Literatura

Un trencadís precioso y triste de materiales incompatibles

La escritora croata Dubravka Ugrešić deja de ser inédita en catalán gracias a la traducción de Pau Sanchis Ferrer de uno de sus libros más conocidos, 'El Museo de la Rendición Incondicional'

'El Museo de la Rendición Incondicional'

  • Dubravka Ugrešić
  • Ángulo
  • Traducción de Pau Sanchis Ferrer
  • 384 páginas / 24,90 euros

El Museo de la Rendición Incondicional, de Dubravka Ugrešić (Kutina, actual Croacia, 1949–Amsterdam, Países Bajos, 2023), traducida al catalán por Pau Sanchis Ferrer, no es exactamente una novela. Es un collage. Es una prenda conceptual escrita y sin concreción plástica. Es un inventario desordenado, pero no arbitrario, de recuerdos. Es una auca memorística que tiene como base los álbumes de fotografías de la autora. Es un quebradizo posmoderno. Es un largo poema en prosa en el que la cohesión viene dada no por la coherencia explícita y lineal de unos temas y de un hilo argumental, sino por toda una argamasa de asociaciones, correspondencias, repeticiones, persistencias, variaciones y recurrencias. Y es, además de todo esto, una novela, con una protagonista –la narradora, un trasunto de la autora, o eso parece pero vete a saber–, con una estructura de conjunto en la que la experiencia del exilio lo articula todo, con una galería de secundarios que aparecen, desaparecen y reaparecen y con una progresión argumental que hace digresiones en la ficción y que no desemboca en ningún tipo de resolución, sino en mayor profundidad, amplitud y complejidad.

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Consciente del desconcierto que de entrada puede generar la novela, anticipándose a la potencial perplejidad de algunos de sus lectores, Ugrešić dedica el brevísimo capítulo de apertura a indicar cómo es conveniente que la obra sea leída. “Si le da la impresión [al lector] que entre los capítulos no hay vínculos lógicos y fuertes, que tenga paciencia, los vínculos se establecerán poco a poco”. Para completar las instrucciones de lectura, Ugrešić hace inventario de todos los objetos “que se encontraron en la barriga del elefante marino Roland”, y que treinta años atrás podían verse tras el cristal de una vitrina del zoo de Berlín. Entre los objetos engullidos por el pobre animal había de todo: “mechero rosa”, “chupete”, “juego de clavos”, “flotador”, “brújula”, “cuchillo de plástico”, “lata de cerveza”, etc. Ugrešić apunta que, si bien es la casualidad –“el apetito caprichoso de Roland”– lo que ha unido estos objetos tan dispares, ahora de una u otra manera están vinculados. Así, El Museo de la Rendición Incondicional es un libro escrito desde la convicción de que la vida de los hombres y las mujeres, también la historia de los países y del mundo, es una sarta de casualidades redimensionadas y resignificadas por vínculos sutiles que a menudo sólo la memoria y la literatura son capaces de detectar y comprender.

¿Cuáles son los objetos –las personas, las cosas, los hechos, los pensamientos, las historias– que encontramos en la barriga del libro de Ugrešić? Escenas de juventud, la figura de la madre, los sentimientos ambivalentes provocados por la abuela, citas de autores (muchos de ellos rusos exiliados o represaliados: Nabokov, Brodsky, Babel...), veladas con las amigas tirando cartas de tarot y hablando del colesterol y recibiendo la visita de un ángel, el encuentro con un amante portugués que le estafa, la experiencia del exilio (que desarraiga pero enseña que “el olvido es tan sólo una forma del recuerdo, tal como el recuerdo es sólo una forma del olvido”), la nostalgia por la antigua Yugoslavia y el terror de la guerra y las recolocaciones rapaces de la posguerra, la vocación literaria, la cotidianidad...

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Es totalmente coherente con la naturaleza personalísima ya la vez impersonal de la novela que la definición más exacta deEl Museo de la Rendición Incondicional la encontramos en boca del personaje de Richard, escultor, pareja de la narradora, cuando dice: "El arte es un intento de defender la completitud del mundo, el vínculo secreto entre todas las cosas". Lúcida y precisa, Ugrešić lo remata diciendo que es también investigar “el amor entre materiales incompatibles”. Es lo que hace ella. Y lo hace muy bien.