Literatura

Las malas pulgas de Thomas Bernhard

El Gall publica por primera vez en catalán 'Mis premios', libro emblemático y venenoso del autor austríaco

Las malas pulgas de Thomas Bernhard
Jordi Nopca
01/03/2024
2 min
  • Thomas Bernhard
  • El gallo editor
  • Traducción de Clara Formosa Plans

"La realidad, como la verdad, no es ningún cuento de hadas, y la verdad nunca ha sido un cuento de hadas". Esto dijo Thomas Bernhard en 1965, durante el discurso de aceptación del Premio de Literatura de la Ciudad Libre y Hanseática de Bremen, que se le había dado por la novela Helada.

Tras la ceremonia, Bernhard, que entonces tenía 34 años, almorzó con representantes institucionales y con los miembros del jurado en “un restaurante distinguido”, hasta que a las dos se marchó con un amigo para cobrar el cheque del premio en el banco. El escritor tenía la urgencia de pagar el adelanto de una casa que había comprado después de aguantar el sermón del agente inmobiliario, que no paraba de repetir que la propiedad “tenía unas proporciones extraordinarias ”. En el año de después del premio, Bernhard regresó a Bremen en calidad de jurado. Él propuso a Elias Canetti, pero la oposición por parte de los “pocos que le conocían” fue total, e incluso uno de los compañeros de deliberación dijo: “Es que también es judío”. Decidieron que premiarían a Hildesheimer, un nombre que “durante todas las horas de debate no había aparecido en absoluto”. Los miembros del jurado no lo sabían, pero acababan de concederle el galardón a otro judío.

Ésta era para mí la gracia”, escribe el autor de El malogrado y de una impresionante pentalogía autobiográfica -disponible en catalán en El Gall-, de la que Mis premios es un apéndice de lectura imprescindible. Bernhard detalla “nueve de los doce o trece premios” que recibió entre 1963 y 1976. No están ordenados por orden cronológico y, tal y como se puede leer en la nota editorial del final, el período de creación de los textos fue l 1980. Se han añadido tres de los discursos -demolidores- y la renuncia a la Academia de Lengua y Literatura, “lo más prescindible que puede haber para Alemania y para el resto del mundo entero, y que seguro que para los poetas (¡sean cuáles sean!) y para los escritores (sean cuáles sean!) es más perjudicial que útil”.

Un misántropo con humor

Las malas pulgas de Bernhard se hacen evidentes una vez más, y también la implacabilidad, el estirabot inteligente y una profunda misantropía. Sin embargo, de vez en cuando algún apunte hace sonreír al lector, como cuando, después de comprarse un coche y sufrir un accidente, el autor es transportado al hospital aguantándose la cabeza mientras la sangre va manchando la tapicería . Cuando llegan, una enfermera lo pone “en una carretilla” y se la lleva. Las verdades de Bernhard nunca serán un cuento de hadas, pero son contadas con un sentido del humor cáustico, muy bien dosificado.

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