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Literatura

Una vivencia sexual desaforadamente traumática y muy divertida

'Dick o la tristeza del sexo', de Kiko Amat, explica el despertar sexual de un adolescente de trece años

KIKO AMAT
04/03/2025
2 min
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'Dick o la tristeza del sexo'

  • Kiko Amat
  • Anagrama
  • 376 páginas / 19,90 euros

Se ha hecho mucha literatura –o metaliteratura– sobre el proceso de escritura de un libro. Estos escritores sufriendo por cada frase, alcoholizados o drogados, segregando un dolor infinito por tener que alumbrar un texto con las dosis de originalidad o al menos gravedad formal y dramatismo que justifican su hercúleo esfuerzo. Delante Dick o la tristeza del sexo, en cambio, yo me imagino a su autor, Kiko Amat, pasándolo refotudamente bien con su redacción. Porque aunque lo que se aborda es una vivencia sexual desaforadamente traumática, la intención del autor y los recursos que pone a su servicio no dejan de ser plenamente jocosos.

Dick o la tristeza del sexo explica el despertar sexual de un adolescente de trece años, Franki Prats. Sin embargo, ocurre que al tal Franki se le despiertan las emociones tumescentes (hace lo que el autor llama "el cambio") por senderos no precisamente ortodoxos. Para empezar, siendo una atracción edípica deformada hacia su propia madre, una antigua modelo malcasada que conserva, sin embargo, gran parte de su atractivo juvenil. El padre de Franki, para quien la esposa ya no merece atención, es un profesor universitario con más familiares, tío homosexual de quien Franki parece haber heredado si no la atracción sexual por los miembros de su mismo género, sí las rarezas congénitas.

La pasión incestuosa del protagonista se concreta en un interés desmedido por las axilas maternas, pero como en este aspecto hay poco que hacer, se contentará con intercambiar fotos del exmodelo con un amigo, el Sexperto, que le proporciona películas pornográficas. Estas películas, por cierto, están en vídeo, porque la novela está ambientada a finales de los 80. Ahora que los chavales ya se inician en el porno a través de los móviles desde los ocho años [sic], parece pura arqueología recordar las épocas en las que se accedía a través de revistas arrugadas y fotogramas salvíficos. Pero para los de mi generación, que nos socializamos sexualmente con el Nuevo Vale y las capturas en cartón anunciadoras de los filmes clasificados "S" en los vestíbulos de todos los cines de barrio que ya han desaparecido (¡qué recuerdos!), esta novela es una visión queridamente grotesca de una realidad vívida y descarnada.

La cuestión es que Franki tiene su primera experiencia sexual satisfactoria con la perra. Esto sin contar las no satisfactorias, entre las que habría que mencionar cierto episodio lúbrico con su tío y las maniobras torpes con una compañera de clase con la que no acaba de armonizar. La gracia de todo ello, naturalmente, no son los episodios en sí, sino esta manera de relatarlos de Kiko Amat, con un lenguaje desproporcionado, lleno de tecnicismos para aludir a la terminología sexual y siempre pronto a hacer sonreír al lector, cuando no provocarle una franca carcajada. Una erección del protagonista (o de su alter ego), por ejemplo, no es tal, sino una "conmoción hidráulica", un "alzamiento de su virilidad" o el "perentorio auge de su hombríaLa indudable habilidad narrativa de Amat se funde en el crisol de un lenguaje perfectamente adaptado a las necesidades dramático-morbosas del relato.

Un libro, en definitiva, que explica el despertar sexual como lo que es: un gran malentendido. Y el milagro es que los adolescentes salgan vivos.

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