Una historia de amor extraordinaria en el corazón de la 'New Yorker'
'Aquí, pero no del todo' son las memorias que Lillian Ross escribió sobre la relación entre la periodista y el director-editor de la mítica revista estadounidense
'Aquí, pero no del todo'
- Lillian Ross
- Saldonar
- Traducción de Octavi Gil Pujol
- 288 páginas / 22,90 euros
Ella, Lillian Ross, fue durante más de medio siglo una de las periodistas más prolíficas e icónicas de la revista New Yorker, autora de varias piezas que han pasado a la historia del periodismo moderno, por ejemplo un perfil que en 1950 escribió sobre un pletórico pero ya un punto caricaturesco Ernest Hemingway. Él, William Shawn, fue no sólo el director-editor durante más de cuarenta años de la New Yorker sino que fue el hombre que convirtió al mítico semanario en la cabecera más prestigiosa del mundo, y todo gracias a una mezcla perfectamente audaz, rigurosa y equilibrada de periodismo extenso y en profundidad, de literatura, de humor y de cuidado meticuloso por todos los detalles de la labor periodística, desde la comprobación de datos y hechos hasta la pulsación. Aunque él estaba casado y tenía hijos y nunca descuidió a la familia, Shawn y Ross se enamoraron y, durante cuatro décadas, compartieron la vida, sin esconderse nunca de nadie, ni siquiera de la esposa y los hijos de él. Aquí, pero no del todo son las memorias que Ross escribió sobre esa historia de amor singular y memorable.
Aunque decirlo así es hacer una presentación injustamente reduccionista. El libro de Ross, aparecido en 1998, sólo seis años después de la muerte de Shawn, tiene como núcleo central la historia de amor –la convivencia extramatrimonial, pero románticamente conyugal– entre el editor y la periodista, pero enseguida amplía su radio de atención, se llena de secundarios de lujo (Harold Ross JD Salinger, John Huston, Joe Mitchell, Charlie Chaplin, Hannah Arendt, Humphrey Bogart, Duke Ellington, William Faulkner...) y se ramifica temáticamente de una forma tan elegante como enérgica. Ni con diez reseñas sería suficiente para consignar todas las anécdotas, reflexiones y curiosidades relacionadas con el amor y el oficio y el negocio periodísticos, con el arte y la política, con la gestión (llena de trampas y de peligros) del talento propio y del talento de los demás, que llenan las páginas de este libro.
En el prefacio de la presente edición, que sirve para recordarnos una vez más el magnífico trabajo que hace Saldonar publicando en catalán títulos cruciales de narrativa de no ficción, Lillian Ross explica que empezó a escribir el libro como si fuera uno de sus reportajes para la New Yorker. En efecto, los lectores de la revista encontrarán las dos características marca de la casa: una prosa precisa, densa y transparente, nunca gratuita –cada frase vehicula información– ni exhibicionista –sin estridencias retóricas que desvíen la atención lectora–, y una capacidad para observar y explicar el mundo y los individuos que lo pueblan como si fueran.
Una ternura y gratitud que conmueven
Pero sobre todo el libro es una declaración de amor póstuma, preciosa e inteligentísima que Ross dedica al hombre de su vida. El retrato que hace de William Shawn –un hombre al que los mayores escritores y periodistas del siglo XX norteamericano “reverenciaban” e iban detrás para suplicarle que les ayudara a mejorar sus textos– no es idolátrico ni mitificador. Al contrario: también cuenta sus fobias, malestares y desficios, pero lo hace con una ternura y una gratitud que conmueven. Una desazón estructural atravesó de cabo a rabo la vida de Shawn, que repetía a menudo la frase que da título al libro: "Estoy aquí, pero no del todo". Esa desazón íntima, ese sentirse "más bien un fantasma que un hombre", Shawn les sufría porque pensaba que había sacrificado su auténtica vocación, de literato creador, para ponerse al servicio de los demás y del prestigio de la New Yorker. Es esta escisión vocacional de base lo que más le distingue de su amada. Si Shawn pasó la vida sin estar nunca seguro de hacer lo que realmente quería y le correspondía, el estilo y el tono de Ross irradian la prodigiosa vitalidad de una mujer periodista pionera que siempre tuvo clara su vocación y siempre pudo trabajarla en plenitud, a menudo con resultados extraordinarios. Tal y como es extraordinario este libro.