La pregunta que no se podía hacer a Alfred Brendel

BarcelonaUn melómano catalán cenó una vez con Alfred Brendel, traspasado el pasado miércoles a Londres, y le preguntó si creía que tocar el piano era solo una cuestión de técnica, o si era fundamental poseer también una idea, o una concepción intelectual, de lo que se interpretaba, fuera Bach, Haydn, Mozart, Beethoven o Schubert.

Brendel por poco se enoja. "¿Cómo quiere que no se posea una idea –y subrayó esta palabra– de lo que se toca, si el propio compositor tenía un concepto de cada una de sus obras y una diversa intencionalidad?" Esto contradecía otra opinión, recogida por el propio melómano, quien, encontrándose una vez en la Escuela Superior de Música de Cataluña en calidad de asesor o de consultor, preguntó a un notable profesor de la Juilliard School de Nueva York, que también estaba, la misma cuestión. En este caso, el estadounidense respondió que en una escuela de música lo único que debía aprender era la técnica de un instrumento. El melómano catalán respondió que una pieza barroca no podía tocarse con emoción romántica, y que una sonata de Schubert no podía interpretarse como quien toca las Variaciones Goldberg, de Bach. El asesor catalán fue despedido.

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Brendel destacó sobre todo como pianista, pero nunca dejó de estudiar y leer: concebía la música como un producto intelectual –aunque fuera al mismo tiempo la expresión más alta de la espiritualidad de los hombres–, y así lo expuso en sus libros; De la A a la Z de un pianista. Un libro para amantes del piano y en Acerca de la música. Ensayos completos y conferencias, ambos publicados en Barcelona (Acantilado, 2013 y 2016). Ha sido uno de los pianistas más prolíficos del siglo XX y parte del XXI. Se retiró cuando se consideró algo viejo y habiendo perdido el buen oído que tenía.

Cuando, en una ocasión, le preguntaron qué pensaba del pianista chino Lang Lang, Brendel respondió que había que esperar quince o veinte años para emitir un juicio sazonado: de momento, dijo, tocaba todas las notas, pero eso todavía no le parecía lo mismo que hacer música o dar vida a una partitura. Brendel ya no estará a tiempo de pronunciarse.

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Quizás el secreto de sus interpretaciones, sobre todo las de Beethoven y Schubert, resida en que no quiso recibir un adoctrinamiento o enseñanza muy extensos por parte de sus profesores. Se concentró y estudió a fondo las partituras y leyes estéticas de cada momento histórico, y entonces, con una perfecta, aunque variable, conjunción de idea y técnica, ofreció al mundo una música destilada y elevada: notas y espíritu acordados.