Novedad editorial

Màrius Serra: "Yo pongo los límites en la sustitución lingüística"

El escritor juega con la lengua en 'El rol del Roc', la cuarta entrega de la saga ludocriminal

BarcelonaDespués de asesinar a escritores, fecha brokers y monjes de Montserrat, e incluso después de acabar consigo mismo en la ficción, el escritor Màrius Serra (Barcelona, ​​1963) coge de nuevo las armas y se imagina una red de matayayas con epicentro en el barrio barcelonés de Horta. El rol del Roc (Empúries) es la cuarta entrega de su serie criminal, protagonizada por una persona de carne y hueso, el experto en juegos Oriol Comas y Coma, y ​​por un juego de mesa. "Es todo un personaje, y quise que fuera mi Carvalho", dice el escritor, recordando al detective de Vázquez Montalbán. En esta aventura, Comas se alía con el comisario Carmany y su sobrina Sol para investigar a unos estafapensionistas que juegan a juegos de rol y se encubren en entidades del barrio, como los Diablos de Horta.

De trasfondo, la novela explora el choque generacional entre quienes viven una vida plácida gracias a pensiones generosas y quienes las financian mientras malviven con sueldos y pisos raquíticos. "Hay una serie de jóvenes que se incorporan al mercado laboral en situación muy precaria y que ven que la pensión que cobra su tío o abuelo, para ellos, trabajando todo el día en tres sitios, no es una aspiración posible" , explica Serra. Esto aboca a algunos jóvenes "a joder el campo, a perder la posibilidad de mantener una línea cultural, económica, vital, personal y de arraigo". El autor tiene una hija de 28 años que se encuentra debiendo compartir piso por 900 euros en el Carmel y una madre de 99 años que vive en una residencia en Horta.

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El barrio del autor, sus personajes característicos y los locales más conocidos, aparecen en la novela como si fueran la Venecia del comisario Brunetti o Sicilia de Montalbano. Aquí no hay brunch, ni guiris, ni expados. Màrius Serra huye del arquetipo de la ciudad que sale en los periódicos. "Es una reivindicación de una Barcelona de los barrios. No es solo Horta, es Sant Andreu, es el Clot, es el Carmel, es alguna parte de Poblenou. No todo está turistificado y gentrificado, como parece, porque vendemos esta imagen única de Barcelona. Hay otra Barcelona", asegura. Claro que, en una novela negra, ha colocado también a personajes oscuros. "En el barrio puedes conocer a propietarios de inmuebles que ahogan inquilinos, pero no capitales ocultos o fondos de inversión, sino señores caciques", dice Serra.

Una lengua 'pervertida'

Una de las singularidades del libro es que, como Sol toma protagonismo, esto le permite al autor jugar con la lengua coloquial de los jóvenes, gracias a los tira y aflojas que tiene con su tío boomer, por eso incluye expresiones como el bueno, los morritos, la turra nivel premium o la family celebreixon. "La literatura por antonomasia es incorrecta, si no, tiene poco interés", dice Serra, miembro del Institut d'Estudis Catalans. Ahora bien, ¿hasta dónde se pueden estirañar las costuras de la normativa? "Yo pongo los límites en la sustitución lingüística. Si pones una grabadora y quieres pretender reproducir el habla de mucha gente tal y como mana, deberías hacer la mitad de los diálogos, si no todos, en castellano. Y por ahí no paso. Sencillamente. , este es mi límite. La literatura catalana es la literatura que se escribe en lengua catalana. Desde una perspectiva lingüística, toda opción es válida y defendible, pero yo escribo en catalán por algún motivo, no para ser sustituido lingüísticamente culturalmente en aras de no sé qué modernidad", sentencia.

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Ante el dilema de si la ficción debe reflejar el habla de la calle sin manías o debe ser un modelo, el escritor opta por la tercera vía: exprimir la creatividad lingüística para crear expresiones coloquiales y jerga, y no volcarse en la reproducción perezosa de anglicismos y castellanismos. "La lengua puede tener muchos grados y registros de corrección, de edad, territoriales, de tono, y no necesariamente lo normativo es lo adecuado", dice Serra. Una de las palabras que patenta en la novela es taburra, la contracción de tabarra y de turra, o los agentes ñoles. "Yo estoy a favor de la genuinidad, de la exploración de la propia tradición, y en contra de cualquier idea de pureza, porque siempre es excluyente y suele llevar hacia territorios fascistoides", añade.

El rol del Roc permite incluso realizar las paces lingüísticas con una generación joven a la que periódicamente se atribuye la muerte del catalán por su catalán empobrecido. "Lo que duele a la lengua es hacerla desaparecer, borrarla. A mí los que se preocupan porque Rosalía dice cumpleaños o porque la Mushkaa canta con no sé qué jerga o porque a los jóvenes no hay quien les entienda, les digo que se añoran mucho de cuando eran jóvenes ellos", exclama Serra. El escritor es de los que se niega a ser catastrofista sobre el destino del catalán , por talante y también por estrategia: "No creo que nadie se apunte a un carro perdedor, a un grupo de cascarrabias, a un mundo de censores. Y, en cambio, todo el mundo se apunta a la euforia, al carro ganador, todo el mundo se apunta a una energía positiva". Y este carro es el que estira Màrius Serra, un autor que practica lo que predica: es autor de doce mil crucigramas, cinco mil artículos, una treintena de novelas y ensayos, y una serie negra que... continuará.