Novedad editorial

Joël Dicker: "Estamos sonados, pasamos el día haciendo fotos con el móvil sólo para provocar envidia"

Escritor, publica 'Un animal salvaje'

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Joël Dicker, este miércoles en Barcelona, en la Biblioteca Jaume Fuster.

BarcelonaJoël Dicker (Ginebra, 1985) ha pasado por Barcelona en una de sus frenéticas giras para presentar nueva novela, Un animal salvaje (La Campana / Alfaguara), traducida al catalán por Imma Falcó García. Se trata de un thriller que funciona –y perdón por la broma– como un reloj suizo. Por un lado, se estructura como una cuenta atrás imparable de veinte días hasta llegar a un robo y, por otra, incluye sus habituales saltos de espacio y tiempo que profundizan en los personajes. Aquí tenemos una pareja perfecta, rica y exitosa, Arpad y Sohpie, y sus vecinos más convencionales e insatisfechos, que les admiran y les siguen de cerca; quizá demasiado. Dicker aborda desde un nuevo ángulo sus temas: qué se esconde bajo las apariencias, las convenciones sociales, la fuerza del instinto, el miedo y, en definitiva, "el sentido de la vida".

No tiene ni 40 años, pero ésta es su decimotercera novela. Al autor le gusta contar las seis obras que le rechazaron los editores antes de publicar el éxito estallante de La verdad sobre el caso Harry Quebert (2012), el primero que escribía siguiendo su gusto personal, de forma apasionada. "Tengo la sensación de que esos fracasos me han hecho el escritor que soy hoy", dice recordando, emocionado, la angustia de aquellos años en los que tenía clara la vocación de escritor pero al mismo tiempo se sentía perdido y al límite de la depresión. Sólo han pasado catorce años, y eso parece muy lejos: Dicker habla de sus dudas e inseguridades como autor, pero ahora tiene la almohada de un público fiel que se cuenta por millones y que ya le ha situado en el número 1 en los países donde ha publicado Un animal salvaje.

Sus novelas son un engranaje preciso, pero ésta es aún más milimetrada: empieza anunciando un robo.

— Sí, quiero estar seguro de que el lector se va a quedar conmigo hasta el final. En un mundo en el que hay muchísima competencia, de internet, de los teléfonos, días muy rellenos, debes encontrar la manera de que el lector esté en condiciones y decirle: "Por favor, quédate conmigo hasta la última página".

¿Piensa mucho en ese lector que tiene a mano Netflix y Twitter?

— No, cuando estoy escribiendo no, es sencillamente parte del proceso. Quiero situar al lector, como cuando vas al teatro: la sala está oscura, se apagan las luces y se abre el telón. Todo esto no aporta nada a la obra, pero hace que el espectador se concentre.

Y con este gancho plantea una historia que explora el mundo de las apariencias: quiénes somos, quiénes queremos ser y quiénes creen que somos la gente que nos rodea.

— Sí, tiene mucho que ver con el mundo en el que vivimos, un mundo en el que nos da mucho miedo decepcionar, en el que necesitamos seducir y necesitamos también dominar. Debemos demostrar que todo es más: que somos más felices, que todo funciona mejor... Y estamos en competencia con todos. Por eso estamos sonados y nos pasamos el día con el móvil haciendo fotos en todas partes sólo para hacer envidia. Si ves a un famoso por la calle, la gente quiere una fotografía para colgarla en las redes y decir: "Mira, mira mi superioridad, mira con quien me encuentro".

La envidia es uno de los pilares del libro, la contraposición entre dos parejas vecinas. Hay una especie de espejo y una tirantez de clase que también había en El libro de los Baltimore (2015).

— Sí, existe una tensión, pero más que de clase es una demostración de que nunca estamos contentos. Porque ambas parejas son propietarias de una casa en un barrio muy chic de Ginebra, con un buen nivel de vida, pero unos se sienten por debajo de sus vecinos, menos reputados. En este mundo en el que siempre nos comparamos con los demás, estamos o bien en superioridad o en inferioridad. Y esto no es una realidad concreta, no es lo que un observador neutro podría constatar, sino que es un sentimiento personal.

Otra rivalidad más masculina está entre Arpad y Fera, un amigo que vuelve del pasado como una amenaza.

— Es una amenaza que altera a la pareja y que subraya la debilidad de Arpad, un personaje que duda de sí mismo y de sus cualidades como ser humano. Se piensa que sólo vale porque lleva un traje de banquero, se siente protegido por su estatus social, como si para él mismo no fuera suficiente. En cambio, el Fera llega y seduce por el hombre que es: la superioridad no tiene que ver con el dinero, la función o el éxito, sino con la persona.

En la novela introduce a un personaje femenino muy seductor, Sophie, que rompe con los patrones habituales de tus libros.

— Estamos frente a hombres que tienen un ego, que necesitan mostrarse, y que están eclipsados ​​por el carisma, la inteligencia y la belleza de Sophie. Y su marido lo lleva mal. Vivimos en una sociedad en la que a los hombres les cuesta encajar en el papel secundario. Hemos construido un mundo muy extraño, en el que el hombre tiene más poder que la mujer, donde cobra más. En Suiza existe un 10% de diferencia de sueldo por un mismo trabajo, es increíble. Es decir, al hombre le pagan hasta el 31 de diciembre y, en cambio, mi esposa o hija no cobran a partir del 15 de noviembre. [En Cataluña la brecha salarial de género es del 19,9%].

Una de las frases que hacen referencia al título del libro dice: "No puede convertirse una pantera en un perro mujeriego".

— Tenemos un instinto en nuestro interior que podemos envolver con capas de convención, de sociabilidad, de apariencia, de todo lo que quieras, pero al final somos como somos. Es la naturaleza. Y tampoco podemos escondernos, no podemos mentir nosotros mismos.

La novela plantea una cuestión moral, sobre la mentira: ¿hasta dónde podrías engañar a los que quieres?

— Lo interesante es hasta dónde llegará lo que miente para protegerse. Hasta qué punto un secreto pequeño, que a priori no tiene demasiada importancia, se va haciendo gordo, gordo, gordo y arrastra consecuencias. Esto hace que la mentira o el secreto sean aún más terribles, porque el desastre pudo evitarse.

En su caso, ¿el éxito ha sido una liberación o prisión?

— Cuanto más tiempo pasa, más libre me siento. Porque me doy cuenta de que los lectores me siguen a mí, sin una expectativa respecto a un género en concreto. Hay expectativa en cuanto a la exigencia, y eso sí que es una presión, pero me siento libre de hacer lo que quiero, porque tengo la suerte de tener un público que me sigue.

A la vez, lo vemos en el libro: cuanto más tienes, más tienes que perder.

— Evidentemente, cuanto más éxito y más estás en la cresta de la ola, más dura puede ser la caída. Es inevitable, forma parte de las reglas del juego que aceptamos. Y es difícil porque te condena a repetir. Por ejemplo, cuando mi libro se publica en España y es el número 1, a lo sumo sólo puedes igualarte. Por eso mi reto es otro: es ser fiel a lo que soy ya lo que quiero hacer, dándome el tiempo necesario para hacerlo, evolucionando poco a poco. No esperes a un guitarrista que se ponga a tocar la trompeta.

Tengo la sensación de que, en cierto modo, responde a las críticas a sus libros en el siguiente libro: escribiendo una novela más coral o con un personaje femenino más potente, etcétera. ¿Un autor bestseller ¿se preocupa de las críticas? ¿Y dónde las encuentra?

— Recibo correos, mensajes, comentarios de lectores, críticas de prensa... Ayudas a las piezas y tienes una fuente inmensa de información. Esto es increíble, y me permite evaluar si he tenido éxito haciendo lo que quería hacer y si no tengo la oportunidad de mejorar. Es solo mi séptimo libro, y tengo la impresión y la esperanza de que mi carrera está delante de mí y no detrás. Por eso tengo que mejorar, tengo que trabajar duro, tengo que escuchar lo que la gente dice, y también tener cuidado, porque cuando te leen tanto, recibes todas las opiniones posibles.

No utiliza ni Twitter ni Facebook.

— Tengo Instagram y una cuenta en TikTok, pero es espantoso, porque todo esto te exige un tiempo que es una locura, así que hago lo mínimo. Pero pienso que la presencia es importante para que la gente sepa que estás ahí, y porque en Instagram hay gente que todavía no son lectores, y creo que hay que ir a buscarlos, hablar con ellos. Hay que ir a Instagram para ayudarles a salir de Instagram. Voy a pescar al lector potencial.

A su vez, su literatura está al margen de la realidad, de la guerra, de la segregación, del Me Too, de las noticias que podríamos encontrar en el diario.

— Sí, si quieres asustarte mira las noticias y lee el periódico. Hay gente que hace el trabajo de contar los horrores del mundo mucho mejor que yo. Lo que quiero precisamente es hacer una pausa de todo esto. Y también es lo que busco como lector. Casi nunca leo relatos de temas actuales, porque para mí la lectura es mi entretenimiento, es la forma de salir del mundo real en el que vivimos.

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