Literatura

Albert Pijuan: "¿Por qué los catalanes tenemos una relación de amor-odio con conducir por el carril medio?"

Escritor. Publica 'Por el carril del medio'

BarcelonaAlbert Pijuan ha cumplido 40 años en plena forma creativa: ha ganado el Crexells con su última novela, La Gran Sustitución (Ángulo, 2024); ha coescrito, con Victoria Szpunberg, una de las sensaciones teatrales de la temporada, La tercera fuga, estrenada en el TNC, y ahora mismo trabaja en otras dos obras escénicas, la adaptación de Permagel, deEva Baltasar, y una historia ambientada en un restaurante. Este otoño, además, acaba de presentar Por el carril del medio (La Segunda Periferia, 2025), una "pieza única, fundacional y radical de ensayo político-viario", según se puede leer en la contracubierta del volumen, o también una propuesta textual divertida y extrema narrada por Felip Roda, un alocado de pueblo que aspira a conseguir que los conductores catalanes reduzcan la velocidad de automóvil con fines martirológicos.

Reconozco que has conseguido hacer un libro sobre el que cuesta hacer preguntas.

— A mí seguramente me va a costar responderlas.

El lector podría pensar que es porque abordas un tema delicado, pero no es exactamente el caso.

— El tema es tan estúpido, y me interesa tan poco, eso de conducir por medio de la carretera, y los coches, en general...

Pero le has dedicado todo un libro. ¿Por qué?

— En Miguel Adam, editor de La Segunda Periferia, me escribió un correo hace más de un año con una propuesta. Me decía que hacía tiempo que tenía un runrún que le corría por dentro relacionado con el hecho de conducir por el carril del centro de la autopista. Llegó a provocar una polémica por Twitter, porque él aseguraba que conducir por el carril de en medio era el más prudente, y las fieras se le arrojaron encima. Incluso acabaron interviniendo los Mossos d'Esquadra. El caso es que me hizo ese correo para proponerme escribir un libro al respecto. Le parecía la persona ideal para ello. Cuanto más absurda sea la propuesta, más me anima. Tres de los temas que despiertan más opiniones entre los catalanes son el tráfico, la meteorología y la cocina.

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El año anterior habías escrito un ensayo sobre el capitalismo que llevaba por título ¿Por qué no repensamos el canibalismo? (Medusa, 2023). Aquí, con la excusa del carril de en medio, acabas hablando de la sociedad catalana.

— Veía que la punta de análisis político era clara y directa. ¿Por qué los catalanes tenemos una relación de amor-odio con conducir por el carril medio? Hay una masa social muy fuerte que cree que es la opción más sensata, pero a la vez despierta la ira de las personas más pacíficas, entre ellas yo mismo. Soy de los que pueden volverse locos al volante, si hay alguien en el carril de en medio obstruyendo el paso. Ves que el carril de la derecha y el de la izquierda están libres y alguien que va de por medio... La violencia crece dentro de mí cuando pienso en ello.

Tras una docena de prólogos, Felip Roda analiza en un panfleto entre victimista e incendiario el drama de ser catalanes.

— Leí mucha teoría política catalanista y católica de autores como Josep Torras i Bages, Josep Ferrater y Mora, Jaume Vicens Vives... Y, sobre todo, ese libro que escribió Jordi Pujol mientras estaba en prisión, Desde las colinas al otro lado del río. Tiene un tono muy específico, de una falsa modestia que puete a kilómetros, un aire piadoso, esa cosa tan catalana de estar cargado de dignidad, las ansias de convertirse en un mártir, pero con intereses ocultos.

¿Dirías que el estilo retorcido y victimista de Felip Roda imita al de Pujol?

— No sé si dialoga o es una parodia, pero antes de ponerme a escribir Por el carril del medio leía diez o quince páginas de ese libro, y muchas de esas metáforas extrañas las he acabado reelaborando.

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¿Cómo cuáles?

— Hay un momento en que Roda dice que será el capitán del batallón más ínfimo. Esto viene de Pujol. O esa cosa de ir repitiendo que, aunque él no es escritor, tiene la voluntad de llegar al país.

Felip Roda escribe: "Uno de los aspectos en los que necesitamos mejorar como pueblo es la elección de nuestros emblemas nacionales. En este punto siempre hemos sido poco cuidadosos, desafortunados también, torpes incluso. Enric Marco. Pau Claris, el primer morcilla. El genocida Cristóbal Colón. Víctor Amela, la mácula de La Vanguardia. Francisco Cambó, el gran tránsfuga. O Neus Català".

— Este Felip Roda tiene puestas las gafas de la derrota, que son algo como las gafas del post-Proceso. Tiene una visión absolutamente negativa de la situación actual. Él cree que nos han vencido, que no hay esperanza, un estado de ánimo muy catalán. Parodiando esta actitud puedes pensar que en realidad seguimos en el mismo sitio de siempre, que no estamos peor que antes...

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Tenemos el crecimiento –o pujanza, para utilizar el vocabulario de Felip Roda– de un partido como Aliança Catalana.

— Dado que la corriente postconvergente se siente en horas bajas, todo el país debe sentirse; es todavía una tendencia que viene del pujolismo. Parte de la respuesta al derrotismo posterior al Proceso la encontramos en el espíritu de Aliança Catalana, que propone un retorno al esencialismo simplista y mal entendido. Muchas de las voces que intervienen en el libro, porque está la de Felip Roda pero también la de los prologuistas y la del posfacio, podríamos alinearlas con Aliança Catalana por ese tono anarcocarlinista que tienen, que en realidad es nacionalcuñadismo.

Háblame de esto del nacionalcuñadismo. He leído la palabra en la contracubierta del libro, pero no sé qué significa...

— Cada una de las voces está construida sobre varios lugares comunes que podemos asociar a algunos personajes públicos o personajes que conocemos de nuestro entorno.

Sale, por ejemplo, un tal Martí Ginorell, un escritor que ha hecho de hombre del tráfico durante unos años pero que quiere que olvidemos esta etapa profesional suya.

— Éste es uno de los casos. A cada uno le asocio una serie de prejuicios y preconcepciones. También de manierismos lingüísticos. El reto técnico más difícil del libro era conseguir que cada voz tuviera su personalidad, y conseguirlo, en la mayoría de casos, en muy pocas páginas.

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Por el carril del medio es tu noveno libro de narrativa, pero has escrito mucho teatro.

— Cada autor tiene una serie de facilidades y una serie de carencias e intenta agarrarse a lo que cree que domina. Diría que me dedico al teatro porque tengo traza para las voces. Ahora estoy adaptando Permagel con Victoria Szpunberg y también estoy escribiendo una obra que ocurre en un restaurante. Con esta última está empezando a salir mi parte oculta.

¿Por qué lo dices?

— Porque hice de camarero durante trece años. En Barcelona, ​​en Calafell...

Había oído por algún lado que habías hecho de camarero, pero no tantos años. Y también que habías sido profesor de escritura creativa. ¿Ahora cómo te ganas la vida?

— Voy combinando las colaboraciones con Victoria Szpunberg con revisiones de novelas, charlas, clubs de lectura, alguna conferencia... Y también con los bolos de DJ que hago muchos fines de semana.

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De eso no tenía ninguna noticia.

— Lo paso muy bien, haciendo de DJ. Me dedico sobre todo a pinchar por el territorio. La semana pasada pinché en Calafell, la noche de Halloween. Hago un poco de todo: chiringuitos, eventos, bodas, fiestas de los 40 años...

Por el carril del medio ha llegado justamente coincidiendo con tu cuarenta cumpleaños. Me da la impresión de que tus libros son cada vez más delirantes; no es, necesariamente, un comentario negativo.

— Una de las críticas más negativas que salieron al publicarse la traducción castellana de La Gran Sustitución en Sexto Piso decía que la novela era un despropósito porque me había esforzado mucho. Acababa diciendo que, aunque tenía un gran dominio técnico, lo que tenía que hacer era serenarme.

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Quizás no te serenas porque el mundo que nos rodea es progresivamente más absurdo y desenfrenado.

— A mí me parece cada vez más absurdo, pero si le preguntas a alguien de 20 años puede que te dirá que le parece todo normal. Vivimos en un delirio constante que parece imposible superar hasta el día siguiente. Mis novelas son delirantes porque acompañan a una determinada visión de la realidad que es la mía, aunque quizá sea también un tema generacional.

¿Lo dices por la omnipresencia de las redes sociales, por la relación obsesiva de mucha gente con el móvil, por las múltiples derivas de la política, catalana y global?

— Existe un mantra neoliberal muy individualista, que nos aísla en una burbuja, nos desconecta de los demás. Todo esto hace que se generen una especie de sujetos solipsistas donde cada uno está atrapado en su absoluta paranoia específica, ¿no?

¿Cómo rompes, con esa burbuja, personalmente?

En primer lugar, escribiendo desde otras voces. Intento no repetir la mía, de voz, sino adoptar otras para entender otros puntos de vista. Aunque carezca de redes, tengo una vida social muy activa. El grupo, la comunidad cercana, es algo importantísimo. Huyo tanto como puedo de los dogmas neoliberales de la eficiencia. Este discurso empresarial filtrado en el mundo humano se encuentra en la raíz de ese delirio colectivo en el que todo el mundo está atrapado en una película y le es cada vez más difícil entender la película que vive el de al lado.

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