo las que hacen referencia a la lengua, donde habla críticamente de la pérdida de la riqueza léxica). Se nota su voluntad de afanarse en escoger palabras bonitas, exactas y propias del territorio que retrata, para capturar completamente la esencia del lugar, que consigue con creces. Así pues, si sois personas de cultura marítima, este verano ya tiene libro.