El misterio de las habitaciones de los adolescentes

BarcelonaUna de las primeras cosas que aprendí a hacer cuando era una adolescente y, por fin, mis padres me pusieron un ordenador grueso sobre el escritorio de la habitación, fue buscar qué conjunto de tres teclas debía clicar para que se me cerraran de repente los programas que estaba utilizando. Así, cuando oía los pasos de mi madre acercándose a mi puerta, con un movimiento rápido de muñeca podía hacer desaparecer rápidamente aquel blog que tenía cuando no se me dejaba tener blogs, o aquella aplicación de mensajes por los que chatea cuando no se me dejaba chatear.

Las habitaciones siempre han sido un espacio para el misterio. Un espacio para la libertad, para la intimidad, para el yo. Por eso, claro, Virginia Woolf creía que las mujeres necesitábamos tener una cámara propia para poder ser escritoras. La habitación no era sólo un entorno material, sino también un espacio de desarrollo mental. mundo exterior como lo son ahora.

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Pensé mucho en esto cuando miraba la serie Adolescencia. En el cuarto capítulo, los padres del niño protagonista se sientan en su cama de matrimonio y se preguntan (desde el recogimiento de la habitación propia, claro: ¿dónde si no?) qué habrían podido hacer para educar mejor a su hijo, es decir, para protegerlo mejor. Mamá narra una situación que nos rompe el corazón y nos pone en alerta, principalmente porque sabemos que es habitual en muchas casas: "[Jamie] Se encerraba en la habitación. Llegaba a casa, daba un portazo y subía al ordenador directamente. Tenía la luz encendida hasta tarde, y yo llamaba a la puerta y le decía: «Jamie, ving. se apagaba, pero él nunca decía nada".

La escena no sólo pasa dentro de la cámara de los padres, sino que sitúa la cámara del hijo en el centro del problema. Gabriel Ventura también toca este tema en el ensayo Lo mejor de los mundos imposibles: un viaje al multiverso del 'reality shifting' (Anagrama). Mientras explica qué es lo del reality shifting, una técnica para trasladarse a mundos paralelos, el autor propugna que vivimos en una "tecnocracia de la simulación". Dice: "En la era moderna, todo proceso de aprendizaje implicaba salir fuera y enfrentarse a las adversidades del mundo. Ahora es el mundo, el que viene a nosotros, con furor algorítmico y en la intimidad de la habitación".

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Replegarse en las madrigueras imaginarias

Para los padres, las habitaciones son sitios complejos; supongo que mucho más que antes, pero esto sería mejor preguntárselo a los abuelos. Adolescencia es la expresión cultural del peor de los casos posibles que puede ocurrir en nuestros tiempos, y tristemente, como éste conocemos muchos otros, más bien relacionados con las autolesiones y los trastornos alimentarios. Pero que los adolescentes se cierren en la habitación y se sumerjan en sus manías no es nada nuevo, todas las generaciones lo han hecho. Y de hecho, también podríamos decir que tampoco es nuevo que los adolescentes se cierren en la habitación con un dispositivo tecnológico –yo lo hacía y tengo ya treinta años.

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Del libro de Ventura me gusta el momento en que el ensayista deja entrar un haz de luz entre el miedo, diría que incluso el pánico, que genera este tema. Dice: "Parece que les shifters han renunciado a cualquier forma de acción política y se han replegado en sus madrigueras imaginarias. A primera vista, el sentido común nos invita a leer esta renuncia mundana como un fracaso colectivo […]. promesas de evasión podemos intuir un afán de rebelión, "una voluntad irrefrenable de transformar la sociedad en un lugar mejor, aunque parezca imposible […] en estas nuevas subculturas de internet también debemos ver inesperadas formas de organización colectiva" Y remacha: "Quizás sea una idea aterradora, casi a la idea, casi a la estuviera hecha de la misma materia espectral que nos encarcela". Ojalá tenga razón.