Literatura

El melancólico y luminoso regreso de Paul Auster

El estadounidense ha escrito parte de 'Baumgartner', la primera novela que publica en casi una década, durante el tratamiento contra el cáncer

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Paul Auster, durante una visita a Barcelona en 2012

BarcelonaPaul Auster sabe cómo transmitir a los lectores la incertidumbre de su presente desde la primera página de la melancólica y luminosa Baumgartner (Edicions 62/Seix Barral). El protagonista de la novela, un profesor universitario de filosofía de 70 años, primero se quema una mano en la cocina y, poco después, mientras acompaña hacia el sótano al chico que debe hacerle la lectura del contador de la luz, cae escaleras abajo y acaba tendido en el suelo, derrotado. Seymour Baumgartner es un hombre que comienza a experimentar la fragilidad del cuerpo y la proximidad del fin de la vida intelectual. Viudo desde hace una década, sigue sumando días y libros a su existencia aunque no haya superado la muerte de la mujer, la traductora y escritora inédita Anna Blume. Aún sigue comunicándose con ella, despierto y en sueños.

Es inevitable establecer un paralelismo entre el personaje de Baumgartner y el propio escritor. Enfermo de cáncer desde finales de 2022, el autor de Trilogía de Nueva York ha logrado culminar su regreso a la ficción –no publicaba novela desde 4 3 2 1 (2017)– durante las pausas entre las sesiones de quimioterapia e inmunoterapia. La compleja travesía por lo que Siri Hustvedt ha bautizado con el nombre de "cancerland" ha dado un fruto literario alejado del memorialismo y de la autoficción. En la novela, en vez de sufrir ninguna enfermedad inesperada, Baumgartner se enfrenta a las primeras señales de decadencia mientras decide jubilarse de la docencia, quiere convencerse de que está enamorado de otra mujer, Judith, y pretende escribir un último ensayo. "La vida es peligrosa –dice el personaje en un pasaje del libro–, y puede pasarnos cualquier cosa en cualquier momento. Usted lo sabe, yo lo sé, todo el mundo lo sabe... y si alguien no lo sabe, pues es que no ha prestado suficiente atención, y si no prestas suficiente atención, es que no estás vivo del todo".

El éxito del azar

A lo largo de una trayectoria literaria de cinco décadas, que empezó con los poemas de Unearth en 1974, Paul Auster (Newark, 1947) se ha convertido en una de las voces más populares de la literatura norteamericana contemporánea en todo el mundo. "Lo empecé a leer cuando se empezó a traducir aquí, con Trilogía de Nueva York –recuerda Sergi Pàmies–. Esa novela me enamoró. He tenido la suerte de poder vivir y escribir en paralelo a algunos de mis ídolos. Paul Auster sería uno de ellos, acompañado, entre otros, de Woody Allen y Martin Scorsese". Proa, sello que contaba entonces con la dirección editorial de Oriol Izquierdo, apostó por Auster en catalán en 1991. Sólo un año después, Eva Piquer leía Leviatán en Nueva York. Durante el tiempo que vivió allí como corresponsal del diario Avui siguió profundizando en su obra, ya partir de 1994 ya lo leyó desde Barcelona. "He leído casi todos sus libros –explica–. Durante una época fui una admiradora desacomplejada de sus libros. Los defendía ante quien fuera, incluso cuando ya había sufrido el mal de los autores comerciales (o precisamente por eso): convertirse en demasiado popular para ser considerado un autor de culto".

Fue a mediados de la década de los 90 cuando Auster empezó a triunfar internacionalmente. Anagrama (en castellano) logró una gran repercusión de novelas como El Palacio de la Luna, Tombuctú y La música del azar, ya partir del 2012 Seix Barral le cogió el relevo. En catalán el mérito es de Edicions 62 desde hace casi tres décadas. "La primera novela que edité de Auster fue El libro de las ilusiones, en 2003 –dice Pilar Beltran, de Edicions 62–. Lo empezaría a leer con Leviatán o la Trilogía de Nueva York. Auster tiene un gran talento para contar historias. Las construye a partir de elementos normales que poco a poco se van acristalando con giras sorprendentes, digamos azar o destino, que arrastran y satisfacen al lector".

"Los momentos más esplendorosos leyendo Auster los he vivido con El Palacio de la Luna, Leviatán y Diario de invierno –recuerda Pàmies–. Este último, un libro de memorias que publicó en 2012, me hizo tomar la decisión de escribir un cuento en el que reconstruyo una de las noches más deplorables de mi vida, la que pasé con Silvia, entonces mi mujer, en casa de Auster y Hustvedt, porque entonces ella era la editora de Hustvedt en Circe". Pàmies incluyó el cuento Nova York, 1994 en el libro Cançons d'amor i de pluja (Quaderns Crema, 2013). "Era una época en la que tenía mucha paranoia con la seguridad y sufría por cosas por las que no tenía que sufrir –dice–. Llevaba días muy nervioso y saboté la velada en la casa de los Auster-Hustvedt en Park Slope. Ellos fueron extraordinariamente amables. Yo no supe comportarme como un buen consorte".

Tener fe en la ficción

El influjo de Auster en la ficción escrita en Cataluña no termina en Sergi Pàmies. También Enrique Vila-Matas le dedicó una narración: No soy Auster, editado por Alfabia en el 2008. Vila-Matas, lector y amigo del estadounidense, también le ha visitado en varias ocasiones en Nueva York. Ya ha devorado Baumgartner. "Auster tiene el detalle de seguir apostando por el estupor estridente que provoca la realidad –asegura– y mantiene una fe incondicional en la ficción, así como una fe no menos incondicional en el amor". Otro lector de largo recorrido del estadounidense es Rodrigo Fresán. "Auster es un escritor que cree en un orden secreto de las primeras cosas, en una melodía del azar, en una trama según la cual cualquier vida puede llegar a ser una buena historia si se lee cuidadosamente y sin prejuicios", explica . El periodista y crítico literario Antonio Lozano, que sigue al autor desde Trilogía de Nueva York y le ha entrevistado dos veces en Brooklyn, destaca que "la anécdota inicial de sus libros siempre atrapa" y que su estilo "fluye con una naturalidad encantadora". Además del dominio del ritmo narrativo, para Lozano, Paul Auster sobresale en la creación de personajes: "Son cercanos e identificables, ya menudo se encuentran una sorpresa por el camino, un giro vital chocante, que los lanza a una aventura de redención y descubrimiento de sí mismos que quisiéramos para nosotros".

"Conecta con lectores muy diversos porque es un escritor empático –opina Pilar Beltran–. Busca seducir a quien lo lee, ya sea a través de la intriga o de la densidad humana de los personajes, siempre con una prosa clara y de hechizo que desea atrapar y no aburrir. Baumgartner es una novela escrita desde una ternura absoluta, protagonizada por un hombre que desde la muerte de su mujer hace lo que puede para salir adelante". Sergi Pàmies la lee estupefacto, estos días: "Hacía muchos años que no gozaba tanto con el inicio de una novela de Paul Auster. Es como un hermano mayor que me cuenta el futuro. Yo también empiezo a ser viejo ya arrastrar algunos problemas físicos, al igual que Seymour". Antonio Lozano conecta Baumgartner con la "trilogía de hombres azotados" que el autor presentó a principios del siglo XXI en El libro de las ilusiones (2002), La noche del oráculo (2004) y Brooklyn Follies (2005). "Las tres historias partían de momentos trágicos en las vidas de los protagonistas, a quienes la creación y el arte salvaban de algún modo, en el sentido de reconectarlos con la vida y motivarlos", hace memoria. Seymour Baumgartner se encuentra en otro momento: "Los proyectos literarios no le acaban de salir, y ya no tiene la posibilidad de encontrarse con golpes mágicos o inesperados que introduzcan novedades en su vida. En cambio, su fuerza vital y espiritual nace de mantener el calor de los buenos recuerdos, empezando por los de su mujer muerta, y parece entender que el legado más importante que dejamos es el amor, en este sentido me parece su libro más tierno y profundo, íntimo y confesional". Ojalá no sea el último.

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