La muerte no perdona a nadie
BarcelonaEsta danza, más conocida en Cataluña como "danza de la muerte" (en inglés y alemán, igual: dance of death, Totentanz; en francés, danza macabro), es un "baile" que se originó en el siglo XIV, muy posiblemente debido a la enorme mortandad debida a la peste negra ya la devastadora Guerra de los cien años. Se divulgó mucho en todo el continente, y hoy es poco visible como representación escénica; pero históricamente ha estado muy presente en las artes gráficas y pictóricas. Los mejores ejemplos se encuentran, o se encontraban –y se han conservado dibujos–, en Basilea, en Dresde, o en el claustro de la catedral de San Pablo, en Londres. Holbein hizo toda una serie de grabados de enorme categoría, y todavía se editan. Aparte de esto, Florence Whitney es autora de una obra francamente introbable, hacia 1910, llamada The Danse of Death in Spain and Catalonia, de especial interés para nosotros.
La danza de la muerte conmemora un hecho tan universal como la muerte misma, siguiendo un tópico que se lee en toda la poesía de Occidente: muere el rey y muere el papa, muere el rico y muere el pobre, el jovencito y la vieja, la jovencita y el mayor, el financiero y el mendigo... La muerte, como sabe todo el mundo, no perdona a nadie.
Allí donde ha sobrevivido esta danza, o se ha mantenido, habría que pensar en qué fecha, si es una vez al año, debería representarse. En los lugares que se lleva a la calle por Pascua se comete, sin darse cuenta, una equivocación. Conmemorar la muerte de Cristo es algo, y hacer presente a un público que la muerte se nos llevará a todos un día u otro es otra. No es que sea una redundancia; es que la muerte de Cristo tiene un lado redentor, y la danza de la muerte, por el contrario, no tiene ninguna: es del todo pesimista, y nació como una manifestación cultural secular y válida para todos, creyentes y descreídos.
Un día adecuado para desfilar una danza de la muerte –que solía tener el aspecto de una corrua, con los esqueletos cogidos de la mano, como todavía se ve en una escena deEl séptimo sello, de Bergman– sería la noche del uno al dos de noviembre, es decir, el paso del día de Todos los Santos al día de los Difuntos. Lo intempestivo es presenciar esta danza entreviada con las representaciones barrocas de la pasión de Cristo.
Todo tiene solución, menos la muerte.