Memoria Histórica

"Los franquistas fusilaron a Peset en 1941 porque les daba miedo lo que podía hacer"

Martí Domínguez relata, en la novela 'Ingrata patria', las tres últimas horas del médico y rector de la Universidad de Valencia

BarcelonaJuan Bautista Peset (Godella, 1886 - Paterna, 1941) quizás se hubiera podido salvar de morir fusilado. Médico y rector de la Universidad de Valencia, Franco le condenó a 30 años y un día, pero algunos de sus compañeros de la facultad no tuvieron suficiente. Hicieron una segunda denuncia y, para convencer a los franquistas, enviaron una conferencia en la que el único párroco fusilado tras la Guerra Civil defendía el republicanismo. A Peset le enterraron en el nicho de su hermano pequeño, que había fallecido con tan sólo 2 años. Hasta la llegada de la democracia nadie se atrevió a poner su nombre en el cementerio.

¿Cómo fueron sus tres últimas horas? ¿Qué pensaba? ¿Qué conversaciones tuvo? Hace veinte años, el escritor valenciano Martí Domínguez (Madrid, 1966) recibió un facsímil editado por la Universidad de Valencia del sumarísimo de Peset y quedó golpeado. Sobre todo debido a que le denunciaron otros profesores de la universidad, tanto en el primer juicio como en el segundo. "El mundo académico es peligrosísimo", dice el autor. La tragedia de Peset quedó latente y, hace unos cinco años, Domínguez empezó a investigar. En Ingrata patria (Proa) nadie sale con su nombre auténtico, pero, como dice el autor, todo es real: "No hay falsedad ni impostura. Todo nace de la reflexión y del conocimiento del momento —asegura—. He leído tantos sumarísimos como he podido, para entrar en este mundo y entenderlo". El libro aparece en catalán y en castellano, las dos versiones escritas por Domínguez, con un ligero cambio de nombre. En castellano se llama Ingrata patria mía en homenaje al poema El despedido de Leandro Fernández de Moratín que termina diciendo: "Adioso, ingrata patria mía".

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La ingenuidad de Peset

No debe ser fácil imaginar las tres últimas horas de un condenado a muerte. "Peset pensó hasta el último momento que se salvaría. El mismo día que le fusilaron ayudó al médico de la cárcel Modelo de Valencia a operar una hernia. Se hizo amigo de ese médico que, incluso, testificó a su favor. Fue todo tan rápido que cuando la pareja de guardias civiles se lo llevaron de solo una nota a la nota", Domínguez.

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"Era un librepensador al que ajusticiaron no por lo que había hecho sino porque tenían miedo a lo que podía hacer, inquietaba a la nueva España. Era tan bueno y tan ingenuo que no creyó que le podía suceder aquello", añade. Pudo escapar tres veces y no lo hizo. Hubo una cierta precipitación en su fusilamiento. Todos los juicios del franquismo fueron ilegales, fueron asesinados. En su caso aún fue peor porque fue incluso ilegal en la ilegalidad del franquismo. No estaba el informe del auditor de guerra.

Los compañeros de patíbulo

El mismo día que fusilaron a Peset, los soldados mataron a otros tres hombres que acabaron en la fosa común. Entre ellos estaba Antoni Agustí Gil, alcalde de Sagunto. "En el Ayuntamiento de Sagunto hay fotografías de todos los alcaldes, pero él no está. Estamos pensando en hacer alguna acción para reivindicarlo", explica Domínguez, quien también ha investigado sobre estos hombres condenados al silencio y al olvido.

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Ingrata patria es una novela poliédrica en la que desfilan los compañeros de patíbulo de Peset, otros presos, el director de la cárcel Modelo de Valencia, Ramón de Toledo Barrientos, el médico que certifica la muerte de los condenados que abre y cierra la novela... Muestra una barbarie que no queda tan lejos. "No quería hacer ninguna reconstrucción histórica. Es un tema que nos interesa mucho. Estamos viendo cómo Donald Trump ataca a las universidades, el libre pensamiento, la libertad de cátedra... Todo esto me inquieta mucho", asegura.

Domínguez ha hecho mucha búsqueda en los archivos militares, algo que no siempre es fácil. Ha hablado con los nietos de Peset. "Son historiadores y no sabían mucho, del final del padre", afirma. Y también con otros familiares de fusilados que acabaron enterrados en las fosas de Paterna. Domínguez exuda admiración por Peset. Fue el único párroco fusilado de la posguerra. Los otros dos fueron asesinados durante la Guerra Civil: el rector de la Universidad de Oviedo, Leopoldo García-Alas, en 1937, y Salvador Vila, rector de la Universidad de Granada, en 1936. Peset actualmente forma parte del nomenclátor y da nombre a una importante avenida de Valencia. Sin embargo, Domínguez cree que sigue siendo un desconocido.

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Peset pertenecía a una estirpe de médicos y venía de una familia burguesa que tenía un importante laboratorio farmacéutico. Era diputado del Frente Popular. "Fue un renovador. La Universidad de Valencia fue la única que recordó a Darwin durante el centenario de su muerte y se celebró allí el primer congreso de médicos y biólogos en catalán", destaca. Los compañeros que le denunciaron trabajaron e investigaron con él, pero no comulgaban con sus ideas. Algunos, como Francisco Marco Merenciano, que se dedicó a la búsqueda del gen rojo, tuvieron carreras fulgurantes. El escritor realiza ciertos paralelismos con la actualidad. "A veces me pregunto si las universidades deberían ir más allá y no sólo trabajar en la parte académica, sino también crear ciudadanos. Hay una carencia de compromiso cívico y cuando se quiere reaccionar ya es demasiado tarde", reflexiona.

A Domínguez, la búsqueda le ha quitado horas de sueño. Leía sumarísimos con adicción: "Me pasó lo mismo con El espíritu del tiempo (Proa, 2019; Premio Òmnium): no podía dejar de leer documentos sobre el nazismo para intentar entender cómo todos aquellos grandes intelectuales participaron en el genocidio".

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