¿A quién no le gusta Ali Smith?
Raig Verd publica el libro de relatos 'Biblioteques públicas'
'Bibliotecas públicas'
- Ali Smith
- Rayo Verde Editorial
- Traducción de Dolores Udina Abelló
- 208 páginas / 19,95 euros
Si la escocesa Ali Smith (Inverness, 1962) —a quien la mayoría la conoce por su cuarteto estacional: Otoño, Invierno, Primavera y Verano—, fuera a uno de esos cursos de escritura que tanto se han popularizado aquí, seguro que sería expulsada con carácter inmediato. Su literatura es tan desobediente que no sigue ni una sola de las reglas que supuestamente obedecen a la narrativa comme il faut. A Ali Smith le da igual, porque, pese a su insubordinación, sus libros triunfan entre lectoras y lectores, que caen rendidos a sus pies. Y es justamente por su desobediencia a las normas que rigen el arte de narrar que triunfan, porque las reinventa.
En sus libros las cosas no empiezan por el comienzo ni terminan por el final ya menudo los personajes suben por las ramas, viajan a lugares lejanos y luego vuelven, o no, depende. El último regalo suyo que nos ha llegado es el volumen de relatos Bibliotecas públicas: en catalán (Rayo Verde) en plural, y en castellano (Nórdica) en singular. Encontrará historias que comienzan con un libro lanzado contra la pared o con un "He tenido un sueño" o con un inquietante "Hace diez años salía una nota en elEvening News que decía que me había muerto". Todas ellas demuestran un gran amor por la lengua y por los libros, porque juegan tanto con la lengua como con los libros, sea como motivo o como derivación argumental.
Permítanme destacar tres relatos. Final de trayecto, el primero del volumen, es Ali Smith en estado puro: un corte en la vida de un personaje —cuando se da cuenta de que hay una mujer en silla de ruedas que se ha quedado atrapada en un tren aparcado en una vía muerta —, explicado cómo le da la gana y sin ninguna conclusión final. La admiradora es un prodigio de imaginación y libertad literaria que me ha hecho recordar aquel cuento de Pere Calders en el que un árbol crecía en medio de un comedor. Y finalmente quiero destacar mi favorito, La exmujer, un juego metaliterario en el que desempeña un papel estelar nada menos que Katherine Mansfield y en que la autora hace algo que debería ser ya norma, tratar a la pareja lesbiana protagonista sin aspavientos, es decir, sin explicación extra alguna por su condición. Por cierto, que otro rasgo común en estos cuentos es que los muertos y los vivos dialogan sin que nada los separe.
A pesar del título, este encuentro de doce relatos y doce interludios no va de bibliotecas públicas, aunque las defiende con fervor. Desconfíe de las reseñas que las ponen en primer plano, ya que no son ni siquiera un hilo conductor; a lo sumo, un lamento al cierre de estos espacios sagrados que son hogar y consuelo para tanta gente, en especial para los que menos tienen: "Son los más pobres, los más aislados y los menos capaces de nuestra sociedad los que más sufren si desaparecen las bibliotecas. O sea, si nuestra sociedad no se preocupa por las bibliotecas, significa que no se preocupa por los más vulnerables", dice uno de los entrevistados a propósito del peso que las bibliotecas públicas han tenido en sus vidas. Por cierto, que algunos de ellos son personas conocidas, como la escritora Miriam Toews. Aunque hay algo que no entiendo, y es porque el libro carece de índice. Rarezas de Ali Smith, supongo.