Literatura

Cien poemas que dan la exacta medida del gran Seamus Heaney

Marcel Riera presenta en Quaderns Crema una completa y pionera antología del premio Nobel de Literatura de 1995

Cien poemas

  • Seamus Heaney
  • Cuadernos Crema
  • Traducción de Marcel Riera Bou
  • 24 euros / 368 páginas

Una de las poesías más conocidas de Seamus Heaney (1939-2013) es la titulada Cavando (Digging), la primera pieza canónica de su cancionero. Hijo de generaciones de campesinos irlandeses, el joven Seamus debió de ser el primero en no seguir la tradición campesina de la familia. "Entre mi índice y mi pulgar / reposa la pluma rechoncha", comienza diciendo esta poesía. Y termina talmente, pero con el añadido de un último verso: "La utilizaré para cavar". No es un tema original de Heaney: sin alejarnos de la tradición propia, podríamos recordar al insigne poeta y fangador verdagueriano (que, de hecho, estaba lleno poeta por vocación y sólo, si acaso, fangador por origen familiar). O, aún más, ese prodigio de Guerau de Liost titulado Obaga de castaños, cuyos últimos versos no me sé estar de reproducir, porque transmiten una emoción muy próxima a la de los del premio Nobel irlandés de 1995: "La umbría crece poco a poco, venciendo / de seco y de pulgó los peligros. / Mi padre ya decía, hecho confidente el labio, / a: umbría la ha plantado el abuelo / y tú la cortarás.— / Y yo que digo: —¡Ay, las! / ¿Cuál será mi esmero?

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Con Cavando, Heaney afianzó las raíces y abrazó a sus antepasados, sus muertos. Por eso cava: desenterra el pasado, exhuma la luz de los años pretéritos. El poeta no tuvo tiempo de establecer el corpus de este tipo de selected poetry que ahora se presenta en catalán, en una buena traducción del poeta Marcel Riera: cien poemas que dan la exacta medida de un gran autor. Lo hizo la familia, y el resultado lo tenemos ahora en las manos: "Quizás sin remedio, la elección resultante está llena de evocaciones personales de las vidas que compartimos", escribe su hija Catherine, en la "Nota de la familia Heaney" preliminar. Diría que los buenos conocedores de la obra del irlandés no echarán de menos ninguno de sus títulos magnos.

La dimensión memorable de las cosas

Al leer la poesía del autor, enseguida nos damos cuenta de la presencia de los objetos, de la dimensión memorable, e incluso sagrada, que siempre tienen las cosas. El sofá que ha servido como espacio de juego durante la infancia. El yunque de un herrero que es "un altar / donde él se consagra en forma y música". El cubo lleno de agua en el que una pareja dejan caer patatas peladas que revela que estos dos nunca habían estado tan cerca. El palo de lluvia que, con su sonido líquido, nos devuelve al paraíso. Los objetos, sí, de contornos tan nítidos ("las cosas que se fundamentan en sus formas"): una bomba de agua, una dinamo de bicicleta que es como una patata... Siempre este alimento de la subsistencia (a los jóvenes poetas que, en la década de los sesenta, seguían la lección, entre otros, de menos, de Patrick Kavan potato poetes)!

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Heaney es un poeta confesional de una manera muy diferente a la que impuso Robert Lowell con su poesía. El irlandés le dedica una bella elegía: "Encontraste al hijo en mí / cuando te despediste / bajo la copa del laurel / a ras de la puerta a Glanmore". Su poesía no es fácil, aunque a menudo las anécdotas parecen familiares, y son protagonizadas por nombres de paisanos a los que inmortalizó (si hubiera sido catalán, habría llenado sus versos de nombres entrañables como Ester, Esteve o Montserrat). El poema El metro es una recreación órfica animada por una pareja de enamorados, y también se salpica el recuerdo del cuento de Hansel y Gretel: "las vías mojadas / peladas y tensas como yo, la atención puesta / en tus pasos que me siguen y maldito si miro atrás". Revela, como tantas otras composiciones del autor, la habilidad de relacionar varios pretextos para realizar una sola corriente, compacta, de significación. Por otra parte, el poeta no rehuye la cuestión política: el propio nombre, Seamus, es un sello del catolicismo irlandés. El célebre Marcas rememora aquel esfuerzo por delimitar un dentro y un fuera: las "cuatro chaquetas en el lugar de los cuatro palos de portería" que unos chiquillos futbolistas colocan en el campo, "el cordel bien tienes para marcar el perímetro de los cimientos de una casa"... O, si no, un bastón –la sombra de la presencia del padre (el título del poamia). bastón de mi padre / este año voy a plantar cara al hielo". ¡Gozo de versos forjados en la experiencia y en la memoria!