Literatura

Eva Baltasar: "Cada vez hay más gente con estudios y trabajo que debe vivir en la calle"

Escritora

7 min
Eva Baltasar, en la librería Calders de Barcelona

BarcelonaLa protagonista deOcaso y fascinación (Club Editor, 2024) no tiene nombre y está sola en el mundo. El día en que la propietaria del piso donde alquila una habitación le dice que tiene 48 horas para buscarse otro sitio se da cuenta de que está condenada a pasar una temporada en la calle. Éste es el punto de partida de la nueva novela deEva Baltasar (Barcelona, ​​1978), que plantea al lector un mundo en el que la única salida al ahogo provocado por el capitalismo salvaje es la locura. Finalista en el premio Booker el año pasado gracias a la traducción inglesa de Boulder (2020), Baltasar sigue instalada en una etapa creativa deslumbrante. La nueva novela pondrá a prueba a más de un lector, pero si se esfuerza por ir más allá de una lectura estrictamente realista, descifrará el inquietante método de la protagonista para alcanzar la paz interior.

Estamos en la Librería Calders de Barcelona, ​​el mismo lugar donde hablamos la tarde que presentabas Permagel, en 2018. ¿Qué recuerdas de ese día?

— Que éramos cuatro gatos y que estaba nerviosa.

Permagel no tardó en convertirse en uno de los logros del año: más de 30.000 ejemplares vendidos sólo en catalán, una decena de traducciones...

— Todo comienza un poco como si nada. Permagel era un segundo comienzo para mí.

En Ocaso y fascinación leemos: "La voluntad es el gran músculo, más empeñado que el corazón, más resistente que el corazón". Esta voluntad es la que te ha permitido seguir escribiendo pese a la gran repercusión del Tríptico, formado por Permagel, Boulder y Mamut?

— Un poco antes de salir el Tríptico escribí unas cuantas páginas de la primera parte de esta novela, Ocaso. Como parto de paisajes de mi vida, porque esto es lo que hago a la hora de escribir, imaginé a la protagonista, una mujer de realizar trabajos un tanto especial, a partir de la experiencia personal de haber trabajado limpiando casas.

¿Cuándo fue esto?

— Después de licenciarme en pedagogía. Aún vivía en Barcelona.

Ella comparte contigo esta licenciatura. ¿Qué te atraía de ese personaje?

— Me sedujo enseguida. Es una mujer que pronto se queda sin nada. Luego encuentra trabajo limpiando casas y al cabo de un tiempo lo vuelve a perder todo. Quise escribir su ocaso porque el de ella es algo también el ocaso de nuestra época. Después delOcaso viene la Fascinación, el momento en que se plantea que le gustaría tener un dios. Le parece una idea práctica. Fabrica este dios, le crea un templo y le rinde culto.

Sin avanzar nada más de esta segunda parte diría que podemos explicar que está muy ligada a la muerte.

— Lo está. La maternidad, que estaba tan presente en el Tríptico, la mato enseguida. Existe también la idea de matar a una especie de casta o de clase social... todo un sistema. Esta novela ha sido una manera de entrar en mi inconsciente, donde están las dos pulsiones del ser humano, Eros y Tánatos, el amor y la muerte. He canalizado mis propios sentimientos destructivos a través de la literatura y he sacado algo creativo.

La lectura deOcaso y fascinación incomodará a más de uno. ¿Te preocupa?

— No. Yo escribo desde una libertad absoluta, sin voluntad de complacer a nadie. Necesito encontrar una voz que me seduzca, y ésta la hago ir hacia lugares incómodos. Si no fuera así, como autora me aburriría. Cuando se publica el libro, si gusta estoy muy contenta y agradecida. Pero si no gusta, no ocurre nada. A mí esto no me quita la libertad ni la paz de haber escrito lo que quería. Y yo, que he trabajado en mil trabajos antes, el día que no pueda vivir de escribir seguiré trabajando en alguno de estos mil trabajos y sé que me seguirán alimentando.

No es lo mismo que le ocurre a la protagonista de la novela. Ella tiene estudios universitarios, trabaja unas horas a la semana en una ludoteca, pero cuando le obligan a marcharse del piso donde tenía una habitación alquilada se queda sin lugar a donde ir.

— Décadas atrás una persona que vivía en la calle normalmente carecía de estudios y no trabajaba. Esto ha cambiado. La gran novedad de nuestro presente es que los trabajos de hoy son tan precarios que los sueldos te dan por comida pero no por pagarte un techo. En las ciudades es peor que en los pueblos: las ciudades fabrican solitarios y les obligan a convivir, ya sea en pareja, con familiares o amigos con quienes comparten afinidades, oa veces ni eso.

Ella vive sin tener ni un duro en el banco.

— Es muy difícil ahorrar, cada vez hay más gente que vive al día. Muchos de los que hace diez o veinte años parecían salir con dignidad, ahora deben hacer manos y mangas. Las ciudades son sanguinarias: cada vez hay más gente con estudios y trabajo que debe vivir en la calle.

Tener que dormir a la intemperie le da un miedo inmenso, pero enseguida parece haber estado toda la vida.

— Es una mujer sola en el mundo, sin red familiar ni de amigos que puedan ayudarla. Cuando, de un día a otro, te quedas sin lugar a donde ir, te desgastas rápidamente, y en poco más de una semana ya te has convertido en una persona de a pie. En la novela ella se fija en un hombre que todavía lleva la americana y la corbata de cuando trabajaba. Es el único recuerdo de lo que había sido no hace mucho.

Ella, además, cuida a niños y niñas en riesgo de exclusión social.

— Es alguien que hace el bien pero, aunque lo haga, gana muy poco. Hacer el bien no tiene ninguna importancia, puedes perderlo todo igual; de hecho, a ella le resulta más fácil perderlo todo porque sus condiciones de partida ya son desfavorables.

¿Cómo imaginaste la angustia de vivir sin techo, pegada a la maleta como si fuera "un peluche"? "Si me concentraba mucho podía oír respirarla conmigo", escribes.

— Yo he pasado dos noches seguidas en la calle. Fue yendo de Erasmus a Berlín. Aún no había internet, y reservé por fax una habitación en una pensión muy humilde, pero cuando llegué me dijeron que no habían recibido nada y que no había sitio. Como la tarjeta bancaria no me funcionaba y tenía muy poco dinero en metálico, decidí que dormiría en la calle. El recuerdo que me ha quedado más de veinte años después es haberlas vivido con una tensión continua, miedo y desesperación. Pasar una noche en la calle vale por cuatro o por diez: es horrible.

En la novela hablas de la gente que duerme cerca de la estación de Sants.

— He tenido que ir a primera u última hora, alguna vez, y lo que ves fuera es como una institución gigante, o un orfanato. Hay decenas de personas preparándose para dormir, con sus rutinas y horarios. Por lo general, están en silencio, pero de vez en cuando oyes un grito. De noche, todo lo inanimado es seguro. Son las personas, las que crean inseguridad. Es triste.

Primero ella vive en una habitación en Barcelona, ​​más tarde en una pequeña ciudad. Compares su espacio con un terrario.

— El espacio en el que vivimos es como el terrario, la pecera o la jaula de un zoo. Se dan todas las condiciones climáticas para preservar un poco la vida, parece todo bajo control, pero es una vida de mentira. Ella la siente así, en todo caso, me guardaré suficiente con juzgarla.

En la ciudad pequeña tiene una segunda oportunidad de espabilarse limpiando casas.

— Esta ciudad podría ser Cardedeu, que conozco bien. Es un lugar en el que hay algunas zonas residenciales llenas de casas donde va gente a limpiarlas. Allí es más asequible encontrar una habitación. Ella comparte una casa algo tronada con otras dos personas.

Durante las horas que pasa en las casas de los demás, no puede evitar abrir la nevera y coger alimentos, tumbarse en el sofá, ducharse...

— Cuando termina el trabajo, hace esta estafa de comer un bocadillo, tomarse una cerveza o ducharse. Si los propietarios no se enteraran no habría para tanto, porque el trabajo lo ha hecho bien. En Ocaso y fascinación no hay sexo, pero existe la erótica de tocar los objetos de los demás, de disponer las estancias para que sean lugares confortables.

"Limpiar es una forma de sustracción, y asear de disposición", leemos.

— Al final, lo que haces es conseguir que los espacios de los demás estén mejor de lo que estarían a cambio de un dinero. Los civilizas. Hay una pacificación en ordenar. Y después hay un disfrute de ese orden. En el orden hay también un rescoldo.

En una de las casas la graban mientras estafa a la familia.

— Las cámaras son implacables. Este detalle entronca mucho con nuestro tiempo, que es el de... castigarlo a través de la pantalla. Estamos permanentemente controlados.

¿Son una forma más de reducir la libertad?

— Sí, pero no sólo reducimos la libertad de los de afuera, también la de los de casa. Empieza a haber cámaras en las guarderías, no sólo para supervisar a los trabajadores, también a los hijos. Pronto habrá en las residencias geriátricas.

Hay parejas que también se controlan a través del móvil.

— Estamos yendo más allá del control. En el libro ella dice que es un voyeurismo insano y enfermizo. Nuestra sociedad es como un organismo que ya se está pudriendo.

Cuando se siente abandonada por completo, ella necesita crearse su propio dios. ¿Por qué?

— Ahora hay mucha gente que vuelve a necesitar fabricarse un dios, ya sea el dinero o la nueva espiritualidad, que les dan disciplinas como el yoga o el culto en el cuerpo.

Algunas rutinas de gimnasio son religiosas porque prometen milagros.

— ¡Totalmente! Muchas de estas pseudoreligiones de ahora no acaban de cumplir con el significado del término, religare, que es volver a la unidad. En la novela, ella acaba estando totalmente exiliada, y necesita crear un espacio propio. Un espacio sagrado en el que continuar.

Al igual que les ocurre a los gusanos, que crecen en espacios secretos, que nadie más conoce.

— Es en estos espacios secretos que las lombrices hacen la vida. Y, además, allí se multiplican. Crecen generaciones y generaciones de nuevos gusanos...

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