Exilio Guerra Civil

Los objetos del exilio que han permitido recuperar las vidas de familiares desaparecidos

En los archivos franceses están las pertenencias que los republicanos españoles llevaban al morir en Setfonts

Barcelona"Te envío estas fotografías para que puedas mirarme cuando no estemos juntos", se puede leer en una fotografía que Florinda le envió a Jesús Fraile, de quien se había enamorado hacía ocho meses. Jesús y Florinda amaban, pero no se pudieron volver a tocar. Él tuvo que huir a Francia después de la victoria franquista, y el 7 de abril de 1939 murió de tifus en el campo de concentración de Setfonts, en Languedoc, muy cerca de Toulouse. Las fotografías y sus objetos personales estuvieron escondidos durante más de 80 años en una urna electoral de madera en el techo del antiguo edificio consistorial de Setfonts.

"Poder tocar las carteras que mi tío abuelo tocó fue maravilloso. Había dos o tres fotografías de Florinda con unas dedicatorias preciosas. Mirando todos estos objetos te das cuenta de que sólo era un niño y que no pudo vivir y hacerse mayor", explica David Fraile, que hace pocos días viajó hasta la población francesa de Montalban, donde se encuentran los Archivos Departamentales de Tarn y Garona, que conservan los objetos personales de algunos de los 81 deportados republicanos españoles que murieron en Setfonts. Ninguno de estos objetos ha sido devuelto a las familias, aunque algunas lo reclaman.

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Expulsados ​​del cementerio del pueblo

Entre el 14 de marzo de 1939 y el 17 de junio de 1940, 81 refugiados republicanos murieron en la enfermería del campo. Los vecinos de Setfonts no quisieron que se enterrara a los españoles en el cementerio del pueblo y se les inhumó en otro lugar que recibió el nombre de "cementerio de los españoles". Abandonado durante un tiempo, este cementerio fue recuperado por Cesáreo Bustos Delgado, un republicano español superviviente de Mauthausen que fue a vivir a Setfonts cuando el campo nazi fue liberado por los aliados.

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"Florinda estuvo un tiempo viviendo con mis abuelos y cuidó de mi padre. Por todas las cartas que he leído debieron querer muchísimo. Mi padre, que murió de cóvido en el 2020, siempre tuvo muy presente el su tío, por todo lo que le contó Florinda. Murió sin sable lo que le había pasado", explica David, que quiso esparcir las cenizas de su padre sobre la tumba de su tío abuelo en Setfonts. "Me conmovió especialmente a que conservara estas fotografías y las de su hermano con mi padre recién nacido. Se aferraba a lo que más quería", añade.

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La historia de los objetos de Jesús Fraile y de otros 41 deportados españoles salió a la luz gracias a Philippe Guillén. En 2016 Guillén recibió un encargo de los archivos de Montalban. Habían encontrado una caja de madera escondida en el techo del antiguo edificio consistorial de Setfonts. Las autoridades del campo de concentración francés de Setfonts se lo depositaron en 1941 y, desde entonces, nadie le había abierto. Dentro había objetos personales de los que habían muerto detrás de las alambradas. Algunas familias han descubierto parte de su pasado familiar gracias al hallazgo de Guillén, que reconstruyó la historia de los deportados en un cómic: Un republicano: fallecido a los 20 años(Alda Talento).

Inventari amb els noms dels deportats i els objectes que es guarden als arxius francesos
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Desaparecido sin dejar rastro alguno

Joan Mabras Torrents, nacido en Igualada el 21 de octubre de 1931, murió también de tifus en Setfonts cuando tenía tan sólo 17 años. En el archivo se conservan documentos suyos, como un certificado de trabajo en la fábrica colectivizada de Igualada de julio de 1937, un carné de UGT y una fotografía con jóvenes ante unas tiendas de campaña y con banderolas de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Si nadie hubiera abierto la caja, seguramente su existencia habría caído en el más absoluto olvido. "Ni yo ni mi madre sabíamos de su existencia. Era el hermano de mi abuelo, pero nadie ni nos había hablado de ello ni teníamos ningún documento o fotografía sobre él", explica su bisbita, Sandra Solà Mabras. "Ahora sabemos que existió, pero tenemos muchas preguntas", añade. A Sandra le gustaría recuperar estos objetos, pero no es tan fácil: "Me gustaría recuperarlos, porque allí no le trataron demasiado bien. No creo que a él le hubiera gustado que se quedaran allí".

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Silvestre Pineda tiene los objetos de su abuelo, Francesc Pineda. "Siempre hemos sabido que le enterraron allí. Según el informe que recibimos, murió de una infección en el estómago. Murió de hambre. La abuela no quería hablar nunca. Si se lo preguntábamos, se marchaba cabreada y medio llorando", explica Silvestre. Francesc Pineda murió en el campo de Setfonts el 27 de marzo de 1939 y en Cataluña dejó una viuda y un hijo muy pequeño. La abuela de Silvestre lo pasó muy mal durante la posguerra. "Muchas noches ella y mi padre compartían un arenque para cenar", explica. Cuando murió Francisco, llevaba una fotografía de la mujer y el hijo, cartas y una pluma negra. Era campesino y tenía 29 años. A Silvestre le gustaría poder recuperar sus pertenencias. "Quiero ir a Setfonts, pero la idea también me angustia un poco. Pensar en todo lo que ocurriría: atravesar los Pirineos con el frío y la nieve después de meses luchando por acabar en un campo donde le dejaron morir de hambre. Los trataron muy mal", dice Silvestre.

La reclamación de los familiares

Jesús Fraile valora mucho todo el trabajo que han realizado los archivos franceses y la delicadeza con la que lo guardan todo. En cambio, Silvestre Pineda y Sandra Solà querrían recuperar lo que sus familiares llevaban encima cuando murieron. Guillén es muy crítico con cómo trataron a las autoridades francesas los exiliados republicanos. "La justicia francesa debe mucho a todos los que murieron en los campos y sus familiares", asegura. Sin embargo, cree que es mejor que los objetos no se muevan de dónde están. "Hay material muy delicado. Cada vez que se toca algún objeto, se destruye un poco", explica Guillén, quien reconoce el derecho a las familias a recuperar las pertenencias, pero alerta de los peligros que ve: "Quizás las familias no tienen las condiciones pertinentes para conservarlo y nadie garantiza que sus descendientes lo cuiden. No me gustaría que desaparecieran, porque su historia no termina en marzo del 2024".

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La Asociación Memoria e Historia de Manresa fue la que alertó tanto a Silvestre Pineda como a Sandra Solà de que había objetos de sus familiares en la población francesa. "Una de las tareas de la asociación es recuperar nombres e identidades de personas desaparecidas en el frente, en el exilio francés o en los campos de concentración. Intentamos reconstruir sus biografías, y ponerles rostro porque muy a menudo la familia no sabe de ello nada –detalla el historiador Jordi Pons–. Una de las obligaciones de las autoridades francesas debería ser divulgar esta información; ni siquiera está colgada online y cuando lo hemos pedido nos han dicho que teníamos que ir físicamente hasta allí”.

Para Pons, el argumento de la conservación no tiene mucho sentido: "¿Han aguantado 90 años en un desván y no pueden aguantar en la casa de los familiares? Nosotros creemos que hay que volver a sus familiares, ni tan sólo ha sido una donación". Señala que los archivos alemanes han seguido una política distinta. "Los Arolsen Archives, en Bad Arolsen (Alemania), acumulan carnets, listas de deportados, registros e incluso objetos que pertenecieron a los deportados en los campos nazis. Lo han ido volviendo a los familiares que han podido localizar y, en este sentido, han hecho bastante trabajo de divulgación", destaca.

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