Literatura

El trabajo ya no dignifica: el planteamiento radical de 'Después del trabajo'

Arcadia publica el ensayo de Helen Hester y Nick Srnicek

'Después del trabajo'

  • Helen Hester y Nick Srnicek
  • Arcadia
  • Trad. Ariadna Pozos
  • 336 páginas / 25 euros

Aunque no hacía falta que La Ludwig Band cantaran a Manela "no quiero currar por usted, / pero la cáscara es la cáscara / y algo tenemos que hacer", ésta es sin duda una de las mejores evidencias de cómo se está transformando nuestra relación con el trabajo. Esta era del posttrabajo mezcla la precariedad reflejada en Nomadland, el desgaste de las viejas formas homenajeadas por Ken Loach y el cambio pospandémico de prioridades con la llamada "gran dimisión" de trabajadores que prefieren renunciar a antiguos trabajos demasiado exigentes. Obviamente, siempre resulta difícil generalizar, pero parece evidente que el trabajo ya no dignifica o, en otras palabras, que ha perdido buena parte de su peso definidor e identitario.

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Este desarraigo o relación más prosaica ha coincidido con el surgimiento de un nuevo proletariado precarizado (los "trabajadores pobres" estudiados por Guy Standing), con la revelación de las fallas de la tecnofilia utópica –ni disponemos de más tiempo libre, ni trabajamos menos— y con las limitaciones de los evocadores nuevos mercados laborales. En pocas palabras, no hay suficientes oficinas de estilo Apple para toda la mano de obra disponible, ni toda esta mano de obra tiene formación suficiente, ni todos los cuentos de hadas son reales. Esta divergencia entre las aspiraciones de la gente y la realidad del mundo del trabajo tiene sus orígenes en las sucesivas crisis económicas encadenadas desde el cambio de siglo.

El matrimonio formado por la británica Helen Hester (1983) y el canadiense Nick Srnicek (1982) nos ofrecen una mirada sobre un posible horizonte en Después del trabajo. Para llegar, parten de un análisis histórico y acumulativo que intenta seguir como hemos llegado hasta aquí. Bajo su bisturí pasan las tecnologías aplicadas al hogar (de los revolucionarios primeros electrodomésticos a la domótica absurda), los estándares sociales (de limpieza, de crianza, de trabajo), las familias (como núcleo básico de vínculo y trabajo) y la evolución de los espacios privados y públicos. Esta documentada deconstrucción –cien páginas corresponden a notas y bibliografía– les lleva a un planteamiento radical centrado en los cuidados.

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Más tactológico que tecnológico

Con tres hijos a cargo, la más pequeña nacida durante la redacción final, Hester y Srnicek se dan cuenta de la creciente relevancia de este sector laboral y, al mismo tiempo, de su paradójica precariedad, ya que los cuidados recaen, mayoritariamente, sobre trabajadores mal pagados y con una fuerte feminización, ya menudo las asumen las familias –no siempre bien dispuestas, ni preparadas, ni evidentemente asalariadas– y un sistema que prima la privatización y la individualización. Y es en cómo toman esta situación como palanca de posible transformación social, económica y cultural donde radica la radicalidad de su mirada.

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En primer lugar, plantean una triple respuesta "que reconozca el trabajo reproductivo como trabajo, reduzca este trabajo tanto como sea posible, y redistribuya el tiempo restante de una manera equitativa". Para ello apelan a la recuperación de antiguas fórmulas contrastadas (la vivienda pública vienés, por ejemplo) ya la evolución de las actuales formas de relación y organización. Todo ello lo resumen en tres titulares: la comunización de los cuidados, el lujo público y la soberanía sobre el tiempo. Son ideas bien fundamentadas que, seguramente, no convencerán a todo el mundo (recordemos la polémica cuando Anna Gabriel verbalizó la voluntad de "tener hijos en común, en colectivo"), pero sin duda señalan cuestiones centrales sobre el mundo de mañana.