A la mierda los libros

BarcelonaHay días que vuelves de vacaciones y entras en una librería inmensa de tu ciudad, donde, en cuanto pasas la puerta, lo primero que encuentras es una selección de libros bajo un rótulo que dice Booktokers, una selección de libros con cubiertas llamativas y nombres desconocidos, todos ellos más gruesos de lo que son en realidad, el tamaño de papel, multiplicar las palabras y los párrafos para alimentar a una multitud gregaria y hambrienta), ya continuación hay otra cerradura de pared con los más vendidos, las novedades (incluyendo novedades que llevan un año en la calle) y los libros recomendados, algunos de los cuales es increíble que recomienden, aunque no debería sorprenderte porque ya sabes que en esta librería recomendados es sinónimo no de la lectura entusiasta del librero sino del pago que ha hecho la editorial para poder tener su libro en un lugar destacado, así que pasas de largo la entrada y llegas hasta el rincón medio escondido al final de todo, tras una columna, donde han castigado a los escritores catalanes, y allí encuentras un libro con una cubierta que sólo como churros (que ahora ya no se venden) sino como iPhones, y que será leído sólo por este motivo: ser la imitación de una cubierta, ser una repetición. Y en días como estos piensas: "A la mierda los libros".

Hay días en los que todavía eres de vacaciones en una ciudad en la otra punta del mundo, una ciudad que ella sola tiene casi cinco veces los habitantes de tu propio país entero y que parece venida del futuro como una promesa o una profecía o una maldición, una ciudad en la que has visto miles de conmuteros zombificados sistemáticamente con los móviles en vagones abarrotados y silenciosos, y pocos hojeando un libro (¿Uno de cada mil? ¿O es una cifra demasiado optimista?). Y en días como estos piensas: "A la mierda los libros".

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Hay días que tu pareja publica un libro, y no un libro cualquiera, no, un buen libro que habla de la confusión colectiva y personal en el mundo inenarrable en el que vivimos, un libro con una prosa afilada y líricamente encabronada, con ideas lúcidas e ironía y ternura, y sabes que tanto le jode que tanto le jode de lectores, ni de reconocimiento, ni de interés–. Y en días como éste piensas: "A la mierda los libros".

Hay días que te pasa por la cabeza un cuento que podrías escribir, un cuento sobre un mundo donde todo el mundo va siempre peinado y hay suegros calvas y chóferes pequeños e incomprensiblemente sucios, y piensas cuál será la primera frase y cómo seguirá y por un rato, por unas semanas, te encuentres, pero te animas. rendir y facturar (traducciones, artículos, colaboraciones en medios) y debes cuidarte de los niños (cuadrar la logística familiar con las clases de piano, y ocuparte del mayor que de repente vivirá en Barcelona: tendrás que facturar aún más, pues, ¿cómo te lo harás?) y teniendo todo esto en la cabeza, ¿cómo quieres ? sucios? Es más, aunque lo escribas, sospechas que tampoco le leerá casi nadie, porque nos han metido en la cabeza que los cuentos no nos gustan, al igual que nos han metido en la cabeza tantas otras falsedades que nos hemos creído y las repetimos como si fueran nuestras propias verdades. Y piensas: "A la mierda, a la mierda, a la mierda".

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Pero también hay días en los que te pones a leer con escepticismo –no parece en absoluto un libro que te podría gustar– una novela sobre un combate de boxeo juvenil femenino, una primera novela que se titula Golpe de luz escrito por una californiana de treinta y seis años que se llama Rita Bullwinkel, una novela con una faja que dice que por poco no gana el Booker, el Pulitzer y unos cuantos premios más, y ya sabes que las fajas son una manzanilla y que a menudo, demasiado a menudo, los libros no cumplen las expectativas y empiezas como esta no piensas en absoluto ni por un solo milisegundo: "A la mierda los libros".

O días en los que empiezas por fin Las chicas, delEmma Cline, que hacía demasiado que lo tenías pendiente, y desearías ser lo suficientemente hábil para encontrar más ratos para meterte dentro de aquel mundo que te es tan ajeno y que a la vez puedes entender tan bien porque la autora hace unas frases que se te inyectan en el alma y te la hinchan y te la hacen más tensa y más bien "A la mierda los libros", sino todo lo contrario: "Más libros, por favor, más libros".

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O días que te cogen unas ganas salvajes glotones desesperadas de leer Escenarios, la nueva del Toni Sala, y te dices que debes guardarlo como quien se reserva un buen vino para una ocasión especial, porque quieres disfrutar de la promesa y del ansia, ya que una vez leído no podrás volver a leerlo por primera vez. Como las mujeres que antes se guardaban la virginidad para alguien que la mereciera.

Hay días y días. Empieza otro curso y otro pulso entre unos días y otros. Un pulso que –fatalmente– nadie va a ganar.